Liga BBVA | Villarreal 1 - Real Madrid 3
Recordman Cristiano
Su dos goles a balón parado le igualan a Zarra y Hugo y le meten en la historia. El Madrid vivió de su vertiginosa salida. Pesó la fatiga en el Villarreal
La Liga se le ha hecho corta al Madrid, empeñado en que cuando esto acabe quede mucho de lo que presumir: goles, dignidad, futuro y un récord estratosférico de Cristiano. La conversión de aspirante a derrotado no le ha quitado el hambre ni el buen humor. Ha cambiado de futbolistas y de diseños y con todos ha sido estupendo en la recta final. En Bilbao, en Valencia, en Sevilla, plazas mayores. Ayer menos, pero jugó para Cristiano y para sí mismo, empeñado en aparecer pegadísimo al Barça en la foto final. El portugués ya está en la historia, junto a Hugo y Zarra, tras ese soberbio salto de 38 goles, una montaña que oculta todos sus defectos y le confirma como un futbolista descomunal. Los de ayer llegaron a balón parado, ejemplo de rematador de gran repertorio.
El Villarreal, en cambio, ha terminado pagando la descompensación entre su agenda de superequipo para todo y su plantilla limitada. Ayer empezó como un grupo seco, gastado como las suelas de Di María. Hace tiempo que pide la hora. Luego, el entusiasmo disimuló su fatiga aunque no le dio para puntuar.
Y el Madrid, con un dibujo capicúa, 3-4-3, le quitó de salida el balón y la autoridad. Mandaron Xabi Alonso y Granero, que demostraron de nuevo que no son cables cruzados, con Arbeloa y Marcelo elevados a centrocampistas por delante del trío Pepe-Carvalho-Ramos. El uniforme táctico tenía un brazo, el izquierdo, más largo que otro, lo que no le quitó prestancia. El Villarreal, sin la pelota, se quedó en casi nada. El casi fue Rossi, que es siempre salir a cazar con galgo. Tuvo la primera, tras plantarse como un velocista ante Casillas, que se pasó de frenada pero le dejó poco ángulo. Pepe llegó al rescate.
Marcelo.
Fue la primera de las malas noticias del lance. La segunda le llegó al Submarino de inmediato, en la contra del Madrid al saque del córner, emprendida por Benzema, reactivada involuntariamente por Bruno, alargada por Kaká y rematada por Marcelo con arranque de lateral, profundidad de extremo y remate picado de ariete. Un tres en uno. Lo que fue Roberto Carlos. Lo que ha sido él esta temporada. El Madrid mataba en largo, una suerte en la que Guardiola le reconoce como el mejor del mundo pero que no retrataba bien su dominio.
Para entonces Cristiano se había perdonado un gol al engancharse en la carrera. Lo remedió a balón parado, en un lanzamiento de derecha soberbio ante el que Diego López quizá despegó tarde. La alineación, sin Özil ni Di María, dos lanzadores, y con Kaká y Benzema, dos llegadores, no parecía ayudarle en su asalto al récord pero para las jugadas de bote no necesita socios. Luego el Madrid se ensimismó, se dejó ir y aparecieron Borja Valero (¿cuántos andaban de vacaciones en el Madrid el día que le evaluaron?) y Cani. El gol de éste, preparado con la elaboración que le ha dado tan buen nombre al Villarreal, igualó fuerzas. También contribuyó que Kaká y Benzema se evaporaran, costumbre molesta y repetida, y que Bruno apretara en el centro. Ruben perdió en el remate la ventaja de un gran desmarque y Granero buscó el gol-milagro desde el círculo central ante un desubicado Diego López.
Lo cierto es que hubo partido, pero estuvo más cerca de matarlo el Madrid, con dos buenas opciones de Özil, al que Undiano le anuló injustamente un gol, y un zapatazo de Cristiano, que de equilibrarlo el Villarreal. Con el suspense acabó la derecha de Cristiano, en una falta en el descuento que no dejó pasar. En ésta salió libre de sospecha Diego López: el pelotazo fue vertiginoso y colocado. Al Villarreal le queda la dulce penitencia de una ronda previa en la Champions y a Mourinho, el consuelo de haber conseguido que el equipo no perdiera adherencia al campeonato enganchado a un empeño de Cristiano. El desafío de uno es el desafío de todos. Y está a un paso.