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SEVILLA 1 - ESTORIL 1

Sin Reyes no hay duende

La conexión Reyes-Gameiro puso por delante al Sevilla muy pronto, en el minuto 7. Un gol de Ruben Fernandes (89') embargó el liderato hasta Friburgo.

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Sin Reyes no hay duende
ATLAS

Un gol sobre la bocina de Rubén Fernandes, un anónimo del animoso Estoril, enfrió el Sánchez Pizjuán y le embargó al Sevilla, ya clasificado, el liderato europeo de grupo un par de semanas más. Lejos de los fastos del derbi, el partido fue un retrato del recorrido del Sevilla por la primera fase. Aburrido, discontinuo, confundido por las rotaciones lógicas que Emery introduce a medio camino entre la fatiga de la competición y la poca entidad de los rivales de grupo, sus partidos han sido insufribles y con finales inesperados. Cuatro de los cinco se han definido en la zona Cesarini. Ganó en Portugal con un gol de Gameiro, empató sobre la hora en Liberec y, sin embargo, se ha dejado sorprender en Nervión por el Slovan y ahora por el Estoril.

Hasta el decepcionante final para el Sevilla, que estaría clasificado incluso en caso de derrota en Friburgo (el triple empate dejaría fuera al Slovan), el hombre del partido fue Reyes. Arrumbado en el baúl de los recuerdos hace apenas un par de semanas, hoy es el jugador de moda en el Sevilla y eso al Sánchez Pizjuán le gusta. Porque le quiere mucho. Reyes se deja ir porque es disperso, pero es fabuloso reencontrárselo cada cierto tiempo. La gran cuestión de la semana ha sido cómo Reyes, el futbolista sin reglas, ha entrado en el plan de un entrenador de laboratorio como Emery, capaz de aburrir en banquillo a Joaquín durante su época en el Valencia si no respetaba ciertas normas tácticas. Unai, no obstante, no es un fundamentalista. Como buen estudioso, sabe que el desequilibrio, es lo más caro del fútbol. Y Reyes lo tiene.

Ante el Estoril, como ante el Betis, volvió a ser el jugador desequilibrante del derbi. A los siete minutos hizo una maniobra fabulosa en su propio campo y asistió al velocísimo Gameiro, que también definió con estilo. Un golazo que creó una expectativa irreal sobre el partido. Pero ese fue el único parecido del Sevilla respecto al derbi. Entre otras cosas, porque el partido, envuelto en una atmósfera fría, y el rival parecía un sparring muy poca cosa.

Después del 1-0, ya nada funcionó en el Sevilla. Ni los automatismos de equipo, ni las salidas al contragolpe y tampoco la estrategia. Jugador por jugador, la cosa tampoco fue mucho mejor. A Rakitic, otra vez enlace, y Alberto Moreno se les vio agotados. Cristóforo volvió a naufragar como socio de M’Biá, que añoró a Iborra y Perotti, además de no ser Vitolo, volvió a montar un numerito cuando Emery decidió cambiarlo. Miró mal al banquillo, gesticuló, no atendió al saludo del entrenanador y lanzó con desprecio el abrigo. Mal detalle para un jugador con los días contados en Sevilla.

Luego supimos, además, que estos días Reyes tiene hasta embrujo y es talismán. Fue irse del campo, ya visiblemente cansado, y arrodillarse el Sevilla, a merced de un equipo amarillo sin un jugador reconocido. Sólo el animoso Balboa, que de vuelta a España aprovechó sus minutos para ponerse en el mapa y asistir a Rubén Fernandes. Ausente, el Sevilla se vio otra vez desarmado por un equipo sin más que la ilusión por hacer algo interesante en un estadio con enjundia. Visto lo visto, el Sevilla necesita que pase Friburgo para enfrentarse a lo grande. Allí, en dieciseisavos, le conoceremos.