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ARGENTINA 0 - COLOMBIA 0 (5-4)

Un penalti de Tévez clasifica a Argentina para las semifinales

El nuevo jugador de Boca marcó el penalti decisivo. La albiceleste, mejor los 90 minutos, pero sin puntería. El portero Ospina destacó Colombia. Argentina, ante Brasil o Paraguay.

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Un penalti de Tévez clasifica a Argentina para las semifinales

Una tanda dramática de penaltis, con fallos de Muriel, Biglia, Zúñiga, Rojo y el definitivo de Murillo, que mandó el balón a las nubes como tantos otros, dio el pase a Argentina en un duelo lleno de pasión, de sufrimiento, de esa aureola que rodea al fútbol y lo hace tan especial, tan único, tan incomparable. Argentina está dentro, Colombia fuera, y ése es el análisis más justo para un choque de gigantes que demostró que los argentinos a día de hoy tienen más, aunque debieran apoyarse en la fortuna de los penaltis para constatarlo.

El dominio argentino durante el partido fue absoluto. La estrategia de Pékerman, lo ideado antes del partido, lo pensado con tiempo para reflexionar, no funcionó. El marcaje al hombre de Arias sobre Messi y la presencia de James en el mediocentro junto a Mejía desequilibró por completo a los colombianos. Cuando Messi se metió por dentro, Arias le siguió con diligencia y el agujero que se formó en su parcela tampoco lo ocupó con coberturas James. Un disparate.

La concentración en los centros al área era igualmente mejorable. Pastore pudo marcar así en un tiro que desvió Ospina y Agüero fue víctima de un penalti que el mexicano Roberto García no pitó. Sólo fue el principio de su nefasta actuación, una más de los árbitros en lo que va de Copa América. Pékerman, empapado hasta los huesos, quiso abrir el paraguas y frenar la tempestad. Retiró a un delantero, Teófilo, metió a un mediocentro, Cardona, y adelantó a James al enganche. Especialmente duro de comprobar fue lo de James, ahogado en una posición más retrasada a la habitual que desnudó bastante sus carencias defensivas.

Argentina siguió mandando, con un Messi inteligente, sabedor que dejar su zona en la derecha y aparecer por dentro hacía polvo a los colombianos. De todas las muchas virtudes que se le atribuyen a Leo una de las menos ponderadas es la lectura de los partidos, cuando es un verdadero maestro de ello. En esa posición flotante, con Arias siguiéndole como un perro sabueso a riesgo de dejar libre su carril, Messi le sacó una amarilla a Mejía y después otra al propio Arias. Pronto se quedó Colombia sin la supuesta autoridad que ofrece marcar a Messi sin tarjetas encima.

Al igual que ocurrió frente a Brasil, los colombianos se dedicaron más a usar los colmillos que a simplemente mostrarlos. La intensidad que se necesita en el fútbol se tornó con demasiada frecuencia en su caso en virulencia, la muestra más irrefutable de que uno está sufriendo frente al otro. El único riesgo de Argentina en todo este embrollo era enfangarse en el barrizal que proponía Colombia y seguir fallando ocasiones, el gran debe de los de Martino en el torneo. De hecho, Ospina sacó primero a Agüero y luego a Messi dos balones a los que muy pocos porteros en el mundo son capaces de llegar. Fue una parada antológica, colosal, que además tuvo el aliciente de mantener en pie a su equipo cuando parecía imposible.

Pékerman quiso cortar la sangría y cambió a Arias de lateral, liberándole por fin de Messi. Zúñiga se plantó encima suyo, como pudo, pero lo que de verdad mejoró a Colombia fue la presencia de Cardona, futbolista díscolo pero temperamental, imprevisible pero caliente. Necesitaba esa temperatura el conjunto colombiano, que también se vio favorecido por el empuje moral que da estar dentro del encuentro después de lo que había soportado. Ya ni los fantásticos zigzagueos de Messi parecían hacerle daño, pese a que persistieron, incansables, como el mejor jugador del mundo que es.

A Argentina también le agarrotó el paso de los minutos, las pequeñas decisiones del árbitro, las señales que mandaba el partido de que se dirimiría en los penaltis. Eso siempre perjudica al que en el tiempo reglamentario mandó. Se hizo aún más manifiesto ese sentir cuando los de Martino se toparon por dos veces con el palo, ya casi al final. Banega chocó con el larguero y Otamendi con el poste, con una nueva intervención milagrosa de Ospina de por medio. Hasta en el último suspiro apareció el portero del Arsenal con una salida ante Tévez que sacó Murillo casi en la línea cuando la pelota ya entraba. Lo del central colombiano fue para enmarcar, uno de esos encuentros que le sitúan ya sin discusión entre los mejores centrales del mundo. Pero el fútbol es así. En noche de penaltis, de héroes, de villanos, quien mandó a las nubes el lanzamiento decisivo, el que mantiene con vida a Argentina y manda a casa a Colombia, fue el propio Murillo. Tévez no falló en el último y decisivo. Destino de este deporte, que a veces, muy de tanto en cuanto, premia al que lo merece y castiga al que no.

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