Vicente Engonga
"En las calles de África encuentras más talento que en las de Europa"
Vicente Engonga (Barcelona, 1965), flamante miembro del sanedrín de la AFE y exseleccionador de Guinea, reflexiona sobre el fútbol africano y repasa su peculiar y tardía carrera. Un mediocentro con sapiencia futbolística fuera y dentro del campo.
Vicente, se juega la Copa de África, un fútbol lleno de expectativas futbolísticas que no se terminan de concretar.
En África el fútbol es un compendio de cosas complicadas. Por capacidad física, sus jugadores siempre van a tener cabida en Europa. Pero adiestrarlos en la faceta táctica es complicado porque desarrollan un instinto de supervivencia que les hace más libertarios. Su fútbol es como el de aquí hace 30 o 40 años.
Si el premio es sobrevivir, deberían competir mejor que nadie.
Allí el bueno siempre juega, haga lo que haga. No hay patrones tácticos, lo fían todo al talento. Aquí los chicos ingresan en las academias con cinco años y allí están en las calles hasta los 10. Allí un crío controla con el talón con naturalidad, mientras aquí le enseñan a hacerlo con el empeine. No están encorsetados, y eso hace que en las calles de África, y en las de Sudamérica, haya más talento que en las de Europa. Pero competitivamente no están preparados por su falta de rigor táctico.
-¿Y el lastre político?
Fútbol y política van de la mano en África. Se encargan de ello las democracias, o las dictaduras encubiertas.
¿Hay Messis en África?
Es difícil. Messi se salta las tácticas, tiene una visión transversal del fútbol. Eso no se enseña. Y Xavi juega igual en una pachanga con los amigos que en la final del Mundial. O Iniesta.
¿Tiene culpa La Masía?
La Masía es la gran Universidad de todas las escuelas del fútbol del mundo.
Usted nació allí.
Mi padre viajó de Guinea Ecuatorial a Santander. Jugó en el Rayo Cantabria, luego en el Condal, filial del Barcelona, en el 64. Después al Tarrasa, allí nací yo, y al Torrelavega, donde lo dejó con 28 años porque le salió trabajo de oficinista.
Lleva el fútbol en la sangre.
A los ocho meses caminaba y con nueve pateaba las hojas secas. Recuerdo ir con cuatro años a ver al Barreda. Ir al Racing era extraordinario, porque estaba a 26 kilómetros.
¿Siempre fue mediocentro?
Sí. Era muy chiquitillo. Pegué el estirón con 17 años. Pasé de 1,71 a 1,79. Y como en el norte los rivales eran grandes, apostaba por mi técnica y mi buen desplazamiento largo. Me llamaban Tigana, como mi ídolo.
Nunca hizo caso al dinero.
Nunca. Para un chico de pueblo como yo, cobrar 10.000 pesetas más primas era muchísimo porque mi madre me daba 50 pesetas para el fin de semana. No se puede comparar con los chicos de ahora que con 15 años están en la cantera cobrando mil euros. De locos.
¿Por eso aguantó en el Mahonés hasta los 25 años?
Llegué mientras hacía la mili en el Ferrol. Buscaban un centrocampista y mi hermano les dijo que yo jugaba bien. Me pagaron un billete en junio, jugué dos partidos en un permiso, y al acabar la instrucción en octubre me fui para allá.
¿Tuvo muchas ofertas?
Sí. El primer año me quería un equipo de la First Division inglesa. ¿Qué pintaba yo en Inglaterra? Luego Hércules, Figueras, Elche, dijeron que el Atlético, el Espanyol... Incluso me tocó el Real Madrid. Me llamó el señor Malbo, que no sabía quién era, para hacer una prueba en la Ciudad Deportiva. Pero estaba de vacaciones y dije que si me querían, oferta, si no, me quedaba.
¿Por qué se fue?
Con 24 años me replanteé ganar dinero, al quedarnos embarazados. Apreté los dientes y al acabar la temporada, Gaspar Melción, el presidente, que en paz descanse, me renovó cuatro años. Pero José Luis Tamargo, que empezaba como agente, me ofreció probar en Valladolid.
¿Por qué el Valladolid?
Me producía curiosidad. Me atraía el juego de Colombia y en Valladolid estaba Maturana, Leonel, Minguela, Lemos, Fonseca... Cobré menos que en el Mahón, pero era Primera y podía ganarme el puesto.
Usted siempre tuvo mucha confianza en sí mismo.
Más que confianza, era competitividad. De chico jugaba con los mayores como desafío. Tengo suerte. Mis padres son gente digna y en mi casa nos inculcaron la humildad. "Pobres, pero honrados", decía mi madre. Valores que te permiten elegir en la vida.
