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Liga BBVA | Mallorca 1 - Zaragoza 0

El desmayo escénico

El Iberostar saca de nuevo lo peor del Zaragoza. Víctor castigó sus concesiones a balón parado. Quedan 12 puntos y la salvación exige ya una hazaña.

<b>DESOLACIÓN EN LA ISLA MALDITA. </b>Apoño, Roberto, Da Silva y Lafita, hundidos tras la derrota frente al Mallorca. Las posibilidades de salvación son ahora mínimas.
DESOLACIÓN EN LA ISLA MALDITA. Apoño, Roberto, Da Silva y Lafita, hundidos tras la derrota frente al Mallorca. Las posibilidades de salvación son ahora mínimas.

El Mallorca festejó con una piña la victoria que lo confirma como equipo de Primera, triunfo obtenido a costa de un Zaragoza al que el tiempo va aproximando a su fatal destino. Las matemáticas constriñen cada semana más su esperanza, aunque en el Iberostar Estadio apareció con el gesto premioso al que la costumbre histórica nos tiene habituados en ese campo. Alguien debería ofrecer una conjetura psicológica para este tipo de fenómenos, tan habituales para el Zaragoza cuando va a Pama, se llame como se llame el estadio: es el desmayo escénico. Desenchufado de la ferocidad competitiva con la que le ha dado contenido a su recuperación, el equipo quedó hecho un trapo. El Mallorca le ganó aprovechando la pelota parada, una apuesta sin riesgo. Roberto, sus centrales y el resto de encargados de la defensa antiaérea autorizaron un desmadre permanente en los saques de esquina. Después, con la pelota, el Zaragoza tuvo tan poco hilo como acostumbra. Y apenas comprometió los guantes de Aouate.

Un equipo en su estado no puede permitirse desconexiones territoriales; no puede hacerse el indómito en La Romareda y pastueño fuera. Van dos seguidas en el tramo final de un campeonato cuyo desenlace ya asoma. En realidad, éste fue un partido tan escaso que sólo dejó el recuerdo de su deshonrosa vulgaridad. El conjunto de Caparrós podrá desecharla porque hizo el gol de Víctor, el único futbolista cuyas apariciones le cambiaban el paso al encuentro. No es que diera una exhibición, pero al menos convenció a quien mirase de que cualquier cosa sustancial que fuera a ocurrir en el partido tendría que ver con su presencia en la punta.

De cabeza. De hecho, así fue. Después de que a Da Silva se le cruzaran los pies y convirtiese una tentativa de despeje con la derecha en casi un autogol con la izquierda; y de que Hélder Postiga no acertase a poner dentro del arco de Aouate un balón que apenas necesitaba dirección para entrar a gol; y de que a Chico Flores le anulase un tanto por fuera de juego el asistente en una decisión aguileña... después de todo eso marcó Víctor y le dio la victoria al Mallorca. Por alguno de esos micrófonos que registran las voces próximas a la portería oímos el grito de Roberto: "¡Arribaaaa!". Pero arriba de verdad sólo fue Víctor. El centro del Chori Castro rebasó a Dujmovic, que había vuelto a su versión de los días impares, y a Paredes, que no pudo contener el salto invasivo del delantero.

Aun en ventaja, el Mallorca no soltó la pelota, mientras el Zaragoza incurría en un desmayo primo hermano de los de San Sebastián o Sevilla. El caso iba a ser diferente, claro: con el Mallorca por el medio, cualquier suposición de un resultado generoso constituía un atrevimiento. El equipo local nunca estuvo lejos en merecimientos, ni en juego. Pero hizo suficiente para clausurarle el partido al Zaragoza, víctima de sus dificultades para manejar ningún encuentro a patir de la pelota. El suyo ha de ser un esfuerzo parásito e implacable. Si no, no es nada. En la segunda mitad ocupó más territorio, pero sin impronta. Sus tímidas ocasiones se contaron en una faltita lateral que Luis García puso con destreza y para la que Lafita quiso descoyuntarse, pero sin hacer contacto. Hélder Postiga rompió un remate prometedor en la red lateral de Aouate.

El banquillo, dadas las ausencias, no ofrecía soluciones a Jiménez para afilar el equipo. Aparecieron Edu Oriol y Barrera, que apenas sumaron nada a la escasez. Ya muy al final, Juan Carlos. El Mallorca llevaba un buen rato en posición de piloto automático posicional, asegurado en la fiabilidad enérgica de Chico Flores, Pina y Pep Martí. Es un equipo capaz de vivir con lo justo. La suya fue una victoria frugal. Para el Zaragoza sonó el último aviso antes de la sentencia. Dicen que con la vulgaridad no se va a ninguna parte: el Mallorca, al menos, la usó para quedarse en Primera; el destino del Zaragoza parece otro.