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Michael Robinson

"Éramos conscientes de que estábamos pisando una tierra absolutamente mítica"

En 1979, el Real Madrid se enfrentó al Manchester City en un amistoso que degeneró en una guerra que acabó con cuatro expulsados. Michael Robinson, entonces una joven estrella 'citizen', fue uno de los protagonistas de aquel episodio...

Agustín Martín
"Éramos conscientes de que estábamos pisando una  tierra absolutamente mítica"
jesús rubio

¿Cómo era aquel Manchester City donde usted jugó ante el Real Madrid?

Era un equipo formado a base de talonario, aunque aún no había jeques. El día de mi presentación, durante la conferencia de prensa, un periodista me preguntó: "¿Vas a sentir mucha presión?". Le respondí que no. Por unas horas no fui el fichaje más caro de la campaña, ya que el Nottingham Forest pagó un millón de libras por Trevor Francis. Por mí se pagaron 796.000 libras y fui el futbolista Sub-20 más caro de la historia. Cuando me vi en la portada del Daily Mail exclamé: "¡Oh, Dios mío!". Mi vida cambiaba sensiblemente con poca edad.

Menuda presión tuvo que soportar...

Se suponía que yo tenía que driblar a cuatro jugadores y marcar un golazo por la escuadra. Era un equipo millonario. Aunque en realidad fueron tiempos infelices. Se esperaba tanto de nosotros Éramos impopulares, casi como el Chelsea de Abramovich, porque los aficionados del resto de conjuntos pensaban que habíamos comprado el título. Estábamos en el camino de ser importantes.

Aquel partido (19-12-1979) fue su debut en el Bernabéu.

Sí, era mi primer partido en el Bernabéu y me impresionó. Sobre todo, los ruidos distintos a un campo en Inglaterra, la acústica. El fútbol ahora está más globalizado, pero en aquellos tiempos conocíamos al Real Madrid por su gloriosa historia. El mito del Bernabéu. El mito del Real Madrid. Pero tampoco conocíamos cómo jugaba, aunque yo ya conocía la reputación de los Benito, Camacho, Juanito... Para mí eran nombres y apellidos de gente muy famosa.

¿Qué recuerda de aquel enfrentamiento?

A nosotros, todo lo que era jugar fuera de casa nos parecía hasta bien, porque hacerlo en casa era como un compromiso importante. No nos impresionó, sino que nos quedamos encantados. ¡Jugar en el Bernabéu! Éramos conscientes de que estábamos pisando una tierra absolutamente mítica, y que en aquellos vestuarios, los fantasmas de todos los grandes futbolistas en las grandes citas habían estado ahí. Fue excitante.

¿Se esperaban un partido así de virulento?

Pensamos que podíamos ganar. Era un encuentro más apetecible que impresionante. Ahora, del choque me acuerdo más de la crispación que de otra cosa. Tiraban cosas a nuestro banquillo. ¡Se armó una...! Nuestro técnico, Malcolm Allison, dijo que una persona le había escupido. Todo era desagradable. Me acuerdo de intentar conversar con Sol. Yo me decía: "¿Qué pasando aquí?". Y él se llevaba el dedo a la cabeza como diciendo: "Éste está loco". Y señalaba a compañeros suyos, a compañeros míos Me quería decir que aquello era una locura. Y sí, lo fue.

¡Vaya un partido!

Recuerdo que salió Rincón a jugar, para calmar el asunto. Metieron a Poli para tranquilizar a la peña.

En la segunda parte jugó Deyna, un jugador extraordinario...

Era buenísimo. Me acuerdo un día, Allison, intentando explicarnos el papel del líbero, quería que llegase hasta el centro del campo, que ahogase a los rivales, que siguiese hasta el área rival y convertirse en delantero centro, con los puntas abiertos en la banda. Eso era imposible. Él estaba en la pizarra intentando explicarlo muy detalladamente. Y saltó Deyna: "Don't worry. I understand you" ("No se preocupe. Le entiendo"). El resto nos reímos mucho. Pensamos: "¡Deyna debe saber mucho inglés si es capaz de entender esto porque nosotros no tenemos ni idea de lo que está diciendo!".

