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MALLORCA 1 - ZARAGOZA 1

La agonía vale un punto

La roja a Loovens marcó el partido. Roberto paró un penalti y al minuto marcó Postiga. El Zaragoza aguantó con diez. Casadesús igualó en el 80'

DECEPCIÓN. Sapunaru y Movilla se lamentan llevándose las manos a la cabeza tras el gol del Mallorca, que terminaba con la encomiable resistencia del Zaragoza.
DECEPCIÓN. Sapunaru y Movilla se lamentan llevándose las manos a la cabeza tras el gol del Mallorca, que terminaba con la encomiable resistencia del Zaragoza.Miquel Borrás

A este partido no le dio tiempo a hacerse aburrido, para lo cual tenía muchas posibilidades visita la morosidad con la que los dos equipos se pusieron en movimiento. Tal vez hubiera sido mejor así. Quién sabe. Antes del cuarto de hora Glenn Loovens había visto un par de tarjetas amarillas. La segunda, una cabriola defensiva desde el suelo que dio con los huesos de Nsué en el piso del área, acabó con esa escena tradicional del fútbol moderno: penalti y expulsión. Una sacudida para el futuro del partido, que derivó enseguida por los caminos de la agonía. El siguiente giro, sin embargo, aún acusó más imprevisibilidad: Roberto sacó el penalti de Víctor con una estirada colosal. Y, un minuto después, Postiga capitalizó un agujero de Nunes y Geromel para el 0-1.

Al Mallorca le quedaban por delante 75 minutos para quebrar la resistencia del Zaragoza, un género que a este equipo de Manolo Jiménez no se le da del todo mal. La mutación genética del conjunto aragonés en su último lustro de penurias, y la variación radical del corte de futbolista que ahora se pone la camiseta, han dado a la luz a un conjunto menesteroso, que encuentra cierta comodidad maldita en los ejercicios de voluntad grupal y de reafirmación a través del esfuerzo. Con tres partidos en seis días, un parte de incidencias otra vez juguetón y algunas reordenaciones tácticas contra natura, la ventaja del Zaragoza pendió toda la noche de un hilo. A cinco del final, cuando más duele, Giovani cruzó un balón con la tensión precisa para el cabezazo de Víctor Casadesús. El mismo que había errado el penalti.

Algunos días es mejor no salir de la cama. Y si lo haces, hay que pisar con cuidado. Loovens entró en el partido señalado por la fatalidad y con un ímpetu tan mal medido que al cuarto de hora estaba en la ducha. Cuando el Zaragoza aún calculaba el precio que pagaría por las imprudencias de Loovens, anotó Hélder Postiga. El dejó en muy mal lugar a los dos centrales del Mallorca. Ocurrió en una jugada de apariencia inocua, una falta lateral que tocó Apoño, cruzada en diagonal, larga sobre el área. Ventajosa para centrales imperativos como Nunes. El portugués ganó la posición para negociar con ventaja el balón que venía. Pero, a última hora, tomó la extraña decisión de agachar la testuz y dejarlo pasar. A Geromel, que le iba haciendo de sombra, lo sorprendió. El error se inflamó y la pelota quedó para Hélder Postiga. Consciente del tamaño de semejante oportunidad, el portugués rodeó a Aouate y dejó la pelota dentro.

El Zaragoza se agrupó física y emocionalmente en torno a ese gol y a su área, donde Jiménez animó un enroque con Sapunaru de central y Zuculini a la derecha. Postiga quedó condenado a pedalear sin esperanza en el desierto. El Zaragoza ya no tendría sino una posesión residual, que tal vez debió manejar mejor. Son enmiendas algo caprichosas. Montañés se multiplicó. Víctor no encuentra estos días el toque de enganche de su fútbol. Apoño y Movilla cubrieron territorio sin reparar en el gasto pulmonar. Caparrós había retirado a Ximo Navarro para que Giovani abriera las costuras del Zaragoza. Alfaro también le subiría el ritmo al equipo bermellón. Sin embargo, su búsqueda tardó mucho en dar beneficios.

Fue cuando al Zaragoza le pesó la semana y Zuculini se desequilibró frente a las preguntas que empezaron a plantearle Pereira y Giovani. A partir de ellas tuvieron Hemed y Nunes goles hechos, Abraham sacó otro. El Zaragoza resistía a la balacera en una ruleta rusa. El Mallorca estaba cerca, le faltaba acertar. Nunca sabremos si Jiménez, que metió a José Mari, habría cerrado la vía de agua abierta por el lado del argentino. La lesión de Abraham lo obligó a otras prioridades. Y al final, Giovani logró escapar por esa banda zurda y puso un centro a medida para que Víctor lo cabeceara a gol. Faltaban cinco. Y el empate, pese al arreón del Mallorca y a una última oportunidad de Marc Fernández, ya no se movió. La agonía de los dos valía un solo punto.