Abramovich se plantea vender a Ashley Cole

Cuatro días después de que Roman Abramovich, dueño del Chelsea, anunciara a su plantilla que no estaba dispuesto a más escándalos e instaurara un código de conducta no escrito, que incluye un jurado de miembros respetados del club para casos extremos, vuelven a aparecer nuevas historias sobre el comportamiento arrogante y poco profesional de Ashley Cole. A saber: pidió ayuda a trabajadores del club para que llevaran a su habitación a unas amigas la noche anterior a los encuentros ante el Hull y el West Brom; y mintió a un miembro del departamento de comunicación y a la directiva para que ocultara otros encuentros privados con chicas durante la pretemporada. La sensación de que los jugadores se sienten por encima del club es lo que más duele al millonario ruso, que en su día se desprendió de José Mourinho y de Adrian Mutu por razones disciplinarias, y la Prensa inglesa sugiere que podría hacer lo mismo con Cole, posiblemente el mejor lateral izquierdo del mundo.

O eso, o una multa ejemplar de medio millón de euros. Tras las tropelías de John Terry y de algunos de sus compañeros, Abramovich ha marcado "una línea en la arena", como describe gráficamente un directivo del club. "Por aquí no pasaremos más, se llame como se llame el implicado". La impresión en el club, desde hace ya meses, es que los jugadores han almacenado un poder ilimitado y se sienten por encima de la ley o de reglas disciplinarias. La estrecha relación de los futbolistas de más peso con el dueño del club (algunos de los cuales han compartido vacaciones, yates y cenas con Abramovich) enturbiaba la situación y desde hace dos temporadas el magnate ruso decidió expresamente alejarse de ellos e incluso del club. La temporada pasada estuvo tres meses sin aparecer por Stamford Bridge y ahora, más visible en el estadio, en los desplazamientos y en el campo de entrenamiento, quiere recordarles a todos quién es el jefe y qué comportamientos hacen grupo, y cuáles no.