Champions League | Sevilla 1 - CSKA 2
Triste CSKO en Nervión
El Sevilla, víctima de sus miedos, no pasa de octavos
El Sevilla pensó que le quedarían mil y una noches de sueños y gloria en la Champions y se encontró una de las mayores decepciones de los últimos tiempos. El CSKA, con el plan militar que todos suponían pero que nadie se atrevió a desactivar, eliminó al Sevilla de una manera dolorosísima, en su guarida del Pizjuán. Lo peor que puede decirse es que no lo hizo de manera injusta. El silencio que acompañó a los últimos diez minutos lo dijo todo porque se esperaba un Sevilla bravo y valiente, incapaz de perdonar una oportunidad inmejorable para rebasar el umbral de su historia. Pero cayó como en aquella nefasta noche del Fenerbahce. Un palo de efectos devastadores que dejó caras dramáticas. Ojos llorosos de Navas, desolación de Zokora, gesto tenso de Del Nido.
Duro.
Para el sevillismo, la caída fue incluso más dolorosa por ver a uno de sus héroes, Andrés Palop, arrodillado. Honda, kamikaze japonés que ayer justificó los doce millones de euros que el CSKA pagó por él, sacó a pasear el cañón que tiene en la pierna izquierda. A Palop no le ayudó su barrera ni el balón de la Champions que tan mal le trató ya en la ida con el gol de Mark González. Palop se abalanzó sobre el balón de las estrellas y no lo pudo despejar. Pero el 1-2 que fue demasiado para el Sevilla no señaló a Palop, señaló al Sevilla. Porque cuando el CSKA puso la eliminatoria definitivamente a su favor, existió la sensación de que eso sería demasiado para el Sevilla, equipo que vive crispado, dividido por la tensión que rodea a Jiménez y que al final se ha proyectado a toda la plantilla, que ya no sabe si ir hacia adelante o hacia detrás. Da la sensación de que ya nadie cree en nadie. Y en partidos de esta entidad, por más que el CSKA no sea un gigante de Europa, se pierde si un equipo como el Sevilla no presenta su mejor versión. La de anoche no lo fue.
Ya se intuyó que sería un día difícil cuando Necid, un buen delantero que es una versión mejorada de Zigic, dribló con sencillez a Dragutinovic y marcó el 0-1. Para entonces, Honda ya jugaba libre, poco presionado entre líneas, libre para crear. Al Sevilla sólo le salvó un arreón de fe de Palop, que mandó un balón a lo que fuese. La defensa rusa, un bizcocho, no interrumpió a Luis Fabiano y dejó solos a Navas y Perotti. Pero ni el 1-1, que coincidió con el descanso, buen tiempo para pensar, le arregló la historia al Sevilla, preso de sus miedos.
Cuando todo el estadio tiene la sensación de que llegará el golpe final, cuando el equipo no pone la maquinita en marcha, es que no existen las mejores sensaciones para que haya noche mágica. Lo confirmó Honda, el japonés que derrumbó Nervión junto al ejército ruso. Negra noche.