Liga Adelante | Nástic 0 - Las Palmas 0
El Nàstic se desfondó y casi lo paga con la derrota
Las Palmas durmió 45', pero la segunda mitad fue suya
El partido de ayer en Tarragona es de muy fácil lectura. Hubo una parte para cada uno. Sin más. Durante 45 minutos el Nàstic pareció una apisonadora y Las Palmas un desastre, y tras el descanso ambos equipos se cambiaron los papeles.
La culpa de que el encuentro fuera así se la reparten a partes iguales Oliva y Jémez. El primero por no ordenar a su equipo poner un poco de pausa (y cabeza) durante la primera mitad. Sí, el Nàstic llegó seis, quizás siete veces. Pero no marcó y, lo peor de todo, se desfondó. Y Jémez también supo leer bien la situación: leyó la cartilla a los suyos en el descanso, hizo un cambio y, disculpen la redundancia, todo cambió. En efecto, el primer acto estuvo dominado de cabo a rabo por el Nàstic, que gozó de innumerables ocasiones para ponerse por delante. Pero, tres refuerzos de invierno después, su mal sigue siendo el mismo: no tiene gol. A Viguera, que es muy bueno, le falta un killer a su lado. Rubén Navarro está muy lejos de su mejor versión y a Powel, a pesar de ser el pichichi del equipo, le falta definición. Ese es el mal de Nàstic. El resto lo hace bien. Menos en eso de desfondarse que, creo recordar, es la primera vez que le ocurre.
Jémez quitó del campo lo que le sobraba (Pedro Vega), ubicó a Sergio Suárez en su banda y desplazó a Quero a su sitio natural. Y por ahí vino la reacción amarilla. Más aún cuando entró al campo David González. Sorprende que ayer no jugara de inicio o, al menos, los segundos 45 minutos completos. El fútbol no es una ciencia exacta, pero da la sensación de que de haber sido así Las Palmas se va ayer con algo más que un punto.
Y Rubén.
Si el encuentro terminó en empate, el Nàstic debe agradecérselo a Rubén Pérez, que sacó un balón imposible a Quiroga a tres minutos del final. También se puede hacer una lectura a la inversa. Si Las Palmas no ganó ayer fue porque su delantero Quiroga no supo, primero, resolver ante Rubén y, posteriormente, aprovecharse de un error garrafal de Sergio Díaz. Quédense con la lectura que menos rabia les dé.