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Liga Adelante | Betis 1 - Salamanca 0

Un Salvador en Heliópolis

El Betis, líder gracias a un gol de Salva Sevilla en el 81'. Polémico gol anulado al Salamanca. Emaná falló un penalti y los de Mel perdonaron demasiado.

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<b>LA IMAGEN DE LA EUFORIA Y EL LIDERATO. </b>Israel, Rubén Castro e Isidoro festejan con Jorge Molina, que inició la jugada del gol, el 1-0 que fue definitivo.
LA IMAGEN DE LA EUFORIA Y EL LIDERATO. Israel, Rubén Castro e Isidoro festejan con Jorge Molina, que inició la jugada del gol, el 1-0 que fue definitivo.

Ya es primavera en Heliópolis y por las callejuelas que desembocan en el Villamarín y los bares verdiblancos de toda la vida se habla del Betis de los ascensos. De Burgos y Jaén. De Márquez y Aquino. De Gastón Casas. Y se echa un vistazo a Huelva para ver qué pasa con el Rayo. Y se echan cuentas. Y a las seis, con veinte y cinco grados y una tarde soñada para jugar al fútbol, Heliópolis parece un templo porque si el Betis gana será líder a once jornadas de que se acabe el campeonato.

Y el Betis ganó con la épica y el sufrimiento que lleva en su ADN después de mandar a la papelera más de una decena de ocasiones y encontrarse un héroe. Salva Sevilla hizo en el minuto 81, cuando el tiempo se acababa y faltaban el oxígeno y las ideas, el gol que devuelve al Betis al liderato. Un acontecimiento que hace un mes parecía de lo más improbable pero que se ha hecho realidad gracias a un ejercicio de voluntad y creencia de los jugadores en su jefe, Pepe Mel, coreado entre bufandas al viento por más de 30.000 verdiblancos, eufóricos porque se ven de vuelta en el jardín de los ricos. El Betis ya es líder otra vez y es muy poco probable que se vaya a tirar al callejón. De camino al túnel de vestuarios, eufórico por una victoria que le pone rumbo a Primera, Mel debió acordarse de sus palabras en Ponferrada. Ayer Lesma López le echó un cable. En el descuento, con el Betis hecho un flan y el pequeño Casto haciéndose gigante, saltando y saltando para despejar balones aéreos, Marcos Márquez levantó la pierna más de lo debido pero lejos de la cabeza de Nacho, que además estaba cargando al delantero. Edu Bedia hizo el empate y, casi del silencio que se hizo en Heliópolis, Lesma señaló juego peligroso light. Un final dramático para un partido que mereció un desarrollo más plácido para el Betis pero que terminó en favor arbitral. Mel se cobró ayer la factura que se llevó de El Toralín. Es la otra Liga. Y también vale.

Vibra el Betis, porque es primero y ha recuperado señales que le hicieron temible cuando arrancó el campeonato. Se le ve vivo pero, sobre todo, con fe. La crisis existencial post-Copa pasó. Como ante el Girona, como ante el Xerez, como otras veces que lo necesitó, el Betis creyó en el gol hasta el final. En los tiempos de la mini-crisis se hubiese abandonado después de tirar el limbo un penalti y de malograr oportunidades pintiparadas o de estrellarse contra Biel Ribas, un buen portero. Ayer superó las adversidades, especialmente un día horrible de Emaná, que empezó recreándose con jugadas efectistas que no iban a ninguna parte, continuó con un penalti tirado a las nubes (el segundo esta temporada) y terminó asfixiado persiguiendo sombras.

El Salamanca hizo lo que pudo. Pepe Murcia, que no termina de sacar al equipo del pozo, lo puso bien en el campo. Con orden, con un sistema clásico de toda la vida y con un ángel, Perico, que en la primera parte se cansó de trasladar al balón a posiciones ofensivas. Tuvo un problema. Sarmiento, su mejor socio, jugó demasiado lejos de la portería. Y a Marcos Márquez, un goleador de toda la vida, le falta ya la chispa que le convirtió en uno de los mejores cazagoles de la categoría. El plan defensivo del Salamanca sólo se mantuvo en pie por la mala puntería del Betis, que en la segunda parte se lanzó sin frenos a la conquista del partido. Todos lo intuían medio ascenso. Jorge Molina, luchador, solidario, hombre de desmarques, remató sólo dos veces ante Biel Ribas. Rubén también se cegó y Salva Sevilla, clarividente, mandó un balón fuera por milímetros. Estaba taciturno Salva Sevilla en el vestuario. Se reprochaba que le faltaban goles este año. Pero de este se va a acordar. El almeriense intuyó que el balón de Jorge Molina acabaría sin dueño porque Rubén Castro había arrastrado la defensa. Y lo convirtió en un rayo de esperanza verdiblanca. No es el gol de Márquez. Ni el de Aquino. Pero Salva Sevilla va a conservar tantos meses del gol como Heliópolis. La ciudad del sol brilla como nunca.