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ATLÉTICO 4 - VALENCIA 2

El hambre barrió al miedo

El Atlético encarrila la eliminatoria con un partidazo y con los goles de Falcao (2), Miranda y Adrián. Jonás empató con polémica en el 47' para el Valencia y Costa le dio vida en el 93'.

Actualizado a
El hambre barrió al miedo

El Atlético realizó la reserva de sus billetes a Bucarest por la gran virtud de plantear el partido como una final de noventa minutos. Nunca miró hacia Mestalla. Mientras, el Valencia se queda a expensas de una proeza porque jamás olvidó que estaba ante un duelo de tres horas, con su trayecto de ida y la colchoneta de la vuelta. Ésta fue la clave. Simeone inculcó hambre y desenfreno. Y tuvo su premio al atrevimiento. Emery apostó por el rigor y la prudencia para resolver en casa. Y pagó su afán calculador. El resultado dejó patente que donde hay actitud da igual la aptitud. El Atlético barrió a su adversario sin levantar jamás el pie del acelerador, y si el Valencia tiene vida se lo debe a sus goles en el descuento y a que su portero suplente es igual o mejor que el titular. Lo mejor para él es el resultado.

El Atlético fue, en general, el que todo colchonero soñó ver un día. Le sobraron algunos despistes y fortaleza para defender el balón parado. El resto bordó la matrícula. Se comió al Valencia de salida hasta arrinconarlo a las faldas de Alves. La casta, la fe y el empuje popular fueron sus motores, aunque el arranque estuvo sostenido, sobre todo, por un planteamiento soberbio basado en el talento de Diego y Arda en la creación y en el alma colectiva para recuperar de inmediato. Fue media hora en la que todas las disputas le pertenecieron, en la que el balón le quería y en la que cualquier piropo parecía escaso. Soldado se desesperaba en busca de soluciones. Y éstas sólo llegaron con la lógica caída del ímpetu atlético y con el amor propio de un Valencia que hasta entonces era irreconocible.

El Atlético superó al Valencia desde el inicio

Diego pudo encarrilar la eliminatoria sin apenas tiempo para calentar motores merced a una de las innumerables veces que Arda burló a Alba y Mathieu en banda. Su disparo fue desviado por Alves dejando los goles para más tarde y recordando que sin Guaita también hay vida. Adrián le probó poco después, con la misma suerte e idéntica respuesta. El Valencia estaba encogido y no era por las aguas húmedas del Manzanares. El Atlético le avisó, pero no pareció captar el mensaje. Así que a la tercera fue la vencida. Arda peleó un balón en el que nadie ya creía y arañó un centro inesperado ante la pasividad de Rami, que planeó dejarlo salir por la línea de fondo. El envío del turco tropezó en la pierna de Alba y fue a parar al corazón del área, justo a la cabeza de Falcao, que remataría igual una buena rosca que el lanzamiento de una bicicleta. El delantero cabeceó un balón muerto con toda la fuerza que puede emplear un cuello y multiplicó su velocidad hasta ponerlo pegado al palo sin dar tiempo a Alves a detenerlo.

El 1-0 caldeó el Calderón y despertó al Valencia. Al menos un rato. Tino Costa y Jonás comenzaron a entender que robando algún balón o llevándose alguna disputa podrían cambiar las cosas. Con su mejoría, Soldado encontró socios y el equipo de Emery se estiró tibiamente. No lo hizo con la mordiente que acostumbra pero al menos dio señales de vida. Antes estaba muerto. Todo gesto fue a balón parado. Jonás primero y Rami después acariciaron el empate. El Atlético respondió con mejor juego del que acostumbra. Aun así, únicamente el tesón de Diego y el talento de Arda mantenían el nervio hasta que el descuento llegó con curvas.

Llegó el 1-1 de la manera más polémica. En el tercer minuto de alargue, cuando el colegiado había concedido únicamente uno. Una jugada anterior con Gabi como víctima pareció justificar al colegiado, aunque a Simeone no le valieron las excusas. Lo único tangible es que Tino Costa botó un córner regalado por Courtois que cabeceó Rami de nuevo y que Jonás machacó en la línea.

La misma superioridad y el mismo descuento

El Atlético pudo acusar el golpe, quizá debió animarse a hacer cuentas o incluso a desempolvar el banquillo. Sin embargo, repitió el estilo del primer tiempo, se levantó de la lona y le recordó al Valencia que este Atlético ha recuperado el alma y el talento. Nada más salir, Miranda puso en ventaja al equipo local con otra acción a balón parado. Diego botó la falta. La fiesta, ya de por si redonda, aún no había acabado. El físico y las ansias contenidas empujaron al Atlético a por más. A por la goleada. A por la sentencia. A por una noche europea siempre deseada.

Adrián se unió al ciclón. El asturiano estaba desaparecido hasta el momento, únicamente cebado en tirar desmarques para abrir huecos. Pero esta vez quiso ser protagonista. Topal perdió su enésimo balón en la zona rcaliente y el delantero armó un uno contra uno frente a Víctor Ruiz en el que sonrojó al defensa del Valencia para batir de tiro cruzado a Alves. El Valencia, enloquecido, respondió por obligación con un par de internadas. Hasta que Falcao decidió salir por la puerta grande con un gol de bandera. Su control en el balcón del área fue ejemplar. Su acomodo del esférico en busca de visibilidad, módelico. Pero fue su latigazo con la zurda a la escuadra lo que diferenció el nuevo zarpazo de esta bestia con todos los anteriores. Su gesta pareció nombrar al Atlético finalista hasta que otro descuento y otro córner cabeceado por Ricardo Costa dio la posibilidad al Valencia de recapitular y entender que sólo el hambre lleva a Bucarest.