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OPORTO 1 -SEVILLA 0

El Sevilla pierde la batalla de Oporto pero no la guerra

Un gol de Mangala decidió pero los portugueses pierden a dos de sus estrellas, Fernando y Jackson, para la vuelta. Dos palos del Oporto y un gol cantado fallado de Gameiro.

Mangala (izq.) celebra el gol del triunfo.
Mangala (izq.) celebra el gol del triunfo.EFE

Se ocurren peores maneras de perder 1-0 en Europa. Después de lo inferior que se vio en la primera parte y lo apurado que estuvo en general, el desenlace de la ida dejó cierto sabor de esperanza en el Sevilla. Jackson y Fernando, dos de las estrellas portistas, no jugarán la vuelta, y Quaresma estrelló un balón al palo en el minuto 92 que pudo mandar a la lona a los chicos de Emery. Habrá ambiente, partido y fe en Nervión porque el 1-0, consecuencia del único gol del imponente Mangala, deja la eliminatoria abierta. Gameiro pensará que pudo ser mejor, porque falló un gol imperdonable, pero también el Oporto, que se estrelló dos veces en la madera.

Es el Oporto es un equipo de academia. No sólo se permite formar, fichar y traspasar como nadie. También vende un modelo de entrenador joven que puede triunfar (Mourinho, Villas-Boas) o no (Paulo Fonseca) pero que es suyo, y un estilo de juego fresco. Su afición le exige atrevimiento y eso le dieron ante el Sevilla, al que abrumaron en la primera parte con un sentido colectivo y desenfadado del juego. Un estilo romántico que deja grietas por la juventud de su equipo. Su defensa más veterano, Alex Sandro, tiene 23 años, y el jugador más viejo es Quaresma, que después de toda una vida díscola de fútbol sólo tiene 30. La apuesta del Oporto, que debe agradecerse, tuvo premio sin embargo con una pillería del otro fútbol. Pasada la primera hora, el Sevilla, que estaba pasando las de Caín pero no había cometido ninguna informalidad en su dibujo táctico, se durmió en un saque de falta. Mangala, central que apunta a club grande si olvida ciertos barroquismos innecesarios en defensa, remató espectacularmente un centro de exterior de Quaresma. Con el 1-0 se fue al descanso el Sevilla, pero pudo dar gracias porque el Oporto le sometió a un asedio de córners, posesión y Beto salvó el 2-0 al borde del descanso en un magnífico disparo de Defour, uno de los precursores de la nueva generación de oro belga, que terminó en el palo después de que el portero portugués le pusiese tres dedos providenciales.

El Sevilla estuvo a remolque todo el partido. El Oporto es más joven, más rápido y más físico. Tiene mejores condiciones futbolísticas pero también menos maldad. Por eso dejó escapar vivo al Sevilla, desconectadísimo. Alberto sufrió con Varela y Danilo en la derecha (pocas ayudas de Marin, desaparecido en un partido impropio de su fama, sin ningún peso en el mismo) y Rakitic tiene jerarquía pero juega a una cosa distinta a lo que intentan Iborra y Carriço, meros destructores. El plan del Sevilla se resumió en dar pelotazos para escapar del tiroteo portugués y esperar que el Oporto perdiera frescura. Eso sucedió con el paso de la segunda parte, cuando Emery pudo darle una pincelada más ofensiva a su equipo. Fue entonces cuando Gameiro malgastó un regalo de Fabiano. El suplente del eterno Helton, que mostró alguno de sus mismos histrionismos, no atrapó un disparo de Bacca. La pelota quedó a pies del francés para hacer el gol de la eliminatoria Si Deschamps vio dónde acabó la jugada, sus opciones de Mundial se habrán disuelto. Al Sevilla le dio otro subidón la expulsión de Fernando y se creyó en condiciones de empatar. Pero lo que estuvo a punto de encontrar fue el 2-0 de Quaresma en el minuto 92. El 1-0 fue una dosis perfecta para no tergiversar la realidad (superioridad del Oporto), pero también mantener la moral en la tropa (la fe en la remontada). El Sevilla sólo perdió una batalla, pero no la guerra.