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El arreón del mal estudiante salva a España

Costa Rica zarandeó durante un tiempo a la peor Selección de los últimos tiempos. Luego Iniesta, Silva y Villa llegaron a tiempo para rescatar un empate. Récord con pifia de Casillas.

Luis Nieto
El arreón del mal estudiante salva a España

Partidos así ofrecen excusas fáciles: viaje largo, rival poco estimulante, piso bacheado, alineación política, la Liga en el horizonte. A la Selección le sirvieron todas para jugar durante 45 minutos rematadamente mal, peor de lo que lo haya hecho nunca con Del Bosque. Luego superó el desmayo, Iniesta lanzó el salvavidas y Silva y Villa la salvaron del descrédito. Fue un partido de dos Españas, separadas por su actitud.

Del Bosque ofreció la misma propuesta con menos cambios de los anunciados. Quitó un mediocentro (Busquets), pero no ganó un 'nueve'. No ve a Torres, Villa ha mutado en extremo, a Llorente le traicionó la rodilla y a Negredo los isquiotibiales y Soldado estaba a 8.500 kilómetros del lugar de los hechos. Cinco razones para insistir en cinco pequeños. Ayer tuvieron la cabeza en otra parte durante mucho tiempo. A excepción de Cesc, el que mejor interpreta el papel de 'nueve' de pega porque sus apariciones son más frecuentes que las del resto. Estuvo donde se le pidió, aunque definitivamente abandonado por la puntería.

A Puyol, que merece un premio a la lealtad, la titularidad le viene grande a fecha de hoy. El diabólico entusiasmo de Campbell, gacela de 19 años que el Arsenal foguea en la liga francesa, le dejó en evidencia. Peor le fue a Monreal, que va para meritorio eterno, frente al finísimo Bryan Ruiz, cuya pierna izquierda fue siempre el arma homicida. Y Casillas hizo coincidir su récord con la peor pifia que se le recuerda con la Roja. Salió fuera del área a cortar un pase con la derecha, su peor pierna, y se dejó la pelota atrás. Fue el 1-0, bien resuelto por Brenes. Definitivamente, el fútbol tiene algo de aguafiestas.

Costa Rica nos mostró un pueblo amable y una selección antipática, pegajosa, con nervio, entregada. Cogió a España con la tensión baja y la zarandeó de un modo que no es admisible para el campeón mundial. Porque la Selección, esta vez, no se perdió en el papeleo, como en Wembley. Anoche entregó el centro del cuadrilátero durante un tiempo y se puso en evidencia.

Luego llegaron los cambios y el diluvio, los extremos (Navas a la derecha e Iniesta en la izquierda) y Villa en labores de ariete. También las pulsaciones. Y entonces hubo un campeón mundial frente a un enemigo que se quedó en nada. Cinco ocasiones encadenó el Guaje y una más Iniesta, tras fantástico serpenteo en el área, en un suspiro. Como ante Chile, el pequeño blaugrana asumió el papel de salvavidas. Y Villa fue una y otra vez al espacio y se vio con frecuencia ante Keylor Navas. Pesó más el defecto de su remate que la virtud de su presencia.

En aquel arreón de mal estudiante hubo que llamar a Silva, futbolista al que, como Iniesta, España no puede ahorrarse porque tampoco le sobra tanto. Y en los ocho minutos finales su gol y el de Villa, muy perseguido, ahogaron el disgusto. Pero el viaje extremo que preparó Villar no mejoró su oratoria de aspirante a ministro de Exteriores ni el buen nombre de España.