Liga BBVA | Zaragoza 0 - Sevilla 1
Negredo hunde al Zaragoza
Fue lo único de un partido menor. Forzó el penalti y decidió el resultado. El Zaragoza vuelve al descenso. El Sevilla levanta cabeza. Juan Carlos vio roja
El Zaragoza y el Sevilla se encontraron en medio de un desierto de resultados y somatizaron en su fútbol la ansiedad, las dudas y la confusión. El encuentro fue un oprobio. Salió menos herido el Sevilla, que se llevó los tres puntos con un penalti ejecutado por Negredo, tras un lastimoso exceso defensivo de Mateos. Pero Marcelino encontraría pocos motivos para la satisfacción, más allá de lo que vale la victoria y de un primer tramo del choque en el que el conjunto sevillista debió ordenar una noche mucho menos incómoda de lo que acabó siendo. El Zaragoza, mientras, culmina su regreso a los infiernos con su ingreso efectivo en puestos de descenso. El veneno alcanza ya todos los análisis. Vacío de fútbol, de ideas y de medios, el equipo aragonés se aferró al coraje y a la voluntad. Esas virtudes, tan encomiables, no redimen a un equipo cuyo destino se repite.
Vacío el fútbol de los dos de cualquier tejido, el partido se hizo una maraña informe. El Zaragoza expuso enseguida su amplio catálogo de dificultades: su pelota voló casi siempre por encima del medio campo, hasta que apareció Rúben Micael, y con frecuencia el equipo de Aguirre intentó largar un contraataque y lo acabó con una cesión a su propio portero, Roberto. A estas horas su fútbol se ha vuelto tan desconcertante que para interpretarlo haría falta un traductor. Crece la sospecha de que el Zaragoza ignora a qué juega. Por lo que podemos ver, no juega a nada.
Para cuando llegó el 0-1 que lo iba a derrotar, aún resonaba el penalti de Ponzio a Coke (y la mano anterior de Rakitic) que Pérez Lasa ignoró; y los tirones y bailes agarrados de Paredes con Medel, Coke y Mateos, en las dos áreas, en las pelotas paradas. Pérez Lasa tuvo una tarde más bien sombría. Juzgó el partido a brochazos, confundiendo las medidas de manera flagrante. Culminó con una roja final a Juan Carlos por un manotazo bajo, menor, desproporcionado a la vista de algunas entradas de escalofrío que hubo antes. Pero en fin, que el partido lo jugó Negredo y lo ganó Negredo, en un duelo contra Mateos. El derribo del joven sirve para arruinar el crédito de cualquier defensa. El mismo Negredo cobró el tanto con un pelotazo raso al que Roberto le vio la trayectoria, pero que no pudo alcanzar.
Voluntad. Al portero, una vez más, lo había derribado el fuego amigo... El Zaragoza no juega y a menudo se dispara en el pie o en la cabeza. Primero se defendió a patadas; y luego, cuando el Sevilla abdicó del partido, se tiró adelante con Rúben Micael de inspirador, y tanta voluntad como poco juego. A falta de inteligencia, destreza o paciencia, al menos tiene sentimiento. Le hará falta mucho más para escapar a esta nueva edición de su muy goyesca serie negra. El estado del Sevilla es menos perentorio, pero también inquietante. Su progresión resultó tanto o más embarazosa que la del Zaragoza. En otro momento lo más lógico es que a la media hora hubiera hecho un par o tres de goles. Arrancó enseñoreado de la pelota, a cargo del territorio y con un aviso implícito en cada movimiento de Negredo, que hizo lo único que se puede recordar del partido: una rosca de zurda desde el balcón del área, taconazos para implicar a Navas y Perotti, un caño de cola de vaca colosal a Mateos... El penalti y el gol.
Su salida por lesión ratificó la orfandad general: del Sevilla y del fútbol, que se marchó con él. La incapacidad de su equipo para ordenar las ideas y convertirlas en algo de fútbol desesperó a Marcelino, quien podrá rescatar funcionamientos grupales, si acaso. El crecimiento del Zaragoza tuvo impacto emocional en la grada y en el equilibrio de las acciones, pero no produjo gran cosa: Jorge Ortí persiguió sin éxito un pase de Lafita. Y Javi Varas sacó un remate de Juan Carlos. El Sevilla acabó agrupado alrededor de su área y del resultado. Tuvo el 0-2 al final en los pies de Campaña, pero a su tímido remate alcanzó a llegar Roberto, un optimista recalcitrante. El equipo sevillista había hecho lo suficiente para vencer. Muy poco para su estatura. El Zaragoza, mientras, ya está de vuelta en su laberinto.
El detalle: Marcelino oyó algunos pitos
El regreso de Marcelino a La Romareda, un campo que el técnico asturiano no había pisado desde que dejó el club en diciembre de hace dos años, provocó algunos pitos en la grada aragonesa y, en general, bastante indiferencia. La hinchada aragonesa también dedicó silbidos a Juárez al escuchar su nombre y, tras el gol del Sevilla, al central Mateos.