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mundial 2010 | holanda 2 - eslovaquia 1

Holanda y Robben, candidatos

La oranje avanza a cuartos de final tras vencer a Eslovaquia con un gol de Robben y otro de Sneijder. Holanda, que mereció el triunfo por su mayor dominio, jugó con fuego durante la segunda parte por una especulación excesiva que los eslovacos desaprovecharon. Negados ante el gol, sólo pudieron marcar de penalti por medio de Vittek pero ya sin tiempo para soñar. Holanda se medirá en cuartos a Brasil o a Chile.

MANUEL SALINERO
Robben consiguió el primer gol de Holanda y fue el motor de su equipo en el duelo ante Eslovaquia.
Robben consiguió el primer gol de Holanda y fue el motor de su equipo en el duelo ante Eslovaquia.Reuters

Holanda ha perdido brillo y se ha vuelto más pragmática. Puede que los puristas renieguen, y con razón, pero es más que probable que sus sufridos aficionados lo agradezcan, hartos de ver cada cuatro años como la oranje juega tan bien como siempre, y como siempre también pierde. Cansados de aplaudir grandes faenas sin trofeo, de dar la vuelta al ruedo con la manos vacías, Holanda ha venido a Sudáfrica a tocar pelo. Estamos hoy ante un conjunto más equilibrado y organizado que, desde la paciencia, sabe administrar el marcador sin renunciar al estilo, lo que le confiere un aire autoritario y dominante. Es un bloque poderoso, unido en el vestuario y solidario en el césped. En suma, un conjunto con mayúsculas, que ha sacrificado gramos de artificio en pos de la competitividad, el salto necesario para todas las selecciones que aspiren a levantar la Copa del Mundo .

Lo ha admitido el técnico Van Marwijk: "Los mejores conjuntos se construyen sobre la base de una buena defensa". Hay que tener muchos arrestos, o estar de psiquiátrico, para osar, en el país de la Naranja Mecánica, no ya a cuestionar, sino simplemente retocar los postulados totémicos de Cruyff. Pues así, con el sacrilegio que supone aventurarse a reformar la Biblia del fútbol holandés, este primo-hermano de Rod Stewart está a punto de consagrar a Holanda y darle por fin lo que la historia y su hermoso estilo -hasta ayer innegociable- le han negado.

Salió valiente Eslovaquia, lejos de ese papel acomplejado que se le podía presuponer. Ocurre que los riesgos del abismo a veces estimulan a los condenados, y los eslovacos, sin nada que perder y mucho por conquistar, se presentaron dispuestos a todo. Jendrisek avisó desde la frontal, pero eso despertó a Holanda, que arrancó aletargada y que no tardaría en quitarse las legañas de la forma más natural que conoce, y la que recurre cuando se nubla: tocando y tocando, ensanchando mucho el campo para buscar los espacios y montando contras endiabladas.

No se acongojó Eslovaquia, que, bien pertrechada, armaba sus ataques en torno al revoltoso Stoch, pero fue Sneijder el que dispuso de la primera gran ocasión en una de sus habituales llegadas desde la izquierda. Con una apuesta nada brillante Holanda parecía dudar, pero es una sensación equívoca. Este equipo nunca pierde la calma, y sabedor de que sus delanteros son letales, le valió una acción aislada para cobrar ventaja. Desde su propia área, ¡desde la defensa! -blasfemia cuando se trata de Holanda- Sneijder colgó un pase de 40 metros para la carrera de Robben por el carril derecho. Cambiado de banda, el extremo del Bayern aceptó el envite: controló, se cambió el cuero de pie para encarar el área, afrontó a su par con esa mezcla suya de potencia y elegancia, y definió con un extraordinario golpeo a la cepa del poste. Extraordinario gol, extraordinaria demostración de recursos de un equipo que se atreve a improvisar acciones más allá del toque, incluso pases largos desde la zaga que eviten el peaje del centro del campo, heterodoxia pura de la nueva Holanda.

Con el marcador a favor Van Marwijk sacó su manual y Holanda empezó a administrar su ventaja. El entrenador ha confiado el equilibrio del equipo a su yerno, el veterano e incombustible Van Bommel, sí, su yerno. Su fuerza y su orden se bastan para sostener el equilibrio en la media y mantener unidas a las partes, aunque hoy no parecía sobrado de fuerzas. Atrás, la línea formada por Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen y Van Bronckhorst ofrece una resistencia desconocida en los Países Bajos. Stekelenburg, el meta del Ajax, sólo ha encajado un gol en cuatro partidos, y fue de penalti.