¿Tuvieron muchas críticas en Inglaterra?

No, fuimos bastante inmunes a la crítica porque, ya de por sí, el equipo estaba siendo bastante criticado. Se esperaba que fuésemos a ganar la Liga, y que fuésemos cuartos o quintos La sensación era que íbamos a arrasar en la Liga. Y no fue el caso. Yo metí diez goles ese año y fui el máximo goleador, y la verdad es que no recuerdo con nitidez haber disparado diez veces con este equipo.

¿Qué pasó?

Hubo mucha presión sobre ese equipo, porque también Allison tenía nociones de fútbol muy vanguardistas. Tan vanguardistas que no le entendimos. Yo tuve grandes discrepancias con él. Yo y el resto del equipo, pero pasados unos años me di cuenta de que tenía razón en casi todo lo que nos dijo sobre el futuro del fútbol. Antes de que muriese, tuve la suerte de poder hablar con él de aquellos días. Pensaba que había sido cruel conmigo y yo pensaba que había sido muy rebelde con él. Reconocí mis errores pero también él era un gran visionario del fútbol, que tal vez había nacido antes de tiempo, porque me acuerdo de cosas que él me dijo en 1979 y que yo, ya siendo comentarista, veía que el fútbol iba tomando ese rumbo. Cuando hablaba era como recibir una clase de geometría o álgebra en vez de fútbol. Los más veteranos no le entendían. Quiso hacer limpieza e introducir gente joven. Quería quitar a los más mayores porque sabía que su discurso tan novedoso y moderno no iba a calar.

¿Fue muy duro con usted?

Antes del partido de Madrid, estaba enfermo. Tenía mononucleosis. El City me tenía bajo tratamiento médico. Sólo me sacaban para jugar. En el aeropuerto de Manchester, antes de viajar, cogí la prensa y vi que había dicho: "A ver cuándo espabila Robinson". Me quedé sorprendido. Pensé: "Estoy dando la cara y lo que estoy recibiendo son críticas cuando un club de fútbol profesional no permitiría que un jugador actuase en esas condiciones". Me acerqué a él y le enseñé el periódico. Le pregunté. "¿Y esto? Estoy enfermo. Ni siquiera debo de estar en el avión". Había división de opiniones en los servicios médicos del club. Unos decían que estaba para jugar y otros ponían mala cara. Me mandó a mi sitio. Llegamos al hotel Mindanao. Allí se presentó Cunningham para saludarnos. Me puse a jugar con Daley al ajedrez. Y apareció Allison. Quería jugar conmigo. A mí no me apetecía, pero esas cosas no se discuten.

¿Y quién ganó?

Yo, y empezó a explicarme que había dicho eso para que me olvidara de mi enfermedad. Le contesté que me sentía desamparado porque me estaba criticando a la vez que estaba intentando coaccionarme para que jugase estando enfermo. Me sentía en el más absoluto desamparo. Era un chico que había costado mucho dinero, sujeto a la crítica, y que tenía el enemigo en casa. Me parecía una injusticia tremenda. No tenía ganas de jugar. Tenía ganas de coger un avión de vuelta a Manchester.

Lo pasó realmente mal...

A mí me vieron como un fracasado, pero antes de que terminara la temporada tenía muy claro que no iba a seguir. Un día salí de casa sólo con mi neceser camino de Maine Road, que era el estadio donde entrenábamos. En el trayecto vi una señal de tráfico que ponía: "A una milla, Aeropuerto Internacional de Manchester". En vez de entrenarme, me fui para allá, entré y no sabía dónde iba a ir. Vi que en dos horas salía un avión a Nueva York. Cogí el avión antes que ir a entrenarme. Entonces no había teléfonos móviles. La situación era que uno de los futbolistas más caros de la historia se había escapado. Me dormí, me desperté antes de llegar y ya estaba arrepentido. Me alojé en un hotel. Había pasado tiempo y la noticia había saltado.

¿Qué pasó?

