Argentina | Matías Barzola
“Relaté el gol de Almirante aturdido y desilusionado”
Se ha hecho famoso en el mundo por su relato en un Talleres-Almirante Brown. Mientras celebraba el gol del uno en el descuento llegó el empate del otro. Y no le sentó bien...
—Repasemos la anécdota de aquel relato que impactó en las redes sociales. Mientras extendía la narración del gol de Talleres de Córdoba, ¿seguía el último ataque de Almirante Brown? ¿Imaginaba que en un minuto le empatarían el partido?
—Mientras remataba el gol imaginando en Córdoba, donde diluviaba, a la gente en pleno carnaval ganando las calles, y esas negras guazas con la remera mojada quemándole la cabeza a los pibes, iba relojeando que Almirante atacaba, pero pensaba; nooooo, no me digas que se lo van a empatar ahora, y cuando veo que la pelota entra, es la misma desilusión que me invade cuando miro lo grande que me queda la cama, y tengo que dormir otra vez solo. “Un perdedor”, afirmarían mis amigos.
—Como relator, ante una situación así, ¿se sintió especialmente frustrado?
—Y… es un poco frustrante, pero son las reglas, como en la vida, se puede ganar, empatar o perder. Obvio que así duele un poco más. De todos modos, yo no jugaba, fui un mero espectador, la toque de afuera, así que la frustración prefiero dejarla para otros momentos. Porque si no, serían demasiadas frustraciones para una sola vida…
—El enfado, el insulto, ¿fue una manera de descargar la rabia?
—Fue una reacción natural, no creo que haya sido un culto a la creatividad lo que hice. Supongo que a la mayoría de los hinchas de Talleres les debe haber pasado lo mismo. Pero no sé si es rabia. Fue una sensación de aturdimiento, cuando te pegan un golpe de atrás y no sabés quién es ni por qué lo hicieron, empezás a mirar para todos lados como un perro que lo dejó la mudanza, buscando respuestas que capaz se fueron con la mudanza misma.
—¿Quién le puso y por qué lo de ‘el relator del pueblo’?
—Fue el diario La Voz del Interior después de un partido Rafaela-Belgrano. En esa cancha teníamos la cabina muy cerca de la Primera Barra (la hincha dade Belgrano), y la verdad me vi muy influido por el delirio de los hinchas. Entonces empecé a relatar como si lo hiciera colgado de un paravalancha o agitando una bandera. Me pusieron así y quedó un poco instalado, los más refinados me decían que esta manera de relatar no es seria, y la verdad tenían razón, no creo ser serio, más bien aspiro a ser “en serio”.
—¿Cómo describe su estilo?
—Común. “Común” es “como uno”. El oyente-hincha siente que estoy hablando de él, y es que estoy hablando de él. Entonces surge una relación complementaria, nos pasan las mismas cosas, podemos cruzarnos en una marcha por las calles, en el baile de Ulises Bueno, en el carnaval del barrio. Me encanta ser uno de ellos, siento que ese es mi espacio. Ahí vivo.
—¿Recurre al rock, a la literatura, al cine, para profundizar o vestir un relato?
—Desde una letra de Cjs, hasta la gilada que tira un borracho en el deportivo, el consejo de mi amigo “el viejo Montaldo”, o las razones rebuscadas de una mina para dejarme, pueden terminar o empezar a armar una transmisión. Leo trabajos simples, rara vez voy a una librería, porque me gusta la lectura de materiales que no se venden. Me encantan los trabajos de talleres literarios independientes, que son fotocopias abrochadas, hasta con algunos errores de tipeo, creo que ahí hay pasión. Me seduce la idea de saber qué les pasa, porque escriben lo que escriben. Me nutro de lo simple, lo más cotidiano, observo, pregunto bastante. En lo básico esta lo fundamental.
—¿Cómo de complejo es relatar en el ascenso argentino?
—En mi pueblo (Jovita), relataba desde el buche de un camión, no me asusta ni me incomoda relatar el Argentino, te diría que me gusta más, aunque relatar un gol puede significar que algún negro te quiera boxear, pero te tiras un par de manos y seguro que te separan. En Concepción de Uruguay teníamos que sacar una línea de teléfono para hacer la transmisión y empecé a juntar cable que había en la cancha más lo que yo tenía y armé como 80 metros. Lo tiré desde la cabina, pasaba por un patio, por arriba de una parra, cruzaba la calle y entraba por una ventana de una casa que me la alquilaba a 100 pesos. Fue una tarea de inteligencia conseguir la línea, como a la media hora que estábamos transmitiendo el chabón que nos había alquilado cayó a la cabina diciendo que precisaba el teléfono para llamar a la novia, así que fuimos a una pausa y el pibe nos desconectó a nosotros e hizo la llamada. Duró 30 segundos el corte pero fue muy loco.
—¿Le costó llegar? ¿De qué trabajó antes de ser relator? ¿Cómo se ganaba la vida?
—Durante el colegio secundario trabajé de basurero, corría al lado del camión juntando la bolsa de residuos, a los 18 años me vine a Córdoba y empecé a laburar de panadero, le “di masa” durante once años, de hecho hasta hace muy poquito, cuando decidí dedicarme a esto del periodismo. Aquello sí que era laburar, en pleno invierno a las 4 de la mañana bolseando harina. Acá no hay que hacer fuerza. Si algún día no puedo relatar más por lo que fuera, no tengo drama en volver a juntar la basura o regresar a la panadería.
—¿Qué opina del tipo de relato español, quizás más lento, más bajo en tonalidad?
—Yo escuché algunas cosas del relato español y aquel “Alfonsoooooo, Alfonsoooooooo” estuvo zarpado, el tipo tiró todo lo que sentía y eso está buenísimo. Hay tantos caretas dando vuelta que acomodan el texto pensando en quedar bien, que de pronto cuando alguien es visceral se nota. Hay muchos periodistas parecidos, el desafío es ser distinto. Son creativos en España, me cabe la idea del relato que tienen.
—¿A qué futbolista le gustaría relatar?
—Al que sea capaz de emocionarme tanto como lo hacia Diego Armando Maradona.