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Mientras el socio, Urrutia o quien sea, espera...
La actualidad institucional del Athletic está del todo mediatizada por el prolongado silencio de García Macua en torno a la fecha de las elecciones. El retraso acumulado no sólo perjudica a los aspirantes a entrar en Ibaigane, entre los que se sitúa a Josu Urrutia, sino a la propia gestión del club en caso de relevo presidencial
Los socios del Athletic se mantienen a la espera de que Fernando García Macua efectúe la convocatoria oficial de las elecciones y establezca definitivamente la fecha en que se elegirá al presidente de la entidad para los cuatro próximos años. Entre los socios se encuentran, por supuesto, aquellos que pudieran albergar la aspiración de concurrir al proceso para ser elegidos y, en concreto, estaría Josu Urrutia, a tenor de la rumorología que circula en el entorno del club.
El exfutbolista de 43 años no se ha pronunciado en este sentido, no ha dicho esta boca es mía, pero a estas alturas resulta innegable que sobre su persona se ha generado una expectativa que, para decirlo todo, tampoco él se ha encargado de apagar. Es obvio que si despeja la incógnita y decidiese hacer pública su intención de presentar una candidatura que él mismo encabezaría, el panorama electoral experimentaría un giro importante respecto a la previsiones que se realizaban hace apenas unas semanas, cuando hasta se daba por supuesto que el actual equipo de gobierno del Athletic renovaría mandato casi por pura inercia, ante la ausencia real de alternativas con cierto empaque.
Dos barajas.
Que García Macua busca su reelección es cosa bien sabida. Por más que hasta el momento haya preferido reservarse unos planes que no tiene reparos en admitir en privado, lo único que falta es que haga pública su presencia en la carrera hacia las urnas.
La considerable tardanza que acumula ya el anuncio de la fecha electoral sólo cabe ser interpretado en clave electoral. Mientras no adquiera la condición de candidato, García Macua está facultado para actuar desde dentro, desde Ibaigane, y dicho privilegio le faculta para estirar a su conveniencia los plazos.
Así sucede que mientras cualquier otro socio que desee concurrir a la campaña electoral se ve en la tesitura de permanecer en la sombra, porque sencillamente no existe aún el espacio adecuado para desarrollar las actividades propias de un candidato, García Macua compatibiliza sin pudor alguno su cargo de máximo responsable del Athletic y el rol de aspirante a seguir siéndolo en el futuro.
Esta dinámica en que se halla sumida la vida institucional del club y que, presumiblemente, le procuraría grandes beneficios propagandísticos a García Macua, tiene consecuencias de signo muy negativo no ya para sus potenciales competidores en la urnas, sino que también para el propio Athletic.
Perjuicios.
En el supuesto de que los socios optasen por depositar su confianza en alguien que no sea García Macua, ese nuevo mandatario iniciaría su gestión mediatizado por las fechas. Si las elecciones ya no pueden celebrarse antes de finales de junio, muchas de las decisiones transcendentales en el plano deportivo, por ejemplo, acaso no soportarían el retraso.
Los efectos nocivos de esta coyuntura creada artificialmente los acusaría el próximo presidente, que vería recortado su margen de maniobra, pero afectan asimismo a todo candidato y a la confección de los programas electorales.