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GRUPO B | LUDOGORETS 1 - REAL MADRID 2

Benzema rescata al Madrid

Un gol del francés sacó del apuro al equipo de Ancelotti. Cristiano marcó un penalti y falló otro. Al Madrid le costó sobreponerse a una fría salida y al gol de Marcelinho.

Benzema celebra su gol al Ludogorets.
Benzema celebra su gol al Ludogorets.AFP

Para los partidos extraños, jugadores distintos. Benzema resolvió el atasco del Real Madrid en Sofía en 23 minutos sin fallo y con numerosos aciertos. Marcó un gol e hizo lo posible por regalar otros. Agitó al equipo, despertó el ataque y dejó sin argumentos a los que dudan, al menos por una noche. Gracias a él, y a sus musas búlgaras, el campeón de Europa aseguró el triunfo y se ahorró unas cuantas explicaciones comprometidas.

Casillas fue el otro protagonista del partido y del Madrid. La mejor noticia es que nos recordó a sí mismo, al portero con alas, al chico que nunca estaba crispado. Le contamos tres intervenciones de mérito, aunque los súpertacañones ya se encargarán de rebajar la cuenta. En el balance final, son tan importantes los goles que evita como las discusiones que zanja, la paz que proporciona, al menos por una noche.

El Madrid no doblegó al animoso Ludogorets hasta que entraron al campo Benzema, James y Kroos, suplentes de inicio. Habrá quien destaque el dato para señalar la relevancia del Equipo A. Pero no es un análisis justo. Isco aprovechó la titularidad para completar un partido notable, dinámico, constante y activo. Lo poco bueno que mostró el Madrid durante muchos minutos estuvo en sus botas, en su verticalidad plagada de pellizcos y revoleras. No le olvidemos a la hora de repartir medallas.

Peor quedaron Illarramendi y Chicharito, uno por falta de pasión y el otro por falta de acierto. El vasco tenía un partido para lucir y pasó inadvertido. El mexicano echó todo su trabajo por tierra al fallar una ocasión clarísima bajo palos, de las que cuesta reponerse.

Los búlgaros cumplieron con su fama de equipo irreductible: no dejaron de correr arriba y abajo, de achicar agua y de buscar el gol. Avisaron a los cinco minutos y marcaron unos segundos después. El gol fue producto de una jugada ensayada, un plan nada sofisticado, estrategia de Barrio Sésamo: córner peinado en el primer palo y rematado en el segundo.

A los nueve minutos pareció reconducirse la situación: penalti a Chicharito, inequívoco, estruendoso. Sin embargo, ocurrió lo inesperado: Cristiano cargó el fusil, apretó el gatillo y el portero despejó la bala. En ese instante, Stoyanov, el héroe con guantes, se descubrió como un tipo peculiar. Ni antes ni después dejó de sonreír. Hay gente así por el mundo. Personas con buena memoria para los chistes graciosos o simplemente felices.

A continuación entró en escena Míster Thompson, árbitro escocés: se equivocó al anular un gol de Cristiano y poco después le compensó con un penalti más que dudoso. Esta vez, el portugués no perdonó y Stoyanov sólo pudo adivinar la dirección; siguió sonriendo.

Todavía quedaban demasiados minutos como para no pensar en la goleada visitante. Nunca llegó. El Madrid manejaba el partido como si quisiera sacar tomate de un frasco de ketchup, ya conocen la marca. Cuanto más golpeaba la base, más se resistía la salsa.

Se necesitaba una sutileza que sólo Benzema, ajeno a las pequeñeces mundanas, podía aportar. En cuanto saltó al campo se dedicó a acariciar la hierba y el balón, a susurrar a los caballos. Después sacó el cuchillo y lo utilizó para sacar el tomate. Peculiar asesino.