Joan Laporta, un huracán sin ningún tipo de complejo
Excesivo en lo bueno y en lo malo, desacomplejado en todo, incluyendo un independentismo que pasea por España evitando las medias tintas.
Joan Laporta (Barcelona, 1962) es un ciclón. Alguien de su entorno lo definió como un jabalí de Collserola que ha tomado por asalto los barrios altos de la ciudad. A Laporta muchos le ven como una anomalía en el sistema de sucesión en el palco del Camp Nou, acostumbrado desde siempre a acoger a los hijos de la clase dominante barcelonesa. Cuando el abogado Laporta tomó el poder con una junta de jóvenes profesionales con cuatro idiomas cada uno como poco y sobradamente preparados que prometieron dar “los mejores años de su vida por el Barça”, rompió moldes. Vendieron que eran los más amigos del mundo, pero a los tres días estaban a tortazos entre ellos. Estas elecciones son el penúltimo capítulo de un inquina casi medieval que se forjó en esos días.
Excesivo en lo bueno y en lo malo, desacomplejado en todo, incluyendo un independentismo que pasea por España evitando esas medias tintas que tantas sospechas levantan, Laporta es incontrolable. Cualquiera de sus colaboradores directos puede asegurar que si hay alguien imprevisible, ese es Laporta.
Tras su paso por el Barça probó la política y entró en el Parlament con Solidaritat Catalana. Eran tres diputados en el grupo y tardaron dos telediarios en escindirse e integrarse en el Grupo Mixto. Del Parlament pasó al Ajuntament, donde se presentó incluido en Esquerra y ha sido concejal. A petición popular y tras mucho meditarlo, ha vuelto a la arena futbolera sin complejos. Como un ciclón.