¿Qué rescata de Maturana?
Su trabajó táctico y su accesibilidad. Recuerdo una charla en un descanso perdiendo: "Ustedes son mejores que esto. Salgan y demuéstrenlo. Y si pierden, es fútbol. Mañana amanecerá otro día".
Luego llegó el Celta.
Dos años con Chechu Rojo en Vigo. Era cascarrabias y tenía un carácter, pero le quiero mucho. El Celta venía de años en Segunda. Nos salvamos y llegamos a la final de la Copa. El vestuario era una familia. No sabría decir por qué me guardan tanta cariño, pero aún hoy se me acercan celtiñas. Dejé amigos: Aragón, Roberto Martínez, el fallecido Pachi, Ramón Catalán, Atilano, Gil...
¿Y aquellas rastas?
Me las dejé para emular a mi ídolo, Gullit. Le eclipsaban los goles de Van Basten, pero el líder era él. Le pasaba como a Xavi e Iniesta con Messi. Comencé a dejarme las trenzas y cuanto más largas, mejor iba.
¿En Valencia lo pasó mal?
Dudé en ir, pero al Celta le venía bien económicamente y se lo debía. La única decisión que no recapacité. El ambiente era extraño y ocurrió lo de Penev. Parreira no me dio bola.
¿Mejoró con Luis Aragonés?
Era el jugador 24 o 25 de la plantilla. En el primer partido plantea un 3-4-1-2 y me pone de libre. Nunca había jugado ahí y pensé "me quiere echar". En la comida se me acerca y me dice: "Usted puede ser un gran libre". Arrancó la Liga, me puso ahí y jugué mucho.
Pero se va y llega Valdano.
Jorge me devolvió al mediocentro, pero en junio me dijo: "Quieren rejuvenecer la plantilla. Si te quedas, jugarás poco". Me fui a Torrelavega de vacaciones y allí leí el anuncio de mi venta al Salamanca. Roig e Hidalgo habían hecho negocio a mis espaldas. Así que llamé y dije: "Iré donde yo diga". Se interesaron Sporting, Zaragoza y Mallorca. Tenía buenos recuerdos de la isla y fui con Eskurza, Iván Campo, Moya, Gálvez...
¿Cómo evalúa lo ocurrido en Valencia, años después?
Aragonés es el mejor técnico que tuve por todo y Valdano me decepcionó. Mira por él mismo.
¿Y la Ensaimada Mecánica?
¡Ja, ja, ja! Chichi Soler, Olaizola y Carreras nos recibieron con los brazos abiertos. ¡Nos íbamos 14 a tomar cervezas tras entrenar! No me ocurría desde Vigo. Había calidad y el entrenador era perfecto. Cúper nos hacía trabajar mucho, era obsesivo. Con Héctor no puedo ser objetivo, somos amigos.
¿Qué recuerda de aquella final de la Recopa con el Lazio?
Nos superó el ambiente. Recuerdo el silencio del vestuario silencio antes de la final. Fuimos mejores, pero tuvieron más oficio. Nos ganaron con un error puntual y un gol precedido de falta. Ellos habían jugado más partidos de esa exigencia.
¿Y la final de Copa?
Llegamos sin querer. Las eliminatorias fuertes fueron ante Athletic, el partido de Vitoria en la semifinal con el Alavés, y la final. Jugábamos ante el Barça pero sabíamos que se nos daban bien los grandes. Nos ganaron en los penaltis de milagro.
¿El extra del Coventry?
Surgió y quería vivir el espíritu inglés, donde todos salen a ganar. Coincidí con Gary McAllister, ex del Liverpool, que era el entrenador-jugador. Gran tipo.
Y con 33 años, le llega la Selección. ¿Estaba preparado?
Creí que era una broma. Al llegar al hotel Barajas, Camacho me dijo: "Tenías que haber sido convocado hace tiempo". Disfruté como un crío. Estaban Hierro, Raúl, Pep, Luis Enrique, Morientes, Kiko... Pensaba que todos eran mejores que yo. No sólo me sorprendió la primera convocatoria, lo hizo cada una de ellas. Y por supuesto, la de la Eurocopa. Fue un orgullo.
¿Cómo afronta ahora la carrera de entrenador?
Fui seleccionador de Guinea y entrené al filial del Mallorca. Quiero disfrutar, vivir honradamente del fútbol, compartir mis vivencias. Pero hay demasiada política. Conozco entrenadores que han descendido a tres equipos y siguen entrenando.
Despida esto Tigana...
Nunca pensé llegar tan lejos en mi carrera, ni en mi vida.