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Liga BBVA | Zaragoza 2 - Villarreal 1

Abraham guía a su pueblo

El Zaragoza gana por fe a un Villarreal indolente. El catalán y Luis García decidieron en el descuento. Martinucció adelantó a un Submarino que se complica.

<b>LA PIÑA DE LA VICTORIA. </b>Da Silva, Aranda, Luis García, Edu Oriol... Todos en el abrazo a Abraham.
LA PIÑA DE LA VICTORIA. Da Silva, Aranda, Luis García, Edu Oriol... Todos en el abrazo a Abraham.

A su paso por el Zaragoza, Aimar dejó una frase que sirve para entender este juego; o mejor para abandonar la intención de entenderlo: "Al fútbol le sobran explicaciones", dijo. La búsqueda de razones para argumentar el triunfo del Zaragoza ayer sobre el Villarreal no pasa de una mera reunión de conjeturas. Si acaso, el equipo aragonés venció por fe, que es una virtud teologal, pero no un mérito futbolístico. El Villarreal habrá de justificar la derrota en su progresiva indolencia, inflamada por los cambios de Molina, que al final cedió al impulso de eso que se llama asegurar el medio: quitó a Camuñas (ya había sacado a Nilmar) y puso a Marchena. Y a continuación, el Zaragoza ganó el partido.

Unir las dos circunstancias resultaría excesivo, desde luego. En el fútbol existen las casualidades y los hechos paralelos. Sí, el Zaragoza empató dos minutos después de ese cambio; y Abraham metió el de la victoria local. Pero también en ese tramo el Villarreal dispuso de dos ocasiones bien nítidas para llevarse el choque: un remate en soledad de Marchena en medio del área, primero; y después una llegada de Borja Valero que le negó Roberto. Más dos contraataques en ventaja que primero Joselu y luego Cani no acabaron con el pase necesario...

El tramo final sintetizó algo evidente: hubo más ocasiones que partido. Porque el partido fue, a ratos, de una mediocridad enojosa. Un rasgo que permite arbitrariedades como la que presidió el desenlace. Al Villarreal no le iba mal, al menos en apariencia. Frente a un Zaragoza que jugaba a ritmo de marcha funeraria, por momentos sacaba a pasear su destreza. Como en el gol de Martinuccio, que le permitió controlar el territorio bajo el dictado de Senna y Bruno, que al final alcanzó la alineación. Lo contrario que Cani. Molina puso a Nilmar y el brasileño dejó un par de gotas de su clase confundidas con la lluvia. Participó en el tanto con una pared primorosa que liberó a Camuñas primero y a Martinuccio después. Más tarde, el brasileño entró al área por la derecha frente a una defensa quieta, como hipnotizada. Pero a la hora del gol, Nilmar dejó un remate dócil y se encontró con el inevitable Roberto.

Perdón.

Durante buena parte del encuentro el gol de Martinuccio supuso un obstáculo infranqueable para el Zaragoza. Abraham parecía el único enfocado hacia el gol: largó una fuera y otra al poste, como si afinara la puntería. El Villarreal lo mismo soltaba su fútbol sobrado que desertaba. Borja, Camuñas y Nilmar hilaban asociaciones ligeras, pero sin finalización. A un rival herido hay que acabarlo: como el Rayo o el Betis o el Málaga. En el Zaragoza todo era lento o estrambótico. Pablo Álvarez subía por la banda atropellando rivales como si condujera un camión o una pelota cuadrada. Lanzaro se lesionó y Jiménez hubo de meter a Da Silva, que había vuelto de Paraguay con el síndrome de la clase turista en las piernas. Lafita se quedó en el intermedio con un tobillo dañado. Y asomaron la cabeza Jorge Ortí y Cani. Los dos ovacionados: síntoma de los tiempos. Los dos tuvieron su ocasión. Ninguno acertó.

Llegado el minuto 78, en la grada unos se fueron y otros se quedaron. Arreció el agua y el aficionado se protegió el cartón de la coronilla haciendo gorritos de papel con el póster de Edu Oriol. Nada hacía sospechar el derrote final del Zaragoza. Lo obvio fueron los goles. Lo demás es un misterio. Cuando la gente ya corría hacia los aparcamientos, Luis García domesticó un rechace al borde del área con una volea fabulosa al ángulo. Y ya en el alargue Abraham (que a esas horas era lateral zurdo) persiguió un pelotazo de Roberto y el toque de Aranda. Senna pasó de largo y Zapata lo miró entrar al área. En estos tiempos ganados por el cinismo y el descreimiento, Abraham proclamó su inquebrantable fe con el gol; y el estadio, mitad vacío mitad enloquecido, la abrazó al célebre grito de La Vida de Brian: "¡Sigamos a la alpargata!".

El detalle: Jaume costa hizo su debut

Tal y como se preveía, las bajas en el Submarino empujaron a José Francisco Molina a contar de inicio con Jaume Costa en el lateral izquierdo. El canterano del Villarreal cumplió y estuvo valiente para correr la banda con la pelota, en un partido notable. En la segunda mitad también entró Joselu al campo.