Brayan Angulo
“Un fondo de inversión estuvo a punto de arruinarme la carrera”
Los fondos proliferan y tienen una ‘cara B’. Angulo cuenta su experiencia: "Con el fondo perdí mucho dinero. Pasé de cobrar como un Primera a jugar en Segunda B”.
¿Viene de familia de futbolistas?
—No, sólo mi padre jugó a nivel amateur. Fueron todos muy futboleros, eso sí.
—¿Qué hacía su padre?
—Trabajaba en una fábrica de colchones, allá en Colombia. En mi familia no pasamos hambre, pero éramos muy humildes y trabajadores. Hubo mucho sacrificio.
—¿Dónde empezó a jugar?
—Siempre en la calle, y en la escuela del Club Deportivo Real Tumaco. Y de ahí, que estuve unas semanas, fui al América, al que llegué con nueve años, y realicé todo el proceso de las categorías inferiores hasta llegar a Primera División.
—¿Qué pasó cuando llegó a Primera?
—Pues que se puso en contacto con mi familia un señor español, diciéndonos que venía en nombre de un grupo inversor (investfootball, propiedad del hostelero mallorquín Bartolomé Cursach) que estaba interesado en llevarnos a jugar a Europa.
—¿Qué pasó después?
—Que hablaron con el Club América de Cali y comenzaron las negociaciones. Y compraron los derechos y me llevaron al Boavista.
Ahora en la Champions con el Ludogorets
—¿Compraron todos sus derechos?
—No, el 85%. El otro 15% se lo quedó el América. El grupo de inversión pagó la transferencia y yo firmé un contrato por cinco años con ellos, que se encargaban de buscar el equipo. Me aseguraron una cantidad de dinero (48.000 euros brutos al año) si me quedaba sin jugar... Y fui cedido al Boavista.
—¿Lo entendió como una oportunidad?
—Claro, todos los chicos sueñan con ir a Europa, yo tenía 16 años... Mi padre había emigrado a España para trabajar. El contrato se firmó por fax, y estaba hecho en Ginebra (se firmó el 20 de junio de 2007).
—¿Cuánto tiempo estuvo en el Boavista?
—Una temporada. Jugué casi todos los partidos. Luego llegó una oferta del Oporto, que quería comprarme. ¡Era un sueño! Pero el fondo de inversión no quiso aceptar. Empezaron a pasar los días, los meses, y al final se cerró el mercado, no lograron ponerme en ningún equipo y me quedé seis meses sin jugar.
—¿Por qué no aceptaron la oferta del Oporto?
—El dueño del fondo quería más dinero. Querían comprar mis derechos por dos millones, así que supongo que esperaban sacar más rentabilidad por mí.
—¿Cómo se sintió usted?
—Había perdido la potestad de tomar decisiones. Tenía 18 años, había jugado la Liga portuguesa y no podía hacer nada. Estuve entrenándome los seis meses en una cancha de un parque de Orcasitas, con mi padre y mi hermano. Allí corría y hacía lo que podía hasta que llegó el mercado de invierno y me pudieron colocar en el Leixoes portugués. Y estuve hasta junio jugando todo. Terminamos quintos y llegó una oferta del Depor, que pidió mi cesión.
—Y fue allí.
—Claro, yo tenía que ir donde quisiera el fondo.
—¿Y si no obedecía?
—Tenía una cláusula por la cuál yo debía pagar seis millones de euros. Eso durante cinco años.
—Lo ha tenido que pasar mal.
—Aquel fondo de inversión casi me arruina la carrera. No miran por el jugador. Es difícil encontrar un fondo que lo haga. Y perdí mucho dinero. En resumen, pasé de poder cobrar como un Primera a terminar en un Segunda B y cobrar el mínimo que estaba estipulado en un contrato que se firmó cinco años atrás. Fue una situación complicada.
—¿Los fondos sólo buscan sacar rentabilidad?
—Y en muchos casos ni eso. Ellos pagaron por mí 300.000 euros, y al año y pico el Oporto estaba ofreciendo dos millones y prefirieron no venderme y dejarme seis meses sin jugar. ¡Habrían ganado un millón y medio de euros en un año! Pero se ve que el dueño del fondo tenía tanto dinero que esa cantidad no significaba nada para él. Quería sacar más...
—Sigamos explicando su odisea. ¿Hubo algún movimiento raro antes de ir al Depor?
