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España se ha convertido, de pronto, atlética

Viajando estos días por España, Tenerife, Murcia, Zaragoza, Almería... promocionando mi libro Mis Mundiales, detecto un fenómeno previsible pero de inesperada amplitud: hay una mayoría de amantes del fútbol que desean la victoria del Atleti. Los que estarán con los atléticos el sábado se dividirían en tres clases:

a) El núcleo duro son los seguidores del Barcelona. Odian al Madrid sobre todas las cosas y les gustaría que los blancos mordieran el polvo hasta con el equipo más impresentable de la Rusia de Stalin o de la Alemania de Hitler. Reconozcamos que los madridistas tienen sentimientos similares hacia el Barcelona, quizás algo menos profundos: cuando en el Bernabéu aparece un marcador que canta que el Barça ha recibido un gol en su campo hay un raudo grito de júbilo de unas 30.000 gargantas. Cuando en el Camp Nou emerge que el Madrid ha sufrido un gol en su casa las gargantas son 60.000 y el grito es un clamor. Pero, en fin, en los dos estadios cuecen las habas de la tirria mutua.

b) El segundo grupo sería el de los aficionados neutrales que vienen padeciendo la supremacía económica del Barcelona y Madrid (esto no podría ocurrir en Estados Unidos donde hay corsés presupuestarios que suavizan la desigualdad) y que desean que la Liga se airee de vez en cuando en la cúpula, que ya está bien que siempre la ganen los mismos.

c) Por último tenemos los que sin estar al corriente del fútbol y de su historial oyen que un equipo “modesto” se enfrenta al grande y optan por David frente a Goliat. Humano.
Escribió Cuco Cerecedo que cuando el Madrid gana, media España estalla de júbilo y la otra media está pesarosa. En esta ocasión los simpatizantes de nuestro rival son más de la mitad. Ojalá que Cristiano Ronaldo, Bale, Ramos, Casillas... los decepcionen.