Llamaba a casa. Mi padre cogía el teléfono y yo colgaba. Así hasta que mi madre lo cogió, y le dije: "Oye mamá. Soy yo. Estoy en Nueva York". Me desahogué con ellos: "No soy feliz con el trato que estoy recibiendo. No entiendo nada. Necesito tiempo para reflexionar". Luego llamé al club. Les dije que estaba bien. Me quedé unos días. Era más bien el llanto de un chaval. Cuando regresé, hablé con el técnico. Seguimos sin entendernos. Pedía su comprensión y él me decía que lo que tenía que hacer era entrenarme. Desde su despacho se podía ir por el lado derecho al campo o por el izquierdo al párking. Salí, cogí el camino de la izquierda y me volví a ir a Nueva York. Entendieron que quería marcharme, que no había nada que hacer conmigo. Ese año maduré una década.

Deseaba salir de allí.

Mi marcha fue un alivio. Me acuerdo que quería ficharme el Everton, que me apetecía, pero apareció un equipo que sólo llevaba una temporada en Primera, el Brighton. Me seducía su entrenador y también donde iba a vivir. En el norte de Inglaterra, el fútbol es casi una religión. En el sur, caso de Brighton, es un sitio donde viven los ricos para los que el fútbol es un entretenimiento y pensaba que tras el infierno que había vivido, iba a ir a un equipo que tenía buenos jugadores y donde podía tener cierta tranquilidad. Fui máximo goleador, alcancé ser internacional, el equipo iba bastante bien. Fue una terapia ir a Brighton. Aprendí mucho de mí, de fútbol y ya estaba preparado para ir al Liverpool.

¿Echa de menos algo de aquella etapa?

Cuando me presentan a una persona y me dice que es seguidor del City, lo primero que le digo es "Lo siento por la temporada 1979-80". Fuimos decimoséptimos en Liga, y la sensación es de incumplimiento tremendo. Se había vendido que ese año sí, que ganaríamos la Liga. Aunque no puedo decir que soy del City, porque desde pequeño era siempre del Liverpool, cuando veo que ha ganado me alegro y siento cierto alivio por su afición. Nosotros nunca les hicimos felices y lo merecían. Yo lo sentía, y mucho, por nuestra afición. Siempre llenó el estadio, incluso cuando descendieron a Segunda. Cuando ganó el título en la última jornada la temporada pasada, ante el Queens Park Rangers, otro equipo en el que jugué, e iba perdiendo, estaba nervioso por ellos. Quería que ganase. Iba a comentar el Rayo-Granada y en el coche iba escuchando la Cadena SER. Cuando marcaron los goles al final, daba botes de alegría. Para mí, y lo digo no como exjugador, el City es el equipo más popular del Imperio Británico, y eso que tiene como vecino al United, cuya reputación es conocida a nivel mundial.

Ese estado de ansiedad, ¿es parecido al que padece Cristiano Ronaldo ahora?

Hablamos de un futbolista tremendamente exitoso. Marca goles, es campeón de Liga... Me acuerdo de una anécdota en la que Scholes le dijo a Ferguson durante un partido que le sustituyese porque se quedaba mirando la repetición de sus jugadas en los videomarcadores. Yo ni me afeitaba. Se esperaba mucho de mí y estaba fracasando. Tenía una novia y ella quería salir y yo no. La mujer que me limpiaba la casa me llenaba el depósito del coche para que no tuviera que parar en una gasolinera y hablar con la gente. Lo pasé realmente mal.

¿Sabe algo de sus compañeros?

No he tenido mucho contacto con ellos, aunque sí les he visto. Daley era mi compañero de habitación y éramos muy amigos. Fue víctima del fracaso del equipo.

¿Cómo ve este grupo de Champions?

Es un grupo muy difícil para todos. AS dijo que el Madrid había tenido mala suerte, pero ese mismo comentario es aplicable para un periódico inglés, alemán u holandés. Es difícil para todos. Creo que el Real Madrid es indudablemente favorito para pasar. Ahora, para cumplir, el Madrid tendrá que hacer sus deberes: tiene que jugar bien.

¿Tiene algún pronóstico?

Me sorprendería que el City ganara en el Bernabéu. Me sorprendería un pelín si empatara. Lo más normal es que el Madrid gane. En Champions, Madrid y Barça están por encima y, si hay suerte en el sorteo, espero que en Wembley veamos una final española.