Copa del Rey | Athletic - Barcelona
Bielsa contra Guardiola, leones contra jugones
Llorente y Messi serán las claves de una final por todo lo alto.
La importancia de los partidos no sólo se mide por todo lo que dan, sino por todo lo que quitan. A partir de esa consideración, la final de Copa resulta inmensa en premios y castigos. En el caso del Athletic, lo que está en riesgo es la ilusión, nada menos. Una victoria daría sentido al proyecto Bielsa y una derrota lo etiquetaría como un vano ejercicio de romanticismo sin títulos y sin Champions. Así son los balances del fútbol, no admiten tonos grises. Tampoco para el Barcelona: en su mano está demostrar la supervivencia de un ciclo triunfal o confirmar su defunción.
La final es tan alegre como extraña. Guardiola dirigirá su último partido con el Barça, aunque parece que se marchó hace años y regresa hoy para cerrar un asunto pendiente. A 25 de mayo, Bielsa todavía no ha dicho si continuará en el Athletic, y la impresión es que el resultado de la final podría tener una influencia determinante en su decisión, aunque nadie sabe en qué sentido, cuesta seguir la pista del Loco. En ambos casos, sus respectivos equipos comparten idéntica sensación de orfandad, como si no hubiera futuro sin sus entrenadores.
El primer duelo de la noche, por tanto, es emocional. Hoy se valora más una cabeza feliz que unos pies talentosos. Quien disponga de más jugadores entusiastas dará el primer paso para inclinar la final a su favor. Después de doce días sin disputar partidos, la amenaza es el olvido y la desconexión. Después de tantas vísperas de nada, el peligro es que la final te pille por sorpresa, como el lobo del cuento.
Para el Barça el riesgo es mayor. Mientras el Athletic llegó a Madrid el miércoles y se entrenó ayer en el Calderón, el Barcelona aterrizará hoy al mediodía y se presentará a la cita sin haberse ejercitado en la hierba recién colocada (un tercio del césped está renovado y todavía no está asentado). El propósito de Guardiola es aislar al equipo, pero cabe preguntarse si no sería recomendable todo lo contrario.
Esa diferente actitud ante la final también se refleja en las respectivas aficiones. Los seguidores del Athletic parecen más dispuestos a disfrutarlo todo, hasta el fracaso, en caso de que llegue. Así se explica que una amplia mayoría de los hinchas sin entrada vistan de rojiblanco, como si compartir emociones fuera más importante que ver el partido en directo. La afición culé, por su parte, se aproxima con una sosegada inquietud (por algo ha ganado diez de sus últimas once finales). Su motivación es comprobar que todo sigue en orden, a pesar del cambalache en que se ha convertido el club en las últimas semanas.
Brillo. Si hablamos de los onces, hay que decir que ni las bajas ni los achaques les restan brillo. Bielsa alineará a los titulares de Bucarest para señalar que el partido es una revancha contra el destino. Aunque anoche, según me cuentan, dudaba en poner a Ibai en lugar de Herrera y retrasar a Muniain a la posición de éste. Guardiola, parcheada la zaga (Montoya y Adriano en los laterales), apostará por sus clásicos más Pinto.
El último factor a considerar es el factor Messi. Él está en condiciones de dictar el partido a su gusto. Influirá el duelo Llorente-Piqué, el pulso del mediocampo, la agilidad de los porteros y el ánimo de la grada (en un 60% rojiblanca). Pero nada será tan trascendente como Messi, que a su motivación general podría añadir la ofensa personal. Todavía hay quien afirma que el rey no estará en el Calderón.