LIGA DE CAMPEONES | APOEL 0-REAL MADRID 3
Salió el talento y voló el Madrid
La entrada de Marcelo y Kaká convirtió en goles el apabullante dominio del Madrid. Doblete de Benzema. El APOEL se defendió bien y nada más.
El APOEL es un equipo con matrícula de honor en aseo y puntualidad. Que se defiende como los que están acostumbrados a sufrir. Un grupo consciente de su pequeñez, sin apenas salida con el balón, de los que ganan, si tal cosa llega a ocurrir, por desesperación o por meteorito. Y no hubo lugar para nada de eso. El Madrid no se sintió amenazado jamás. Ni un balón medio perverso, ni un mal rebote, ni un soplido en el lóbulo. Tan plácida fue la velada que Casillas hubiera podido jugar al ajedrez con el juez de gol, el principio de una gran amistad. Si el infierno es como la dulce noche de Chipre habrá que plantearse si debemos seguir cediendo el paso a las ancianitas.
La explicación de la tardanza con la que llegaron los goles hay que buscarla en Mourinho, si nos permite el acercamiento. El entrenador madridista dejó en el banquillo a Marcelo para dar entrada a Coentrao, jugador al que utiliza como bandera de su obstinación. Tampoco Kaká salió de inicio, ni Granero, al que Sahin ha tomado delantera. Fue el turco quien se hizo con el mando del equipo por la baja de Xabi Alonso.
Más que un planteamiento táctico, la novedad se entendió como una galantería hacia el pueblo chipriota. El público tuvo más de una hora para cantar sus canciones y alimentar sus vanas esperanzas. También fue un regalo para los futbolistas del APOEL. Durante 73 minutos se codearon con el Madrid sin sufrir disgustos ni crear ocasiones, en un estado de pureza similar al de los ositos en gominola.
Defensa.
Tampoco se puede decir que el Madrid jugara mal en ese primer tramo. Lo hacía lento. Coherente, pero lento. Paciente, pero lento. Y no era culpa de Sahin, no le abrumemos en su regreso al mundo de los vivos. Era un problema de movilidad, provocado, en gran medida, por la impecable defensa de los anfitriones. A falta de otras virtudes, los futbolistas del APOEL han aprendido a hacer muy bien lo poco que saben hacer: bailar pegados. Añadan un buen portero y un delantero brasileño y dispondrán de un estupendo equipo para jugar la Liga chipriota.
La perdición de Coentrao no fue esta vez ni el humo ni el enchufe. Su condena es que el Madrid se escoró a la izquierda y decidió explorar por esa banda. El talento de Marcelo ha establecido la querencia y su ausencia sin motivo se hace dolorosa. Sobre todo, para Coentrao. Sin ser mal futbolista, no hace más que acumular cruces en su espalda: el precio, la comparación, el privilegio, las mechas, el empate en la primera parte
Por eso, cuando en el 63' entraron Marcelo y Kaká en relevo de Coentrao e Higuaín algo pareció ordenarse en el cosmos. La banda izquierda cambió resoplidos por carcajadas y el mediocampo añadió a sus afanes un futbolista excelente. Entre ellos fabricaron el primer gol, cabeceado por Benzema a bocajarro. Y entre ellos se inventaron el segundo, culminado por Kaká.
Como talento llama a talento, Özil se despidió de Nicosia con un pase con el exterior del pie zurdo por el que hubiera merecido las orejas del minotauro. Repitió Benzema. Y a casa. Todos amigos. Ellos en su isla bonita y el Madrid en sus semifinales preciosas.