Café, copa y fútbol
Forges: “Martino es un náufrago perdido entre tanto talento”
Compartimos mesa en Las Estaciones de Juan repasando sus viñetas con las que lleva 50 años ejerciendo de sagaz analista social, con un toque de genio radicalmente divertido.
—Van 50 años de la primera viñeta de Forges, ¿la recuerda?
—Sí, era el dibujo de un albañil, un trabajador del Ayuntamiento al que premiaban por ser el número uno de una campaña para tapar baches. Salía el hombre con su paleta y el cemento tan feliz. Alta tecnología.
—Trabajaba en Televisión Española y decidió dejarlo porque se aburría.
—Es que yo lo que quería era ser humorista gráfico, mejor dicho, lo que quería era pintar chistes. Fue muy emocionante dar aquel paso. Me acuerdo cuando se lo dije a mi padre, que también era periodista, se me quedó mirando y comentó: “Allá tú”. Luego me dio un único consejo, que fuera original, que quien viera un dibujo mío lo reconociera al instante y desde la distancia. El caso es que me tiré muchos años preguntándole: “Papá, ¿se me reconoce ya?”, y él me decía: “Noooo”.
—La primera viñeta apareció en ‘Pueblo’. ¿Recuerda cuánto le pagaron?
—Me iban a pagar 60 pesetas y entonces les dije que ni hablar, que yo cobraba doscientas. Y fue lo que me pagaron. Dicen de mí que, además de ser un dibujante conocido, soy un gran luchador de contratos para mí y mis compañeros. Es de sentido común. Yo siempre he entendido que cobraba por ceder el derecho de reproducción de mis dibujos, no por ceder mis dibujos que para eso son míos.
—Repasando sus chistes de esos primeros años, los 60, aparece ahora como un humor muy moderno.
—Para la selección del libro estuve revisando más de cuarenta mil dibujos de los cuales la mayoría los podría reproducir ahora mismo sin ningún problema. Le confesaré que podría vivir sin dibujar nada nuevo y cogiendo chistes de entonces.
—¿Se sentía usted un adelantado a su tiempo?
—No, para nada. Esto mío es una forma de periodismo de vagoneta. Pero de vago, ¿eh? El truco está en que para no estar escribiendo folios, coges las letras, las estiras y haces un dibujo. Yo tardo mucho menos.
—¿Con Franco se hacía mejor humor?
—Lo que pasa es que había que buscar la fórmula para decir más cosas de las que te permitía la censura. Había un lenguaje eufemístico que empleábamos humoristas y escritores, que dejaba leer entre líneas. La censura tenía que dar una razón jurídica para cargarse un texto. Había que agudizar el ingenio.
—¿Cuáles eran sus referentes?
—Bueno, estaba Vázquez, con Las hermanas Gilda, y Paco Ibáñez, que me parecía un señor mayorcísimo y eso que sólo me sacaba seis o siete años, pero es que con 15 años ya estaba dibujando con mucho éxito.
—¿Entonces ya era usted del Athetic o fue una conversión tardía?
—De toda la vida. Y lo explico. A mí me gusta mucho el sentido deportivo de la vida. Mi padre, que era un gallego del Español, un día me dijo que el equipo más deportivo que había era el Athletic porque San Mamés era el único estadio en el que si el rival había estado bien le aplaudían. Y aquello me impactó. No lo he visto en ningún otro lado.
—Sería usted feliz en la época de Clemente.
—Recuerdo que le hacía chistes y me los pedía todos. Era un tipo muy serio. Casi todas las personas que no son altas sin embargo suelen tener mucha personalidad y genio, sobre todo para defenderse. Alguna vez le vi jugar al fútbol y era un jugador muy fino.
—De jovencito ejerció de portero.
—Y es la posición más complicada. Hay gente que no se da cuenta de lo indefenso que estás. Tenía tanta afición de pequeño que con once años me pegaron una patada en la cabeza y me hice una cicatriz de once puntos. El médico cuando terminó de coserme me dijo que ya lo podía soltar. Estaba aferrado al balón.
—En el año 82 con el Mundial, se dio un buen homenaje a hacer chistes.
—Es que me encargaron unos fascículos diarios a color. Era complicado porque los partidos eran por la noche y tenía que sacar el fascículo por la mañana. Trabajé como un loco pero fue apasionante. He querido repetir haciendo los Mundiales, pero no se ha vuelto a suscitar.
—Es usted un gran analista del mundo del hincha, del forofo.
—Creo que se puede ser hincha pero flácido, sin acritud. Yo hice una campaña que se llamó Juego limpio y sin violencia. Durante una época fui socio del Madrid y el día que vi una foto de Ramón Mendoza con una bandera negra y varios ultras, esa misma tarde devolví mi carnet y el de mis hijos. Con ciertas cosas no se puede transigir.
—¿Dónde encuentra el momento más cómico de un partido de fútbol?
—Hay muchos. Siempre he creído que el árbitro cuando tira la moneda al aire miente. Nadie le pide verla. También que los jugadores llevan un chip en la camiseta que les avisa cuando están siendo enfocados por las cámaras para entonces escupir al suelo, ¿no se han fijado? Jugador enfocado, jugador que escupe.
—Hablemos de sus personajes, ¿Xavi e Iniesta podrían ser ‘Los Blasillos’?
