Yoel amarga el debut de los amarillos en su feudo

Las Palmas y Lugo salieron ayer del estadio de Gran Canaria con un punto más y sensaciones muy diferentes. A los amarillos se les quedó el paladar algo amargo. La lucha por los playoff pasa por ganar en su feudo y no pudo ser.

En el bando de Setién el punto es más que dulce. No porque sea un equipo recién ascendido, con tintes de veterano, sino porque un héroe brilló con luz propia para rescatar a los suyos: Yoel. El meta salvó tres ocasiones claras de gol. Pero no quedó ahí su aportación al equipo. Dirigió a sus compañeros desde la portería y les trasmitió calma y sosiego cuando peor lo pasaban.

Las Palmas tomó el balón desde el pitido inicial. Sin florituras, se adueñó de tres tercios del campo y presionó hasta meter al Lugo casi en su área. La idea de Sergio Lobera se veía plasmada y funcionaba como un reloj.

En el otro bando, Quiroga tardó media hora en ver qué color tenía la camiseta de Barbosa. El ariete argentino solo dispuso de una ocasión, mientras que a los locales ya les habían anulado un tanto -ilegal- y Yoel había obrado el primero de sus tres milagros, esta vez, en un mano a mano con Macauley Chrisantus.

Goles.

El segundo de sus milagros fue ante Sergio. En otro uno contra uno, el meta puso nervioso al atacante, quien terminó disparando fuera.

Pero Nauzet se negaba a darle todo el protagonismo al meta y lideró un ataque fulminante. Se asoció con Chrisantus y puso un exquisito balón a Vitolo para que marcara de cabeza. Y mientras la afición amarilla todavía estaba celebrando el tanto, Pablo Álvarez centró un balón que acabó en la red local, casi sin querer.

Yoel estaba convencido de que un punto viajaría a Lugo y obró el tercer milagro de la tarde, otra vez ante Sergio.

En la segunda mitad se intercambiaron los papeles. El Lugo salió con la idea de robar la pelota, presionar y jugar al toque. Les duró quince minutos. El cansancio pasaba factura y el punto fuera parecía bueno. Pero no para Las Palmas.

Nauzet intentó desequilibrar el marcador. Después Vitolo. Y luego, el colegiado pitó el final. La reacción llegó tarde. Unos se quejaban de su mala fortuna mientras los otros resoplaban de alivio. Ambos, al ver el empate en el marcador final.