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Rumanía exalta la gesta del humilde equipo que venció al Sevilla
Ayer, ante el Sevilla, las tribunas celebraron jubilosas la gesta de un club humilde, sufrido, invisible y trabajador.
"¡Presidente!", titula hoy en portada el deportivo Gazeta Sporturilor sobre una gran foto del entrenador del Unirea Urziceni, Dan Petrescu, después de que su humilde equipo venciese al Sevilla.
A la izquierda, en una foto del partido del martes contra los hispalenses, un hombre con cara de pan sostiene una pancarta con esta leyenda: "Votad al tejón".
El tejón es para la Rumanía futbolística el técnico del Urziceni, pequeño y redondo como este animal de hábitos nocturnos.
A pocos días de que los rumanos decidan quién será su nuevo presidente, Petrescu es seguramente el hombre más prestigioso del país.
A sus 42 años, el ex internacional del Chelsea ha llevado al modesto Unirea de Urziceni al título de Liga nacional, y está a un solo empate de clasificarlo para los octavos de final de la máxima competición europea.
Basado en la ciudad de Urziceni, cercana a Bucarest y de tan sólo 17.000 habitantes, el Unirea subió por primera vez a la categoría de oro del fútbol rumano hace sólo tres años. En su segunda temporada en primera, ya de la mano de Dan Petrescu, el equipo fue quinto y se clasificó para la Copa de la UEFA.
El éxito parecía difícil de superar, pero un año después el Unirea rompía todos los pronósticos y se proclamaba campeón de Liga.
Con disciplina férrea, coherencia y seriedad, protegido por uno de los pocos presidentes del fútbol rumano que han dejado trabajar a sus entrenadores, Petrescu había conseguido batir a los grandes del campeonato nacional, pero muy pocos creían entonces que con lo que tenía podría competir con garantías en la Liga de Campeones.
La derrota por dos a cero en Sevilla pareció confirmar los augurios. No fue una decepción, pero diluyó el interés de los medios y dio al equipo una tranquilidad que ha contribuido a la buena actuación en la liguilla.
Vilana, Bilasco y Brandán, el trío mágico
Con solidez defensiva y una perseverancia admirable en tocar el balón, el Unirea emprendió una trayectoria ascendente apoyado sobre el césped en tres pilares fundamentales: el pulmón brasileño Ricardo Vilana, el hábil cañonero Marius Bilasco y el argentino de 26 años Pablo Brandán, un carrilero a la vieja usanza fiable, técnico y vertical.
Ayer, ante el Sevilla, las tribunas celebraron jubilosas la gesta de un club humilde, sufrido, invisible y trabajador.
Un equipo con rostro de rumano, parecido a las muchas caras duras y resignadas que asomaban el martes en la grada de Ghencea bajo gorros mal calados de astracán o de ropa.