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BORUSSIA 2 - REAL MADRID 0

A semifinales tras un buen susto

Terrible sufrimiento del Madrid, que regaló dos goles a Reus en el primer tiempo. Paradas decisivas de Casillas en el segundo. Casemiro e Isco sostuvieron al equipo al final.
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Casillas, en una de sus intervenciones en la segunda mitad.
Casillas, en una de sus intervenciones en la segunda mitad.CARLOS MARTINEZ
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Esto es Casillas. Y esto es un equipo alemán. Nadie se gana la fama durmiendo. Nadie se gana el respeto por nada. Iker salvó al Madrid por enésima vez y el Dortmund emparentó con los viejos ogros alemanes, el miedo estaba fundado. Al final, el madridismo disfrutará de sus cuartas semifinales consecutivas y de una lección fundamental: es peor perder la memoria que la cartera.

Ya no habrá madridistas que pongan en duda a Casillas, o quizá todavía queden, escondidos en alguna isla remota, como aquel japonés que tardó 30 años en dar la guerra por perdida. Cuesta creerlo, pero fueron muchos los aficionados que renegaron de él, fascinados por Mourinho o por el amor a los látigos, colgados de una atracción fetichista y sexual que todavía hoy llena de imágenes del entrenador del Chelsea banderas blancas, bufandas moradas y avatares diversos. Ni siquiera la iconografía del Che ha tenido tanto éxito.

Iker resistió. Y hasta eso le reprocharon. Si callaba era malo y si defendía a Diego López lo hacía tarde. No tenía escapatoria, ni respaldo del club (oficial o sentimental), ni apenas partidos para reivindicarse. Pero resistió.

Y en Dortmund avanzó su rebelión pacífica. Iker rescató al Madrid cuando estaba contra las cuerdas, cuando el tercer gol hubiera aniquilado la maltrecha confianza del equipo. Entre los minutos 67 y 69, Casillas sacó dos balones que venían cargados de muerte, tiros de cerca, de los que se repelen sin pensar, por puro instinto y por puro ángel.

El Dortmund entendió entonces que había un muro más alto que el del fondo sur del Westfalenstadion. Digamos que reconoció a Casillas, el del Mundial y el de las Eurocopas, el de la Champions, el mito. No se deshinchó hasta ese instante. Al contrario, con un equipo plagado de remiendos, el Borussia acorraló a un Madrid confundido por su falta de memoria y por el mal planteamiento inicial de Ancelotti. La táctica de contención no está hecha para este Madrid, ni para estos jugadores, durante la primera parte más pendientes del reloj que de la portería contraria.

El error pudo acabar en drama, aunque costaba imaginar tal cosa en los primeros minutos. No es sólo que el Borussia estuviera expectante. A los quince minutos, Di María falló un penalti o lo paró Weidenfeller, tanto monta. El argentino, tirador inesperado, resbaló en el momento de impactar con el balón. La jugada había sido absurda desde el inicio, como siempre que un defensa bracea dentro del área, como siempre que un pistolero pisa una cáscara de plátano.

Como pueden imaginar, aquello creció al Borussia y al estadio. Tres minutos después, los alemanes estuvieron muy cerca de adelantarse. Lewandowski le robó un balón a Illarramendi, que pretendía protegerlo con el cuerpo para que se perdiera por la línea de fondo. Reus (sublime) continuó la jugada, recortó a Pepe y enganchó el atún en el anzuelo de Mkhitaryan, que no supo levantar la caña.

En el siguiente ataque, marcó el Borussia. Piszczek envió un pase largo desde el lateral derecho, insustancial, y Pepe no tuvo mejor ocurrencia que cedérselo de cabeza a Casillas, demasiado lejos y demasiado flojo, quizá confundido por tanto rizo. Reus se plantó frente a Iker y marcó el primero.

La única contestación del Madrid durante la primera parte fue ininteligible. Benzema condujo una contra y, en el momento de la verdad, tropezó con algo que sólo pudo ser un agujero negro, pues fue engullido.

Iker contuvo el ánimo de los alemanes hasta que Reus aprovechó el segundo regalo madridista. Illarramendi volvió a ejercer de Santa Claus, Reyes Magos y Ratón Pérez. Ramos quiso apoyarse en él y el chico perdió el balón allí donde está prohibido bajo pena de cárcel. Reus montó la contra y prolongó a Lewandowski, que chutó cruzado. Iker evitó el gol en primera instancia, con la yema de los dedos, pero la pelota rebotó en el palo y Reus la remachó.

En la segunda mitad, Isco entró por Illarramendi, que salió muy dañado del partido, hecho trapos, diría. Le costará remontar el vuelo porque en el Madrid se perdona peor la falta de carácter que el fallo doble. La comparación con otros compañeros resulta más hiriente visto el rendimiento de Isco y Casemiro. Cuando acabe la fiesta por la clasificación habrá que preguntar por qué el brasileño se ha pasado la temporada en el cuarto oscuro.

El Madrid mejoró: descubrió que el Dortmund no tiene nada detrás de Reus y Lewandowski, sólo un magnífico portero. El Borussia no se amilanó: estaba dónde quería estar, a un gol de empatar una eliminatoria perdida. Fue el momento de Casillas, el de la frustración de Mkhitaryan y Grosskreutz, las víctimas del santo.

Isco controló el balón para abanicar al equipo y Casemiro entró con cien bombonas de oxígeno para darle vida. Aunque el madridismo se comió las uñas hasta la primera falange (Cristiano el primero), el Madrid no sufrió más. Los alemanes se quedaron sin fuerzas, pero con el orgullo intacto. El Madrid está en semifinales. El susto vendrá bien. Para recuperar el pulso. Y la memoria.