La historia
"Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión"
En su libro '366 historias del fútbol Mundial', Alfredo Relaño relata el debut con España en el Mundial de 1950 de Antonio Ramallets. Un partido en el que se ganó a Inglaterra.
Al Mundial de 1950 fuimos tras eliminarnos con Portugal para la clasificación: 5-1 en casa y 2-2 allí. España tenía entonces una buena generación de jugadores, en especial el Athletic de Bilbao, con su célebre delantera a pleno rendimiento. Se trabajaba la preselección a fondo, empezando con una lista de 53 jugadores. Incluso, mientras finaliza la Copa, se envía a jugar a México un equipo con los jugadores eliminados en esa competición. Los días 9 y 15 de junio se realizan los tests finales, ante el Hungaria, el equipo de apátridas, casi todos fugados de la Europa del Este, los más de Hungría. Lo entrena Daucik y la estrella es su cuñado, Laszlo Kubala. Al final del segundo partido, ganado por 6-3 por los españoles, se anuncia la lista oficial: Eizaguirre, Acuña y Ramallets, porteros; Asensi, Gabriel Alonso, Antúnez, Parra, Gonzalvo II y Lesmes II, defensas; Silva, Gonzalvo III, Puchades y Nando, medios; Basora, Juncosa, Igoa, Molowny, Zarra, César, Panizo, Rosendo Hernández y Gaínza, delanteros. Se consignan todos porque aquel equipo fue cuarto en el Mundial, la mejor clasificación hasta la fecha.
El sorteo nos coloca en un grupo junto a EE UU, Chile y los inventores, los ingleses, que van por primera vez a un Mundial, un poco como con condescendencia. El comienzo es peliagudo: a nueve minutos del final estamos perdiendo con Estados Unidos por uno a cero. España, pegada a la radio, no lo puede creer. Finalmente, la selección se desmelena e Igoa (81'), Basora (83') y Zarra (89') dan la vuelta al marcador. El siguiente es Chile, ante el que debuta un jovencísimo Ramallets, que había sido la sorpresa de la lista. Victoria tranquila, 2-0, con goles de Basora y Zarra. Y ahora, a por los ingleses. Que, la verdad sea dicha, venían de perder con Estados Unidos. Pero eran los ingleses, caramba, y quizá se tratara sólo de un descuido. España entera está junto a las radios y escucha con temor reverencial los nombres de Matthews, Finney o Wright en la voz de Matías Prats, que glosa algunas grandes paradas de Ramallets, rebautizado al regreso como el Gato de Río. Descanso con empate a cero, tertulias nerviosas en bares y familias. Empieza la segunda parte y, al poco, Matías Prats describe una subida por su banda del lateral Gabriel Alonso, con centro al área, pasado que Gaínza devuelve de cabeza a la frontal del área chica, allí aparece Zarra, que se adelanta al meta Williams y "¡Goooooool! ¡Goooool de Eeeeeespañaaaaaa! ¡Goooool de Telmo Farra...!". Porque Matías Prats, cordobés, no pronunciaba bien el sonido zeta, y lo disimulaba en efe, mejor que sesear. El truco le funcionó durante toda su brillantísima carrera porque consiguió que no se notara.
El marcador no se mueve más. Ramallets y sus escuderos no lo permitieron. Al final todo es euforia. Matías Prats hace que acerquen su micrófono al presidente de la Federación, Muñoz Calero, entusiasmado. "¿Algún recado para el caudillo!", le pregunta Matías Prats al exaltado dirigente. "Claro que sí: Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión y le dedicamos gustosos la victoria". El exceso provocó la protesta de la Embajada inglesa y le costó el cargo.
España pasó a la fase final, una liguilla de cuatro que acabó con el Maracanazo, con Uruguay campeón. Empatamos con Uruguay, perdimos con Brasil y Suecia. Al final, cuartos. No estaba nada mal, porque además nos traíamos un gol de Zarra a la pérfida Albión.