Liga BBVA | Getafe 0 - Zaragoza 2
Hazaña del Zaragoza
Los de Jiménez se salvan. El Getafe acabó con ocho.
Debe de ser que lo hicieron porque no sabían que era imposible, como dice la conocida frase. Manolo Jiménez logró repartir esa utópica convicción y en apenas tres meses, de marzo aquí, el Zaragoza le dio forma a un milagro, la salvación más improbable de la historia de la Liga: nadie había regresado de una desventaja de 12 puntos. El Real Zaragoza culminó la hazaña con un triunfo suficiente en Getafe, en un partido de fútbol aplastado bajo la rigidez de la presión y más pródigo en el parte de incidencias de Teixeira que en el fútbol: el Getafe acabó con ocho, el Zaragoza con diez. Y ganó de penalti.
Si el equipo de Manolo Jiménez había llegado al trance de una hipotética salvación fue gracias a que en estos meses logró jugar amparado por una rotunda supresión del miedo al vacío. Como si no existiera el mañana. Esta vez, el tamaño de la ocasión añadió plomo en sus botas. Su afición quería elevarlo, pero fue un equipo de movimientos pesados frente a la actitud de espera del Getafe, que abría apenas algunos caminos más bien tortuosos, sin demasiado empeño.
Con ese escenario, el partido tendió hacia el suspenso: por su escasa calidad y porque la relajación del Getafe y el exceso de tensión del Zaragoza convergían en el mismo resultado: fútbol escaso. El encuentro lo tuvo que desatascar el parte de incidentes. Primero la expulsión de Sarabia, que vio una amarilla por protestar y otra, de seguido, por aplaudirle a Teixeira, un agravio que los colegiados no admiten. El Zaragoza no consiguió, pese a su ventaja numérica, generar superioridades a través del juego, pero con su estilo de corriente alterna y chispazos ocasionales reunió oportunidades apreciables: Moyá sacó dos disparos abajo de Apoño y otro de Lafita, los tres codiciosos. Y Pablo Álvarez largó a cualquier lado el ventajoso rechace que le quedó en uno de ellos.
Sentencia. Si esa primera inferioridad recortó los pocos afanes que tuviera el Getafe y alimentó un impulso en el Zaragoza, el penalti por mano de Miguel Torres hizo el resto. La jugada, propiciada por Hélder Postiga, dejó al Getafe con nueve, circunstancia que supondrá gasolina para el fuego alimentado alrededor del Zaragoza. Apoño, sin embargo, le puso a su remate todo el aplomo posible. Contra la locura de una circunstancia tan espesa, el malagueño golpeó con calma y cerró el círculo abierto en aquella victoria contra el Atlético, cuando el Zaragoza se disparó hacia el milagro. Durante la media hora restante el partido quedó cristalizado y Teixeira engordó con dos rojas más sus estadísticas. Sólo Güiza, en una volea desviada, amenazó la conclusión de la epopeya zaragocista. Hélder Postiga la concluyó. El Zaragoza había conseguido lo imposible.