Chelsea-Maccabi Tel Aviv: vuelven los fantasmas del 2007
El 18 de septiembre del 2007, tras empatar en casa y por Champions ante el Rosenborg, Mourinho renunció a su cargo. Hoy la situación es muy parecida.
Hace poco más de un mes, cuando se confirmaba que el campeón inglés mantenía la base del equipo que salió campeón de la liga, y sumaba el talento de Radamel Falcao a sus filas, nadie se hubiera imaginado que el primer partido de Champions sería crucial para el futuro de Mourinho frente al Chelsea. Sin ánimos de alarmismos baratos, queda claro que, aun perdiendo, sería una gran sorpresa que el técnico portugués se apartara del equipo que ama y en el que es amado. Pero si nos remitimos a los antecedentes, la sorpresa no tendría por qué ser tan grande.
El 18 de septiembre del 2007, el Chelsea recibía en su estadio al campeón Noruego, el Rosenborg, por la primera fecha de la Champions League 2007/2008. El conjunto londinense había tenido un mal arranque en el torneo local (el peor desde el 2001), pero los resultados de temporadas anteriores protegían a Mourinho de cualquier riesgo. Abramovich no tenía en mente echarle, por más que los resultados eran malos, el desempeño del equipo aburrido, y la asistencia al campo (24.793 personas), de las más bajas. Sin embargo, tras empatar 1-1 con los noruegos, Mourinho anunció su renuncia irrevocable, lo cual significó un terremoto en las oficinas de Stamford Bridge.
Llama la atención lo similar de la situación que viven el día de hoy el Chelsea y Mou: en liga el conjunto azul ha realizado el peor inicio de una temporada desde 1998 (bastante peor que en el 2007, entonces), se habla ya de algún cortocircuito en los vestuarios y Mourinho ha estado más que ácido con la prensa. Como si no fueran suficientes parecidos, la Champions llama a la puerta del Chelsea en el peor de los momentos y, aunque el rival es en teoría bastante débil, se trata de un arma de doble filo: el fracaso ante el Maccabi Tel Aviv podría convertirse en la gota que colme el vaso.
Claro está que el Chelsea lo tiene casi todo a su favor: un público incondicional, un presupuesto estratosférico, jugadores brillantes y a uno de los mejores técnicos del mundo. Pero la presión es tan grande como la cartera de Abramovich. El Maccabi, tricampeón israelí, podrá aprovecharse de la situación y de los nervios de los ingleses, que se juegan mucho más que tres puntos.