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Holanda 0 - España 1 | La contracrónica

¡¡¡Dios es español!!!

Gracias, gracias y gracias por habernos hecho vivir la mejor noche de nuestras vidas. Somos los Reyes del Mundo, ¡sí!, los mejores del Universo. Por eso, a partir de ahora, el 11 de julio debería ser declarado Fiesta Nacional. ¡Viva España!

¡¡¡Dios es español!!!

De Iker al cielo. Jamás pensé que iba a vivir este momento. Estábamos a sólo cuatro metros de nuestros héroes para la eternidad. En ese instante Don Iker Casillas Fernández levantó todo el oro de África, todo el oro que hemos ido amasando durante décadas con las ilusiones rotas de españoles con coraje, pero sin suerte que están en la memoria de todos. Miré al cielo de Johannesburgo y empezó a caer una lluvia de confeti dorado que fue el anticipo de un torrente de lágrimas que se tornaron en abrazos, gritos, alegrías y sonrisas para acompañar desde 8.247 kilómetros las euforia desatada en las calles de las ciudades y los pueblos de nuestra amada España. Casillas no es un porterazo de fútbol, es mucho más. Su fe en la vida, en sus creencias y en los valores que le enseñaron sus padres, José y Mary Carmen, en Móstoles han servido para fabricar el modelo ideal de lo que debe ser el capitán de la Selección española. Ikerman, viva la madre que te parió.

¡Viva La Mancha! Aparte de Casillas y del partidazo imperial de Don Xavi Hernández, si alguien se merecía la gloria de meter el gol que será recordado en los libros de historia dentro de cien años ése es Don Andrés Iniesta. Un manchego de honor, noble como limpio de pensamiento y de obra y jugador capaz de maquinar maravillas con la pelota que sólo están al alcance de un paisano de Don Quijote. Mi Andresito no quiso dejar mal al Pulpo Paul, al que propongo que le fabriquen una pecera gigante en la Castellana con jacuzzi y una colección interminable de jugosos mejillones. Este pulpo-profeta es la caña, aunque sólo hay un pulpo mejor que él: el pulpo Casillas. Por cierto, hasta el honorable Mandela reapareció para no perderse la fiesta de La Roja. También vi en el palco llorando de emoción a Gasol y Nadal. Los españoles somos los números uno en el deporte y disfrutamos de una Edad de Oro que perdurará para siempre si somos humildes y conscientes de dónde venimos. Tampoco olvido a mi Raúl, al que la FIFA recordó en los videomarcadores del imponente Soccer City para refrescarnos que es el máximo goleador de la Selección (44 goles). Raulito, tú también eres un campeón del mundo.

Mandarina exprimida. Así habría que llamar a esa sombra siniestra de aquella Naranja Mecánica que enamoró al mundo del fútbol en los años 70. Esta Holanda quiso ganarnos la final a base de mamporros y de juego sucio, fiándolo todo a alguna galopada de ese crack llamado Robben. Por cierto, el holandés tardará en olvidar a su ex compañero Casillas. Ikerón le apartó de la gloria con un mano a mano que pasará a la posteridad. Ya me avisó mi entrañable Cannavaro de lo que iba a pasar antes del partido: "Roncero, he hablado con Iker hace dos horas y le he visto algo nerviosillo pero le he dicho que él levantará la Copa que yo sostuve en mis manos hace cuatro años. ¡Bravo, Iker!". Su beso enamorado a nuestra compañera Sara Carbonero es el beso de la felicidad que inunda el corazón de 47 millones de españoles. ¡Felicidades, pareja!

¡Viva España! Es el grito que me lanzó mi chiquitín Marcos, que estaba subido a hombros de mi paciente y amada Lucía. El niño iba pintado de España de arriba abajo y con el jersey de Casillas. Pequeño, aprovecha que el destino te ha dejado crecer en la era en la que los españoles decimos orgullosos que somos los mejores. Chiquitín, de aquí a la eternidad. Esta noche no se nos borrará jamás de la memoria. Viva la pantalla de televisión del Soccer City y vivan las calles de España con banderas rojas y gualdas por todas partes. Doy las gracias a Don Vicente del Bosque por permitirnos con su sabiduría gozar de la mejor noche de nuestras vidas.