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Liga BBVA | Zaragoza 0 - Betis 2

Rubén sepulta al Zaragoza

El Betis escapa con dos goles del canario. El equipo aragonés se hundió tras un gran inicio. Va camino de Segunda. Los verdiblancos, en media tabla

<b>BAJO CONTROL. </b>El Betis supo aguantar las acometidas del Real Zaragoza, como en esta ocasión en la que Paulao le gana por alto a Pablo Álvarez.
BAJO CONTROL. El Betis supo aguantar las acometidas del Real Zaragoza, como en esta ocasión en la que Paulao le gana por alto a Pablo Álvarez.

El Betis empezó siendo una oruga, retraído contra el vitalismo del Real Zaragoza en el inicio, y terminó revoloteando por La Romareda, jugando al fútbol como jugaría una mariposa si eso fuera posible. Inalcanzable, en cualquier caso, para un rival de cuerpo presente tras el segundo gol de Rubén Castro. El canario asesinó con su corbata de seda las últimas esperanzas del Zaragoza, que hizo el partido en la dirección contraria. Subió alto en el arranque y después cayó con estrépito, en manos de todos los síntomas propios de su situación: el nerviosismo, la precipitación, la ansiedad... La trayectoria de ambos resume su estado: el Betis se aleja del descenso; el Zaragoza se aproxima a Segunda División.

Durante el tiempo que le duró la intensidad en la disputa, el Zaragoza tuvo apartado de la pelota al Betis, que hubo de conformarse con hacer un uso residual del balón y contener la acometida local. Así y todo, cuando Beñat y Salva Sevilla hilaron una combinación, al Zaragoza le entró el temblor. El balón de rastrón que Beñat puso en el área pequeña lo persiguió Jorge Molina con ansiedad de gol, y no fue porque Roberto cruzó el cuerpo en el suelo como el que se tira a ponerle el pecho a un balazo ajeno. Era un apunte de la facilidad con la que el Betis encontraría sus objetivos.

Ese primer tramo prometió otro partido. El Zaragoza ejercía un gobierno propiciado por su presión, muy enérgica, de la que salían balones con los que Apoño, Rúben Micael y Edu Oriol alimentaron a Obradovic. Por ese flanco, Nelson le dejó pronto claro a Lafita el rango de su velocidad, pero el aragonés encontró en las incorporaciones de Obradovic una conjunción que le permitió al Zaragoza un par de ocasiones bien aprovechables. Primero, Fabricio tuvo que estirarse para alcanzar un pelotazo de Rúben Micael, asomado al balcón. Da Silva hizo a continuación un último pase de cabeza, cuando debió poner un remate. Fue un signo del partido que le aguardaba, a él y a Paredes. Por fin, Chechu Dorado cruzó la cabeza para sacar de dentro otro remate de Luis García, cuyo frentazo ya había batido a Fabricio en el contrapié.

Cambio total. El Betis sobrevivió a esa metralla intensiva con oficio. Luego acertó a interrumpir el juego del Zaragoza y virar el partido hacia un modelo más abrupto. Cuando el empuje local se remansó, Salva Sevilla se vino al medio, todos se cruzaron como trileros en el campo y Apoño quedó sometido a la vigilancia de un espacio excesivo. Era una vía de agua y el Betis supo explotarla. Su gol nació en una jugada secundaria, un balón discutido y ganado por Paulao fuera de su territorio, que encontró a Salva Sevilla entre líneas y a la zaga aragonesa desequilibrada. El almeriense levantó la cabeza y dibujó con su pie una prolongación paralela a la carrera de Rubén Castro: con la pelota botándole delante, el canario la puso en el ángulo izquierdo.

Desde el gol, el Zaragoza entró en descomposición. Era lógico, por su estado y porque había hecho suficiente para mandar. A partir de ahí le crecieron la precipitación y el desorden, mientras el Betis se componía como para pasar revista. Paulao y Chechu Dorado siempre aparecieron en el lugar correcto. Cañas, que fue quien oscuramente le cambió el idioma al choque cuando en la primera parte litigó con Luis García y otros zaragocistas, cerró el círculo. El Betis, enseñoreado de fútbol, cumplió la conjetura de Jiménez: el partido habría que ganarlo a partir de la pelota. Fue verdiblanca, de lado a lado. Aranda quiso liderar una inútil batalla contra el mundo. Da Silva evitó otro gol de Salva Sevilla. Con el Zaragoza fuera de sitio y persiguiendo sombras, el Betis se adornó de sutilezas y Beñat acaudilló la victoria con su tremenda dualidad: lo mismo le corta las piernas a un rival que acaricia balones a los lados. Ahí esperaban los de siempre. Rubén Castro acabó un segundo gol que parecía destinado a Jorge Molina. Y Pereira, luego, pondría en la cruceta una vaselina. Para el pitido final, La Romareda estaba vacía de esperanza. La gente había tomado el camino a casa. Y su equipo, el de Segunda División.

Barrera entró por postiga

Finalmente, Hélder Postiga no llegó en condiciones al partido y horas antes del choque Manolo Jiménez tuvo que llamar a Pablo Barrera para relevar al portugués en la convocatoria. La lumbalgia que arrastraba estos días impidió jugar al delantero y el mexicano entró en la segunda mitad por Luis García.