Cesare Maldini
"Di Stéfano me pareció el primer gran jugador moderno"
Cesare Maldini (Trieste, 5-2-1932) disputó con el Milán la final de la Copa de Europa de 1958 ante el Madrid, que ganaron los blancos 3-2 con gol de Gento en la prórroga. El padre de Paolo Maldini habló de aquel partido y de su admiración por el presidente de honor del club madridista.
¿Cuál era el secreto de aquel Milán que jugó la final?
La calidad de los jugadores, no había otra cosa. Había grandes extranjeros. Nordhal acababa de dejar la sociedad y en su lugar vino Ernesto Grillo, un delantero argentino muy afamado. Potente, fuerte, musculado No tenía miedo a nada.
¿Quién era el gran capitán?
Seguramente Grillo, Schiaffino y Liedholm. Polos opuestos, dos sudamericanos y un sueco. Liedholm se comportaba como un señor. Hablaba poco y miraba mucho. Los más jóvenes le teníamos mucho respeto. Luego lo tuve como entrenador.
Jugaron la semifinal ante al Manchester. Un par de meses antes sucedió el accidente de avión en el que murieron ocho jugadores. ¿Cómo se enteró?
Fue una noticia de repercusión mundial, un golpe muy duro. No sabíamos si el partido se iba a suspender. Pero vi bien que fuéramos allí porque lo mejor es que la vida continúe
¿Qué vio en Manchester?
Antes del partido había un silencio absoluto, incluso justo antes de que pitara el árbitro. En el vestuario se palpaba la tragedia. Fue extraño estar allí. Tres de los que viajaban en aquel avión, Gregg, Foulkes y Morgans, jugaron el partido. El resto eran jovencitos de la cantera. Y Gregg paró de maravilla, tanto que nos ganaron 2-1. Luego, lo arreglamos en San Siro.
¿Cuántos días antes de la final llegó el Milán a Bruselas?
Dos. No hicimos nada especial. Un entrenamiento en Heysel y poco más. Para nosotros era la oportunidad de hacer historia. Ganar al todopoderoso Madrid que había alzado las dos primeras Copas de Europa. Había tanta tensión que realizamos la charla en el hotel. Recuerdo que en todo el viaje en autobús al estadio nadie dijo una palabra. Y luego, en el vestuario, casi tampoco.
¿Había miedo?
Bueno, tanto como lo sentían los jugadores del Madrid. Ellos tenían noticias claras de lo que éramos porque en los tres partidos anteriores Bernabéu mandó a un enviado para que nos espiara. Nosotros lo sabíamos e intentamos bordarlo para meterles miedo.
¿Qué recuerda del partido?
Fue genial. La mejor final de la historia o, por lo menos, la que tuvo más calidad. Nunca había jugado contra Di Stéfano y me pareció un fenómeno. Se movía con maestría por todo el campo. Con el tiempo pensé: fue el primer gran jugador moderno. Mi intención era pedirle la camiseta tras el partido, pero cuando le miré ya iba sin ella y me la cambié con Rial.
¿A quién se la había dado Di Stéfano?
¡No lo sé! Ahora es una reliquia. A los tres o cuatro años vino a un partido a Milán y después fuimos a merendar. Yo le decía: "¿Cómo puedes andar por todo el campo siendo el nueve?". Cuando se habla de jugadores fenomenales de la historia siempre digo ¡Di Stéfano! Él fue el primero.
¿Fue decisivo en la final?
Bueno, el partido estuvo igualado, pero fue Gento quien decidió. ¡Era un rayo! El más rápido de Europa con diferencia. Soldan, el meta, pidió perdón en aquel momento: "Lo siento, no he visto la pelota entre tantas piernas". Fue el final. No teníamos fuerza para más.
¿Y a usted quién le dio problemas?
¡Todos! El mismo Di Stéfano, Gento, Rial, Kopa A Raimond me lo encontré hace tres años en la FIFA. ¡Kopolevsky! Otro fenómeno.
Habla con admiración.
Es que el Madrid y el Milán son dos equipos que se estimaban. O al menos en aquella época. El Madrid nos invitó un año a un amistoso. Después, Bernabéu nos invitó a comer y nos llevó a todos a un tentadero de toros. Fuimos en un viaje de un par de horas de autobús. Era la primera vez que veíamos tantos toros juntos.
¿Ha seguido manteniendo la amistad con Alfredo?
Siempre hablaba con él cuando iba a Madrid. Es un personaje, simpático. Te miraba, hablaba un encantador. Le sigo por los periódicos.