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REAL MADRID 1 - ATLÉTICO 0

Chicharito echó la puerta abajo

Un gol del mexicano a falta de dos minutos decidió y clasificó a los de Ancelotti. El Atlético se quedó con diez por expulsión de Arda (76')
Chelsea-Atletico Madrid

Chicharito echó la puerta abajo
AFP

Chicharito es nombre de héroe. Él actuó como si siempre lo hubiera sabido; nosotros lo supimos esta noche. En su séptimo partido como titular (se han disputado cincuenta durante la temporada), el delantero mexicano marcó el gol que clasifica al Real Madrid para las semifinales de la Champions. No fue casualidad. Fue fruto de su absoluta determinación, de sus deseos de triunfo, de su entusiasmo contagioso. La historia de dos ejércitos incapaces de mover el marcador la resolvió en el minuto 88 un personaje de cuento: Chicharito.

Poco antes del gol sucedió algo que comenzó a inclinar un choque inmóvil, encaminado hacia la prórroga. Arda vio la segunda amarilla por un plantillazo a Sergio Ramos; para algunos será una decisión oportuna y para otros exagerada. Lo único cierto es que faltaban quince minutos y al Atlético ya no le servían los planos, ni la brújula. Del shock no se libró Simeone, que reaccionó de modo extraño y sustituyó a Tiago por Giménez. Mandzukic continuó en el campo con el tobillo maltrecho. La penuria del Atleti recordó la de los últimos minutos en Lisboa. Nadie escapó de ese pensamiento.

Sólo un accidente podía romper el equilibrio de un partido que nació como un elogio de la prudencia. Cada equipo jugó a su manera, pero con una coincidencia filosófica: asumir riesgos mínimos. Fue un reparto de papeles anterior a la función. Lo que siguió fue una guerra fría. Cada equipo amenazaba al otro con su escudo antimisiles, con sus bases adelantadas, con su reluciente armamento. Cada pase errado era un escape nuclear.

La ubicación de Ramos como centrocampista se explica dentro de ese contexto. Ancelotti temía que Illarra fuera devorado y que a Khedira le importara un pimiento. Con Lucas Silva no cuenta y adelantar a Pepe para dar sustos se hubiera tomado como un homenaje a Mourinho. Sólo quedaba Ramos, una apuesta envenenada si pensamos que con ella había fracasado en el Camp Nou la temporada pasada. Le llovieron piedras por aquello.

El marcador nos dice, por si alguien tiene dudas, que Sergio Ramos cumplió y Ancelotti acertó. El Madrid fortificó sus posiciones en defensa y por alto, al tiempo que ganó una batalla que suele perder en los derbis, la del mediocampo. No fue bonito porque no podía serlo. Ramos tenía claro que sólo podía ejercer de mayordomo; ni una alegría le estaba permitida. Tocar sin fallo, cortar, repartir píldoras de oxígeno.

El Atlético apenas tuvo el balón en la primera media hora y le importó poco o nada. El Real Madrid no producía ocasiones en consonancia con su dominio. Sólo James era capaz de inventar caminos y de acelerar el juego. Así llegaron las primeras oportunidades, rematadas por Chicharito (supervitaminado y mineralizado) y Cristiano, rodeado siempre de un millar de barras rojas.

Entretanto, el partido se desarrollaba salpicado de durezas sin reproches, de palos y paces, de patadas y palmadas. En cuanto el Atleti acumuló varias interrupciones se sintió más cómodo. Simeone avanza metro a metro y neurona a neurona.

El Madrid volvió a la carga para acumular sus mejores ocasiones al final de la primera parte. Cristiano examinó a Oblak por bajo; sobresaliente. Después le probó en un mano a mano con ventaja; matrícula de honor.

En la segunda mitad el partido ganó emoción y perdió disciplina. El destino del duelo dejó de estar en la pizarra de los entrenadores. Ardieron las áreas. En cada córner, los jugadores se amontonaban como si quisieran clavar la bandera en Iwo Jima. Agarrones, empujones, cacheos, fracking. Angustia máxima.

A veinte del final en los jugadores del Atlético empezó a asomar una sonrisa. Pisaban terreno conocido. Simeone les había hablado de esa playa, del miedo que atraparía al Madrid cuando no supiera si atacar o defenderse. Fue entonces cuando fue expulsado Arda. Fue entonces cuando el Madrid se lanzó a por el partido sin perder la prudencia. Fue entonces cuando llegó el gol. Pidan perdón si alguna vez dudaron (yo llevo diez padrenuestros). Chicharito es un héroe.