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Copa África

Annobón, la isla más futbolera de Guinea, sin internacionales

La isla que vio nacer a Paciencia Melgar, la monja milagro que venció al ébola, no aporta ningún futbolista a la selección de Guinea Ecuatorial en esta Copa de África.

MalaboActualizado a
La afición marfileña se las ingenió de diversas maneras a la hora de poder llegar hasta el estadio de Malabo para animar a sus jugadores desde las gradas. En la imagen, un grupo de aficionados abarrotan una furgoneta vestidos con los colores de su país y con una bandera gigante en la parte frontal del vehículo. Finalmente, su selección no pudo brindarles una victoria.
Reuters

Como en tantas otras ocasiones, Annobón, la isla que vio nacer a Paciencia Melgar, la monja milagro que venció al ébola, no aporta ni un solo futbolista a la selección nacional de Guinea Ecuatorial. Y no es, desde luego, porque a los annoboneses no les guste el balompié o porque, según dijo el escritor criollo Juan Manuel Davies, “cada vez que dan una mala patada a un balón hay que ir a recuperarlo al mar”.

Bromas aparte, a pesar de las dificultades y penurias, y a diferencia de Bioko y la Región Continental, en Annobón sí existe una disputada liga con seis equipos, entre los que destacan Vadol, Rayos de Palé (Acri) y Atlético Annobón.

Acostumbrados desde siempre a sobrevivir por sus propios medios, los jóvenes futbolistas annoboneses se resisten a dejar que se extinga una llama futbolística que alcanzó su máxima altura con el Santalem, un cuadro en el que militaron, en los 60, grandes peloteros annoboneses como Osma, Salas, Catalán, el guardameta Alfaro, los hermanos Zamora, Lou o Muñoz. Y, cuando languideció el Santalem, tomaron el relevo los chicos del Duma-Duma, equipo donde jugaron el escritor Ávila Laurel y el abogado y activista político Tutu Alicante.

El fútbol annobonés sigue siendo una mezcla de fuerza, velocidad, entrega y presión al rival, pero languidece en cuanto a técnica, una cualidad que sin embargo nunca ha escaseado entre los isleños cuando de boxeo se trata.

En efecto, en la época dorada del noble arte de esta pequeña isla surgieron extraordinarios púgiles, dotados de gran técnica y pegada cuya fama se extendió por todo el continente. Pero entre todos aquellos fenómenos del cuadrilátero, el que más reconocida fama acumuló fue Pablo Olivera (Payi Pablo, en fa D’Ambo): un púgil de otra galaxia, un fuera de serie que, sin duda, hubiera triunfado en cualquier país con suficiente pedigrí boxistico.