—¡Seguro! Representan la ingenuidad de lo rústico. La arcadia feliz. Los Blasillos son los más serenos y coherentes. Pero si se habla de temple y sangre fría a mí me fascina Valdés, ese portero extraordinario que se ha visto tapado por otro genio de la portería como es Casillas.
—¿Son estilos distintos?
—Casillas es el felino y Valdés es la solidez absoluta, estilo Iribar. Siempre hemos tenido grandes porteros en este país. Como Reina, aunque Reina es polivalente, vale para todo: canta, baila, juega al fútbol. Juega increíblemente bien con los pies, es un genio.
—¿Ha tenido amistad con algún futbolista?
—Sobre todo con Iribar. Era un tipo majísimo. Me acuerdo una vez que en el Bernabéu le metieron cinco goles y después del partido en el vestuario nos reunimos algunos aficionados desolados y nos dijo sonriendo: “No os preocupéis, esto es síntoma de que tenemos mucha vida interior”. Era un genio.
—En aquellos años setenta coincidieron viviendo en Pozuelo un buen número de artistas.
—Se trataba de una urbanización que estaba diseñando Peridis y efectivamente allí coincidí con gente como Aute, José Sacristán, López Riaño, González Sinde, Munárriz... Fue una época muy divertida. La Guardia Civil la conocía como la urbe de los rojos y eso que jamás en la vida hicimos política.
—Siguiendo con sus personajes, veo al Tata Martino como uno de sus náufragos, totalmente perdido.
—Es curioso porque en su país tiene mucho prestigio. Es famoso y muy querido. Tiene tanta calidad dentro de su equipo que le es imposible hacer una alineación. Así está siempre apenado. Messi vomita, Neymar no arranca y a Alexis, que es un figura, muchas veces le tiene que dejar en el banquillo. Es todo un rompecabezas.
—¿Cómo ve usted el Clásico del domingo?
—Nada, no va a pasar nada. Van a empatar. Lo tienen todo ya muy medido. La Liga se decide en los dos últimos partidos.
—¿Y el Atleti?
—El pobre Atleti se había quitado un problema de encima que reapareció en la eliminatoria de Copa: pupeó. Es decir, volvió a ser el pupas y se desmoralizó. Sería maravilloso que alguna vez alguien que no sea Madrid o Barça ganara la Liga. Ojalá lo haga el Atleti.
—¿Qué le parece la figura de Florentino?
—No le conozco. Sólo juzgo los hechos. Y me pregunto, ¿qué hace Casillas en el banquillo?, ¿qué hacía un tipo como Mourinho en el Real Madrid? El Madrid es una cosa socialmente muy importante y no se puede tener a un piernas dirigiendo el banquillo. Y eso lo sabía Florentino. Ancelotti es un señor que sabe de fútbol y una persona educada. Lo digo totalmente en serio porque soy humorista: estoy convencido de que Mourinho ha ido desarbolando las selecciones por los países que ha ido pasando: lo hizo en Italia, en Inglaterra y lo intentó en España: se cargó al portero de la Selección y promovió el enfrentamiento entre vestuarios.
—Utilizó a Mourinho para muchos de sus chistes.
—Es que no se puede ir tan de sobrao por la vida. No se puede ser así de estúpido. Es un mal ejemplo para los chavales.
—Más personajes forgianos. ¿La Concha se asemeja a Angela Merkel?
-—No diga eso. Concha es sagrada.
—¿Y Mariano siempre ha sido seguidor irredento del Madrid?
—Pues claro. La verdad es que es el alter ego de un cuñado mío que parece haber inventado al Real Madrid. Tiene ochenta años y carnet desde los seis. Cuando se prepara un partido del siglo de estos que hay cada semana, todos los dibujos que veáis reflejan a mi cuñado Pedro y a mi hermana María. Ese chiste en el que un tipo grita “¡chuta!” y la mujer le dice: “Pero hombre enciende el televisor” y él contesta: “Sí, para que nos ganen”. Bueno, pues ese es mi cuñado.
—¿Cuál es su procedimiento de trabajo?
—Como todos los periodistas. Te levantas por la mañana, escuchas la radio, te preguntas “¿pero qué ha dicho este tío?”, luego pones la tele y ya sabes que debes dedicarte hacia lo que a las 11:00 u 11:30 se va decantando. Por lo general la apertura de los informativos del mediodía tienen que coincidir con el dibujo que estás preparando, y si no, tienes que volver a hacer el chiste. Cuando no había Internet esa era la fórmula. Pero todavía lo suele ser. Lo que va a ir en primera en papel suele coincidir con la apertura de las noticias del mediodía anterior.
—Haciendo humor de vagoneta, ¿cómo le pueden dar la medalla de oro al Mérito en el Trabajo?
—¡Eso digo yo! Pensé, tiene que tener truco, porque lo que hago yo, lo podría hacer cualquiera, aunque afortunadamente para mí, la gente no se pone. Es verdad que llevaba 52 años cotizando a la Seguridad Social. Me dijeron: “Es que usted ha hecho mucho por el humor gráfico”. Y contesté: “Vale, lo cojo en nombre de mis compañeros”.
—¿Y lo de Forges?
—Me lo puse por mi madre. Mi padre es gallego y mi madre catalana. Mi primer apellido, Fraguas estaba bien para un funcionario pero no para contar chistes. Decidido a buscar un seudónimo, le di un homenaje a mi madre y traduje el apellido. Así de sencillo.