BARCELONA 0 - BAYERN 3
Un tratado de impotencia
El Bayern aplasta de nuevo a un Barça inane. Messi no jugó ni un minuto. Los barcelonista nunca tuvieron la más mínima opción ante un rival superior.
Cualquier parecido entre lo que pasó en el Camp Nou con una semifinal de Champions es pura coincidencia. Obviamente, la eliminatoria había quedado resuelta tras el meneo de la ida, cuando el Bayern ganó por 4-0, pero lo que esperaba la afición blaugrana era una salida digna de Europa, alguna sensación que remitiese a un orgullo que sólo se notó en el mosaico de la grada y en contadísimos jugadores. Pues no, el Bayern, caminando, se rifó a un Barça gris, sin mordiente, inane y sin alma. Ganaron por 0-3 porque no quisieron ganar por más. La diferencia entre ambos equipos fue brutal. El global, suma 7-0 para los alemanes.
El Barça ha llegado al final de un camino que ha sido glorioso. Ha vivido la mejor época de su historia. Si esto no es un fin de ciclo, se le parece bastante. Se ganará la Liga, se seguirán ganando títulos y el modelo debe permanecer, pero si lo de ayer era un cásting para saber quien vale o no de cara a un futuro, las empresas de mudanzas de Barcelona no darán abasto. Una cosa es perder, otra muy diferente no salir a competir. Al Barça nadie le pidió una remontada después del baño del Múnich Arena, le pidieron orgullo. Y éste brilló por su ausencia. Empezando por el banquillo, la motivación de cara al partido fue nefasta, un curso de pesimismo y de indolencia que sirve para cerrar con un borrón una historia magnífica. El Barça, que salió a jugar sabiendo que no era obligado llegar a la final, se volvió a abrazar a esa amante olvidada que tantos problemas le trajo y que se llama autocomplacencia.
La ausencia de Messi de la alineación inicial y que los dos primeros cambios por parte de Vilanova fueran Xavi e Iniesta da una somera idea del inexistente plan de ataque del Barça. El equipo culé, con honrosas y escasas excepciones, nunca creyó en la remontada. Salieron al campo como un rebaño de corderillos camino del matadero. Sumisos y sin orgullo, manchando la camiseta. De hecho, el Bayern se hubiera podido permitir el lujo de jugar los dos partidos sin portero. Hubiera pasado igual a la final. Nunca ha dado más sensación este equipo de depender de un solo hombre. Sin Messi, el Barça es un barco a la deriva. Y no parece que haya sobrecargo capaz de asumir el mando.
La ausencia del argentino de la alineación titular a causa de “malas sensaciones” fue el preámbulo de lo que iba a ser una noche nefasta. El Barça buscó remontar un 4-0 ante el Bayern con una delantera formada por Villa, Pedro y Fàbregas. Resultó una broma de mal gusto.
Desde el principio, el Bayern demostró que no estaba dispuesto a conceder ni una ocasión a un Barça que tras los primeros compases del partido ya supo que no había nada que hacer. Sin que pasara nada, el primer tiempo acabó con empate a cero. Lo peor, estaba por llegar.
En la segunda parte, la inercia de unas piernas más poderosas llevó al Bayern a convertirse en una apisonadora ante un Barça incapaz de achicar más agua. Los goles cayeron por castigo y por merecimiento. Alguno, como el de Piqué en propia puerta fue cruel, porque el central fue de los pocos que merecía salvarse del desastre.
Y así, un partido que en principio debía de hacérsele corto al Barça, se convirtió en una tortura inacabable que culminó con una sensación de impotencia como hace tiempo que no se veía en este estadio.