Esto es la nueva Holanda, un equipo que parece dormitar en muchas fases del partido, que narcotiza al rival con un fútbol lento y excesivamente pausado, pero que de repente explota con un estruendo; de una recuperación fluye un ataque vertiginoso, de la nada surge un pase letal, y el equipo se planta en el área rival con un arsenal de caballería presto a perforar al enemigo. Estuvo a punto de conseguirlo Van Persie en una de esas contras cuasi letales, y al borde del descansó el del Arsenal remató la acción más hermosa del primer acto. De pronto, y recordando que las esencias siguen intactas, los tulipanes más creativos se asociaron por la derecha en un ataque rápido y al primer toque que Van Persie remató desviado en boca de gol. Era el aroma de la otra Holanda, la más preciosista y embaucadora, que ahora sacrifica la belleza en pos del éxito.

La salida del vestuario no cambió el panorama, y bastaron cinco minutos para confirmar que Holanda juega cómo y cuando quiere. Robben calcó su acción del primer gol y estuvo a punto de hacer el segundo, pero Mucha estuvo rápido de reflejos. El portero eslovaco se lució en la acción siguiente tras una jugada preciosa del propio Robben -hoy a su mejor nivel-, que tras lucirse en el regate, sirvió el pase de la muerte al defensa Mathijsen, que perdonó la sentencia en la medida en la que la evitó el portero.

Convertido en la estrella eslovaca a esas alturas del choque, Mucha se jugó el tipo para despejar una falta a la que Van Persie había dotado de una rosca endemoniada. Holanda estaba ya desatada, y sus ataques se multiplicaban en oleadas con Sneijder y Robben al mando. A ambos se les ve cómodos, que digo, felices cuando se juntan, su asociación surge de forma natural sobre el campo, y lo que el Real Madrid les arrebató Holanda se lo devuelve en cada cita.

En el horizonte de Holanda hacia los cuartos parecía no haber obstáculos, cuando de repente Eslovaquia encontró la luz: dos acciones memorables de un equipo bastante limitado debieron suponer el empate, pero en ambas lo evitó el meta Stekelenburg. Sobre todo en la primera, en la que se elevó al cielo para desviar un potente y colocado remate de Stoch: recibe en el área, amaga con el disparo y se va hacia el centro para soltar un latigazo prodigioso, tanto como la respuesta de Stekelenburg. Con el susto aún latiendo, Holanda recibió una segunda embestida, pero se obró el milagro para que Vittek, completamente sólo dentro del área y toda la portería para acomodarla, disparara al muñeco. Un error imcomprensible que les condenaría.

El partido había renacido, Eslovaquia reaccionado y Holanda jugada con fuego. Estaba la oranje tan cerca de las llamas que olía a quemado, y decidió estirarse. Con eso le vale para rondar el gol, pero esta vez fue Kuyt el que perdonó. Para entonces Eslovaquía ya se había transformado, su juego había crecido apoyado en su fondo físico, una fortaleza que le permitió cambiar la velocidad del juego y tutear a su rival. Pero otra vez, cuando más sufría Holanda, la suerte decidió en este Mundial .

El meta eslovaco, pilar y esperanza del equipo hasta ese momento, cantó en su salida fuera del área para despejar un saque de falta y Kuyt, siempre al quite, lo aprovechó con un autopase de cabeza para regalar el 2-0 a Sneijder. Era el minuto 84, y aunque la aventura de Eslovaquia había terminado, aún sacaron orgullo para buscar el gol. Llegó de penalti tras una jugada personal de Jakubko. Acertó Undiano Mallenco, hoy sí, al señalar el castigo. La honra la firmó el goleador Vittek, pero esta ya estaba sobradamente salvada por una Eslovaquia que ha dado el nivel en su primera participación en la Copa del Mundo como país independiente. Su nota supera el aprobado, y siempre podrá presumir de haber humillado a Italia.

Holanda es otra cosa. Ha cambiado su estilo, especula con el resultado y luego, de pronto, destapa sus esencias, juega a todo y a nada, se evade por momentos y explota sin aviso, sometida a una ruleta rusa permanente que la condena a un sufirmiento innecesario.

En su horizonte aguarda la eterna Brasil, ante la que los tulipanes ya se despidieron en las citas de 1994 y 1998. El nuevo capítulo se escribirá el próximo día 2 en Puerto Elizabeth, siempre, claro está, que la canarinha supere la prueba ante Chile. Si lo consigue, los de Dunga se enfrentará a un rival peligroso por desconocido, una Holanda que ha vendido su alma al diablo seducida por los cantos de sirena de los ganadores, una selección cansada del aplauso sin premio y que anhela descubrir a qué sabe el triunfo.