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LA INTRAHISTORIA | ATHLETIC - NÁPOLES

500 barcos en la playa para ver sus ‘bolitos’

Sívori fue quien más incidió en Diego para que diese el paso. Tuvieron escondido a su agente, Jorge Czysterpiller, hasta terminar una negociación con el Barcelona.

Buscando a Maradona por Napoles con Jose Alberti.
JUAN FLOR

Una de las personas más influyentes en Maradona, de las que participaron en la llegada del astro a Nápoles, fue José Alberti, que terminaría ejerciendo de traductor y consejero. Hablamos de un argentino que residía y reside en el adinerado barrio de Posilippo, junto a la casa que ocupaba el fallecido Enrique Omar Sívori, astro de la Juventus y luego del club napolitano que marcó 134 goles con la Vecchia Signora. Sívori fue quien más incidió en Diego para que diese el paso. Tuvieron escondido a su agente, Jorge Czysterpiller, hasta terminar una negociación que fue durísima con el Barcelona.

Se tensó tanto la cuerda que Corrado Ferlaino, presidente del Nápoles, se vio obligado a tirar de ingenio para poder inscribirle en la competición. No tenía el pase federativo en el último día y, cuando ya estaba cerrado el plazo, logró lanzar un sobre vacío por encima de la mampara del despacho de transacciones. Tras acordar el pago de 1.185 millones de las antiguas pesetas, el mandatario compró a un bedel de la Federación Italiana para que depositase el acuerdo en el sobre.

Alberti recuerda como si fuera ayer el recibimiento en San Paolo el 5 de julio de 1984, con 60.000 enloquecidas personas: “Querían hacerle aterrizar en helicóptero, saltar en paracaídas, los dirigentes estaban fuera de sí. Hubo que habilitar un vestuario para la sala de prensa, porque había cientos de periodistas. El Nápoles no era consciente de la dimensión de aquello”.

Si 'El Pelusa' estaba ansioso por debutar, lo napolitanos no dormían pensando en verle en carne y hueso pegado a una pelota. Y sus primeros bolitos fueron unos partidos en la playa de Riva Florita. Jugaban argentinos contra italianos. “Corrió la voz y, de repente, aparecieron 500 barquitos. La gente se tiraba al agua y nadaba para llegar a la costa y verle de cerca”, desvela. Una cala pequeña se había convertido en todo un estadio.

Maradona empezó viviendo en el hotel Royal Palace, junto al Puerto Marítimo, pero prefirió irse a un piso con sus padres y hermanos. Poco a poco se incorporó parte de su clan, una palabra que no gusta a Alberti. “A Diego se le acercaban muchos argentinos y él nunca decía no a una foto, un autógrafo o un abrazo. Y no se supo quitar a algunos de en medio”, explica a AS junto a la playa.

El comienzo fue decepcionante. A una derrota contra el Verona llegaron bastantes más. Maradona estaba de los nervios. Hasta que se produjo una reunión clave en una concentración con el director deportivo y el capitán del Nápoles. No le pasaban la pelota “porque le veían siempre vigilado por cuatro futbolistas”. “¡Boludos!”, estalló el Diez. “Pásenla y ya me iré de ellos”. Dicho y hecho. Un 4-2 al Udinese bajo la lluvia disparó su carrera. Ya no hubo discusiones. Todos trabajaban para Diego, que apartaba muñecos, la pasaba o marcaba.

“Diego se fue de noche, nadie le ayudó”, remata Alberti con los ojos enrojecidos.