Málaga quiere fiesta y el Sporting, un milagro

Los caminos de Málaga y Sporting, otrora paralelos, hoy son radicalmente divergentes. Pioneros en la Ley Concursal, ascendieron, sufrieron y se salvaron juntos. Y siempre a última hora. Pero esta tarde el guión es innovador. Los blanquiazules tienen a toda una ciudad engalanada y pellizcándose para creerse que su anhelo de viajar por Europa en Clase Club y no en InterRail es verdadero, bello y real; los asturianos hacen sufrir a su ejemplar Mareona, que jamás les abandonó ni en sus más funestas vivencias. Pero este Sporting, bravo e indomable, necesita, más que una carambola, un milagro. Debe ganar en La Rosaleda y esperar las derrotas de Zaragoza y Rayo Vallecano. El Málaga lo tiene más fácil. Si gana, será equipo de Champions. Y si pierde, también siempre que Atlético y Levante no sumen los tres puntos.

Balcones con banderas, familias enteras vestidas de blanco y azul paseando por la Calle Larios... Ver todo esto impresiona. Pocas veces se había vivido en Málaga algo semejante a pesar de que su densa historia atesora múltiples ascensos a Primera y una Intertoto ganada en 2002. Empero, observar la nobleza de la hinchada del Sporting emociona y transmite buen rollo. Jamás se rinde, aun siendo consciente de que la continuidad entre los grandes ya no está sólo en sus manos.

El duelo en los banquillos propone el carácter tranquilo y sosegado de Manuel Pellegrini contra el estilo volcánico y vehemente de un Javier Clemente que jamás pasa indiferente. A pesar de sus encontronazos y salidas de tiesto, el de Barakaldo ha conseguido nadar con un mínimo hilillo de vida.