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Liga BBVA | Real Zaragoza 2-Athletic 0

La ley del deseo

El Zaragoza gana con fe y fútbol. La rotación de Bielsa rebajó a su equipo. Golazo de Oriol. Iraizoz se comió el 2-0. La Champions se le va al Athletic

<b>EUFORIA. </b>Los jugadores del Zaragoza celebran efusivamente el 2-0, gol de Apoño, quien alza su tatuado brazo derecho aun con sus compañeros amontonados sobre él.
EUFORIA. Los jugadores del Zaragoza celebran efusivamente el 2-0, gol de Apoño, quien alza su tatuado brazo derecho aun con sus compañeros amontonados sobre él.

A estas horas, en La Romareda lo inverosímil es costumbre, como en los castillos encantados y las películas de terror. Cualquier día se avistarán ovnis o pasará un marrano sobrevolando el estadio, como dijo Toshack. En el mismo ratio de improbabilidad podríamos considerar la nítida victoria sobre el Athletic, el golazo que hizo ese muchacho llamado Edu Oriol o el pelotazo al larguero de Zuculini. Al hincha del Athletic le parecerá que lo inconcebible fue ver a Amorebieta, Javi Martínez, Susaeta, Muniain y Llorente en el banco. Aunque al fondo estuviera la Champions, el Loco juzgó con cordura que dirige hombres, no máquinas. Habrá quien explique la derrota por lo que le faltó al Athletic sobre el campo, pero eso pasaría por alto lo que sí tuvo el Zaragoza: resistencia primero, con un punto de temor; después, arrojo y calidad, en un colosal segundo tiempo en el que impuso la ley del deseo. El Zaragoza sigue vivo. Eso sí es increíble.

Las variaciones de Bielsa disminuyeron a su equipo, sobre todo por el estado de sus centrales, Ekiza y San José. Edu Oriol retrató al primero en su gol, un arranque desde el carril central hacia fuera. De Marcos siguió tarde al hombre e Iturraspe lo miró pasar; pero, sobre todo, Ekiza mordió el anzuelo del desmarque de arrastre de Lafita, que permitió a Oriol entrar al área perfilado sobre la zurda. Culminó con un remate pegado a la madera, rehusando cruzarla como parecía pedir la jugada. Iraizoz pensó lo mismo. Por eso y por unas cuantas cosas más, Edu Oriol, un chico joven y sospechoso de secundario buena parte del año, se iría del campo subido en una ovación de plaza monumental. Tales ramalazos de bipolaridad son ya norma en un equipo febril, que en la misma frase mezcla su invocación del milagro con la mención del infierno. La gente se declara creyente con el desayuno y hace apostasía después de comer. Por eso Jiménez ha triunfado: ejerce de entrenador y de predicador televisivo.

Épica.

Hasta el finísimo 1-0, precedido por un palo de Postiga, el Athletic tuvo el mando ante un Zaragoza desconfiado, pero se le espesaba la pelota en los pies y sólo Ibai obligaría a Roberto. Un tiro libre con la derecha, otro con la zurda: esencia de clase. El segundo se envenenó en el bosque de jugadores que poblaba el área y Roberto debió sacarlo con un manotazo fabuloso. Ahora, el partido cambió cuando Pablo Álvarez salvó en la línea un gol un trabucazo de De Marcos en el área pequeña. ¿Cómo? Con la cara. El balonazo le debió sacudir todas las habitaciones del hipocampo, pero provocó en el argentino, y en el Zaragoza, una catarsis absoluta.

Había entrado Susaeta. Ahí venía el Athletic de Bielsa, el conquistador de Europa, con la amenaza de la calidad, de los nombres. La tarde se puso imprevisible como el cielo: lo mismo llovía a cántaros que apretaba el sol. Ander jugaba el partido de un zahorí, en busca de pases invisibles. Y sin embargo, cuando La Romareda mutaba hacia el modo Stalingrado, dispuesto a una resistencia feroz, a Iraizoz se le escurrió una falta de Apoño. El pelotazo le botó bajo la barba, con la velocidad traviesa de la hierba empapada. No lo pudo contener y fue un 2-0 que, para este Athletic de fatigosa resaca continental, aun con Llorente y Muniain ya en el campo y con 40 minutos por delante, se hizo demasiado grande.

Poco a poco el equipo rojiblanco rindió su ambición a la autoestima del Zaragoza, que acabó ganando con un estilo tremendista, a medias entre la heroicidad y el artisteo. Hubo momentos delirantes: Postiga casi marca desde su campo, Zuculini desparramó a tres y le pegó al larguero, Lafita le dibujó arabescos a San José entre las piernas. El Athletic de Champions se deshizo sin remedio y el campo botaba y cantaba como si el mundo se acabase hoy. Pero no. Aún no. El miércoles viene el Levante. ¿Imposible? Con el Zaragoza ya nada lo es: verá la gente pasar el vuelo de Ryanair y jurará que era un platillo volante.

Aplausos y una pancarta para Ander Herrera

La Romareda aplaudió el nombre de Ander cuando se anunció por megafonía la alineación del Athletic. Y el Colectivo 1932 desplegó después, ya durante el choque, una pancarta en la curva del fondo sur que decía: "Ander, ésta es tu grada". También hubo cánticos para el ahora futbolista rojiblanco, que al final del partido saludó y se abrazó con todos sus ex compañeros