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El reportaje | Una innovadora apuesta para organizar el Mundial 2022

Qatar apuesta por revolucionar la arquitectura para el Mundial 2022

"Si FIFA ha facturado 1.000 millones de euros en el Mundial de Sudáfrica 2010, nosotros garantizamos 2.000 en el de 2022". Qatar, sin gran tradición futbolística y enclavada en un entorno agresivo por las altísimas temperaturas veraniegas del desierto, quiere ser sede del Mundial2022 para edificar estadios capaces de dominar el abrasivo clima. Zidane, Guardiola y Di Salvo avalan esta canditatura.

<b>UNA ISLA EN MEDIO DEL DESIERTO DE DOHA. </b>La refrigeración del estadio se produce a través del lago que rodea al Lusail Iconic y al que se accede por uno de sus puentes.

Sin tradición futbolística y lastrado por un clima extremo en verano, fecha de celebración del Mundial, Qatar ha buscado durante meses un argumento de peso para convertirse en anfitrión del Mundial 2022. Una baza suficientemente potente para convencer a los popes de la FIFA y resolver el hándicap climatológico. Finalmente, los jeques qataríes han apostado por "revolucionar la arquitectura deportiva para tratar de adecuar un entorno agresivo". Algo que conlleva un esfuerzo económico y un desembolso de petrodólares que pretenden contrarrestar con la explotación de los derechos del Mundial en el pujante mercado asiático.

El hombre elegido para liderar esta ambiciosa iniciativa es el jeque Mohammad Ben Hamad Al-Thani, en su día ministro de Economía, Finanzas y Petróleo del Emirato. Al-Thani, presidente del Comité Organizador, garantiza el "cumplimiento de la promesa de climatizar los estadios en Qatar, donde las temperaturas superan los 45 grados en verano. Además, todos los campos de la candidatura son respetuosos con el medio ambiente, debido a una tecnología punta que reduce a cero las emisiones de CO2".

La joya de la corona del proyecto qatarí es el Lusail Iconic Stadium, encargado al inglés Norman Foster. Una construcción que pretende marcar un antes y un después en la historia de la arquitectura deportiva. Un recinto que pasaría a engrosar la nómina de estadios emblemáticos que se inició allá por el 776 antes de Jesucristo con el de Olimpia en Grecia, siguiendo por el de Domiciano en Roma, los de París y Amsterdam a principios del siglo XX, el Olímpico de Los Ángeles en 1932, el monumental estadio de la Alemania nazi, el Azteca mexicano, y más recientemente el curvilíneo Olimpic Park de Sydney, el futurista Allianz Arena de Múnich y la última joya, el Nido de Pájaros en Pekín 2008.

Los estadios qataríes supondrían un desafío para vencer a las extremas condiciones climáticas reinantes. Se construirían con orientación este-oeste para asegurar la sombra en el césped y una temperatura de 27 grados centígrados. Autoabastecidos con energías renovables, estos templos ecológicos se integrarían en el medio que les rodea aportando soluciones novedosas como paneles solares, estructuras curvas, techos retráctiles, fosos acuáticos, gradas subterráneas, aire acondicionado, sistemas de refrigeración ecológica, técnicas de reflexión de agua, pantallas de plasma gigantes, puentes...

Foster, que acusaba en sus inicios un pronunciado estilo High-tech y suavizó progresivamente las líneas de sus edificios pese a mantener su sello industrial, se ha referido al proyecto con el término "arquitectura flexible". Si el 2 de diciembre Qatar es elegido sede del Mundial 2022, la arquitectura sufrirá una revolución, al tiempo que cumplirá un viejo anhelo: habitar el desierto.