Mundial 2010 - Grupo G | Portugal 0 - Brasil 0
Maicon y poquito más
Cristiano, a lo suyo, y el público acabó pitando a todos.
Cuarenta y cinco minutos duró el desafío. Justo hasta el descanso, cuando Brasil y Portugal debieron reparar en que no merecía correr más riesgos con la clasificación en la mano. El público de Durban percibió el desinterés muy rápidamente y cambió las vuvuzelas por una pitada sonrojante para los protagonistas de la farsa. Lo cierto es que unos y otros, Dunga y Queiroz incluidos, merecieron la pitada desde el momento en que plantearon el partido en la pizarra.
Medio tiempo dio para confirmar algunas noticias. Por ejemplo, que Maicon es un obús por ese lateral derecho cuando se lo propone. Que Coentrao resultó de lo más espectacular de Portugal. También que Cristiano anda fuera de sí, sobrerrevolucionado, y por eso mismo deslucido. Y un feliz reencuentro: el de Pepe en el campo como titular, seis meses después de la lesión. Incidencias que siempre, no lo dejemos pasar, se vieron afeadas por dos esquemas de juego burdos, ramplones, temerosos e indignos de la historia de Brasil y Portugal.
Daba lástima ver a Cristiano allá solo, en punta, a veinte metros de una medular portuguesa con ¡cinco! jugadores levantando un muro a la canarinha. El madridista ni la olió. Se desesperó superado por Juan, Lucio o Maicon si le tocaba ir por su lado. La impotencia derivó en tres lanzamientos de falta destemplados, reflejando su desesperación por el mal modelo futbolístico de su seleccionador. Una pena, porque Tiago y Danny querían arrancarse una y otra vez, pero las órdenes de Queiroz eran taxativas: ni una alegría, ni un despiste.
Alves.
Contra este sistema, tampoco Brasil presentaba soluciones brillantes. Sin Kaká, Elano o Robinho, la respuesta pasaba por el músculo de Dani Alves y Maicon, que hasta el descanso convirtieron su banda derecha en un pasillo hasta el área de Eduardo. Siempre que Coentrao lo permitiera, porque por ese mismo carril hizo el portugués subidas sensacionales. Un futbolista de gran calidad, sin duda.
Por momentos pareció que el partido se calentó, quizás por cuentas pendientes y la defensa del orgullo profesional.
Saltaron chispas en los focos habituales, aunque lo de Felipe Melo fue tan desproporcionado que Dunga le relevó a un minuto del descanso. La roja sobrevolaba su cabeza. En el reparto de cera no quedaron heridos, por suerte para Brasil y Portugal, como si hasta en esto hubieran pactado.
A todo esto, Eduardo y Julio César de espectadores. No hubo tensión de área, más que algún chispazo de Luis Fabiano, de Cristiano o del inocuo Nilmar, a quien no se le vio, como Baptista, una sombra de lo que fue. Con este panorama, la siesta empezó en el descanso y se fueron a ver el partido de España entre abucheos.