Diego Costa y Eslovaquia le deben una a La Roja
El nueve del Chelsea, hombre clave en un partido decisivo en Oviedo. Ataque inglés con Silva y Pedro y probable titularidad de Cazorla.
A día de hoy, Diego Costa y España son agua y aceite, líquidos muy apreciados por sus propiedades pero incapaces de mejorar en matrimonio. “Aún no he hecho nada por la Selección”, se lamentó el hispanobrasileño al comienzo de la concentración. Su nada es un gol en 526 minutos. Y su nada es también el hecho irrefutable de que la Selección ha perdido (cuatro partidos) más que ha ganado (tres) con él. Del Bosque creyó encontrar en su nacionalización el gol perdido, por razones biológicas, con el adiós de Villa. Pero Diego Costa nunca ha llegado en plenitud física. Tampoco le ha ayudado la actitud eternamente frentista de Mourinho ni ese juego de tan detallada elaboración de España que le deja pocos espacios. Él es delantero de largo alcance y le cuesta disimularlo.
Pero hoy llega de punta en blanco, escoltado por dos compañeros de Premier, Pedro y Silva, y con vocación de servicio. Le necesita España, en partido apurado porque Eslovaquia lo ha ganado todo, incluida la encerrona de Zilina (quinta ciudad del país), en un campo pequeño y feroz. Así que La Roja necesita vencer, mejor por más de un gol, para asegurarse su presencia en la Eurocopa tras la fase de clasificación menos arriesgada de la historia: van todos los primeros y segundos de cada grupo, más el mejor tercero. Y el resto de esos terceros puede acudir a una repesca. Es la ventaja de abrir el club a 24, lo que no asegura que mejore la competición pero sí la popularidad continental de Platini.
En cualquier caso, de aquel patinazo de Zilina nadie quiere acordarse y menos Del Bosque, que pondrá al menos a ocho de los que aquella infausta noche estuvieron en el once inicial. Y es que la renovación nacional es pausada. Al seleccionador le cuesta dar pasaporte a quienes le hicieron bicampeón (“los que traemos están en buen uso”, defendió ayer) pese a que aquella juerga y aquel juego pasaron.
Todo indica que repetirá con Casillas, que encajó un gol infame en Eslovaquia y que hoy se pondrá el brazalete de capitán por centésima vez. Y pinta titular Cazorla, en un centro del campo extremadamente cerebral con Iniesta y Busquets. La defensa será clásica (Juanfran, Piqué, Ramos, Jordi Alba) y el empujón de Oviedo, seguro. Ayer se vendieron las 700 entradas de baja visibilidad. La emoción compensará ese ángulo óptico imperfecto.
Eslovaquia, en cualquier caso, es adversario. El valor medio de mercado de cada uno de sus futbolistas es de 4,1 millones, por 29,5 de los españoles, y tiene ausencias notables: Skrtel, su segundo futbolista más cotizado, y Kucka son baja por sanción. Y Durica y el exespanyolista Weiss, por lesión. Llega, pues, magullada delante y detrás, pero con Hamsik, figurón de la Serie A que el Nápoles no le ha querido vender este verano a la Juventus por 25 millones, y la mano de hierro de su técnico, Kozak, que como futbolista jugó dos partidos contra Del Bosque y no perdió (victoria y empate). Nunca estuvo en una Eurocopa, aunque ocho eslovacos figuraban en el once que le quitó a Alemania la de 1976, bajo bandera checoslovaca y con la guinda del penalti de Panenka, checo. Ahora cree que es su momento. Las diez victorias consecutivas en partidos oficiales lo confirman y además juega en Oviedo, que fue casa de Dubovsky, probablemente el mejor futbolista de su historia. Ojo.