CORNELLÀ 1 - REAL MADRID 4
Varane e Isco se lucen en la fiesta mayor del Cornellà
El central francés marcó dos goles en el campo en el que se lesionó. El malagueño fue ovacionado en cada intervención. Chicharito y Marcelo redondearon la goleada en la ida de la Copa.
Hay que ponerse en el lugar del Cornellà, por supuesto. Nervios, ansiedad, taquicardia. El sueño de una vida entera, la familia en la grada y los vídeos grabando. Pero también hay que ponerse en el sitio del Madrid. No debe ser fácil jugar contra un rival tan humilde. Debe resultar imposible no sentir cierta solidaridad con el contrario y a partir de ahí se complica la disposición mental: ganar sin ofender, vencer sin abusar.
Esa indefinición es la seña de identidad de los partidos de este tipo, grande contra pequeño. El problema es que el fútbol no admite posiciones intermedias si son premeditadas. Si no quieres ser muy duro, eres blando. Si no quieres apretar demasiado, te aflojas totalmente.
En ese particular ambiente se desarrolló el partido. El Cornellà salió al campo al galope y su rival entró de puntillas, como si los niños estuvieran dormidos. El público también adoptó una actitud insólita y se dejó convencer, especialmente por Isco.
A los cuatro minutos, una triangulación de los locales ya había merecido los olés del público. Después marcó Varane, para borrar el mal recuerdo del estadio donde se lesionó el pasado año. Lo hizo con un cabezazo a la altura del larguero, impecable, como el córner botado por James. Tenía sentido. En las jugadas a balón parado no hay conciencia, sólo memoria.
Lo inesperado fue el empate del Cornellà. Óscar Muñoz culminó una jugada de ataque y marcó con un movimiento de delantero cuajado, de tanque con tutú y zapatillas de ballet. Eso sí, debe agradecer tanto el pase de Josele como la renuncia de Arbeloa, que no actuó como un defensa, sino como un defensor de los delfines.
A los 35 minutos, Varane volvió a marcar de cabeza; la única diferencia es que el balón voló desde la otra esquina y lo impulsó Isco. A esas alturas el malagueño ya era ovacionado en cada requiebro, cada control, cada pase. No sólo le quiere el Bernabéu. Además de talento y sentido artístico del juego, Isco luce esa aparente fragilidad que tanto atrae a muchos aficionados y no pocas mujeres. La tuvo Butragueño y todavía le permite aletear a un metro del suelo.
El tercer gol lo logró Chicharito, tan voluntarioso como siempre, y el cuarto lo firmó Marcelo, quizá excesivo en la celebración, de ahí los reproches de Óscar Muñoz.
Héroes.
La contabilidad no importa porque la goleada es una anécdota. Lo relevante, para el Cornellà, es que fue un oponente serio, bien entrenado, digno del estadio y del adversario. Así lo entendió también su afición, que despidió al equipo con todos los honores, la fotografía de Felipe Sevillano vale más que mil palabras.
El Madrid, por su parte, pasó como debía: sin arañar, sin estropear la fiesta y sin presumir de medallas: diez victorias seguidas y ya en octavos de la Copa.