—Bueno, el 15% mío que tenía el América terminó en manos de mi padre y para que yo pudiera ir al Depor el fondo de inversión le obligó a que le vendiera ese 15% también (por 30.000 euros).
—¿Cuánto pagó el Deportivo?
—No, no, fui cedido. Yo estaba con las manos atadas. Ellos negociaban incluso mi sueldo. No me dejaban hacer nada.
—¿Cómo fue del Deportivo al Rayo en Segunda?
—En el Depor me lesioné el cruzado y perdí seis meses, pero estaban muy contentos conmigo. El Depor le pidió al fondo que alargara la cesión un año más, diciendo que luego ejecutarían la opción de compra. Y la empresa dijo que no, que o venta o nada. Y en ese tira y afloja el Depor se echó atrás. Al final, justo antes del cierre del mercado, apareció el Rayo y fui a Segunda.
—¿Qué tal allí?
—Mi situación era muy estresante, porque en vez de progresar, iba descendiendo. Pero allí estuve muy bien deportivamente. Y eso que sucedió lo de la Ley Concursal de los Ruiz Mateos, que no nos pagaron... Pero se logró el ascenso y eso se queda para toda la vida.
—¿Ahí tocó fondo?
—No. La Empresa me puso entre la espada y la pared. Dijo que si quería ir a un equipo de Primera tenía que renovar más tiempo con ellos.
—¿Y si no?
—Me llevaban a un equipo que acababan de crear ellos mismos, que estaba en Segunda B, el Atlético Baleares.
—¿Qué hizo?
—Hablé con mi padre y decidimos que era el momento de aguantar un año más, pasar por ese calvario de la Segunda B y después ser dueños de nuestro destino. Y allí jugué todos los partidos, fuimos al play off e hice una buena campaña.
—¿Llegó a hablar en persona con Bartolomé Cursach?
—Sí, sí... Pero era imposible. En el equipo de Segunda B lo veía casi todos los días, desafortunadamente.
—¿Llegó a tener palabras duras con él? ¿O más que palabras?
—No soy ese tipo de persona. Siempre hablé educadamente.
—¿Y cuando terminó ese año?
—Llegó el Granada y Quique Pina. También tenía una buena oferta del Mallorca.
—Y su vida cambió.
—Ahí ya era yo el que decidí las condiciones. Y aún me quedaba por soportar que el fondo me pusiera una demanda por seis millones de euros porque decía que me quedaba un año más con ellos. Pero el TAS dijo que era rotundamente falso y que todo lo que habían hecho era en perjuicio mío.
—¿Cómo se siente ahora?
—El Granada me dio mucho aire. Era Primera División, donde jugué 54 partidos en dos años, que no es fácil. Volví a ser feliz, hice amigos. Firmé por cinco años porque yo quise, y los tres que he firmado con el Ludogorest también, con mis condiciones...
—¿Quién es ahora su representante?
—Mi padre. Él seguro que no me va a llevar a un sitio u otro por tener más o menos comisión. Tuvo que estudiar para serlo, también estoy orgulloso por eso. Ahora está ayudando también a sacar a jóvenes jugadores de Colombia en buenas condiciones hacia Europa para que no les pase lo que a mí.
—¿Qué consejo le daría a los jóvenes futbolistas que reciben la llamada de un fondo?
—Que hay que tener paciencia. Cuando uno es joven queda deslumbrado con la idea de venir a Europa. Hay que pensar que si te llaman es porque tienes condiciones, y si es así puede llegar un club directamente, que es lo mejor que puede haber. Tener paciencia, trabajar y esperar que llegue un contrato en condiciones. Con un fondo de inversión pierdes la autonomía.
—¿Qué le parece que la FIFA quiera prohibir los Fondos de Inversión?
—Cada uno habla del baile como le fue. A mí me parece justo que los prohíban. Lo que me pasó a mí es la prueba. Para mí que los prohíban es fenomenal, puede que para otros, no.
—¿Cómo se plantea el futuro?
—Pues tengo 24 años. Soy joven y estoy muy contento de estar en Bulgaria, en un equipo Champions. Mi idea es hacer un par de temporadas buenas y poder dar el salto a un equipo grande. Al final, me quedo con el recuerdo de que todos estos años. Lo que he hecho es jugar al fútbol, ya fuera en Primera, Segunda o Segunda B.