SEVILLA - S. LIBEREC
Más bronca en Nervión: el Sevilla no le gana ni al Slovan
Perotti marcó un golazo de falta directa pero un sector de la afición pitó al argentino. El Sevilla se confundió y acabó empatando ante los checos.
En medio de una preocupante pero cada vez más usual atmósfera de guerracivilismo en Nervión, con un sector de la grada revuelto contra Perotti y otro levantado contra ese sector disidente, un Sevilla trufado de suplentes fue incapaz de ganar al Slovan Líberec. Un equipo flojísimo que anda por el 140 en el ranking de la UEFA pero que ha salido intacto de sus dos enfrentamientos ante el antiguo campeón, hoy convertido en cenizas.
Anda tan confuso el Sevilla que hasta un gol a favor es capaz de dividir a su gente. Perotti, jugador controvertido que ha tenido más de un gesto discutible con la afición, marcó un golazo de falta directa en el minuto 29 que en vez de ser recibido en aire de comunión generó un remolino de consideración en el Sánchez Pizjuán. En febrero pasado, Perotti pidió entre lágrimas en la radio del club no regresar de Argentina mientras se recuperaba de una lesión (“estoy destruido”). Finalmente volvió, pero eso no apagó viejas rencillas. Ni un gol de bandera le reconcilió y el asunto va para largo.
El inesperado ruido del 1-0 confundió al Sevilla, que salió resuelto a decidir el partido y la clasificación en la segunda parte. Pero no lo hizo. El Slovan, que vio siempre la portería de Javi Varas lejísimos, se animó en una cabalgada de Pavelka, que sacudió el balón y sorprendió al portero de Pino Montano. Insospechada e inmerecidamente, el Sevilla no ganó. No hay quien sofoque el incendio en Nervión. Y Emery...
En el fondo, el revuelo generado en torno al gol de Perotti le había hecho un favor a Emery durante un buen tramo. Desvió el foco hacia una parte distinta al juego en sí. Concentrado en la Liga, el entrenador fue coherente y huyó de populismos. El once titularísimo y una victoria cómoda hubieran resultado la opción más sencilla para evitar problemas. Emery fue honesto y alineó un equipo reserva que pese a todo debió ganar el partido con suficiencia. Sin embargo, dejó abierta la ventana a la sorpresa.
Supuestamente sofocado el incendio de Perotti en el descanso, el Sevilla salió más calmado, dispuesto a resolver el partido y la clasificación (que, por cierto, sigue estando relativamente sencilla y será matemática si gana al Estoril). Reyes, lejos físicamente de aquel futbolista que deslumbró y que pudo ser pero no quiso, jugó en zonas intrascendentes pero lo hizo con su talento único. Perotti, M’Biá y el mismo Rusescu debieron sentenciar pero fallaron. Sucede que cuando un equipo vive en el alambre y desconfiado, extrañado incluso por las disputas familiares en la grada, se llena de inseguridad. Así llegó el 1-1 y así acabó el Sevilla. Preso de la ansiedad, desnortado. Intranquilo en su propia casa.