Liga de Campeones | Real Madrid 2 - Milán 3
La arruga es bella
El Milán asalta el Bernabéu ante un Madrid que se evaporó. Sólo Raúl estuvo a la altura. Pato fue la estrella y la pasividad local reanimó hasta a Ronaldinho.
De todo lo bueno que le pase al Milán este año (si es que le pasa) tendrá que estar agradecido al Real Madrid. Al Bernabéu llegó un equipo en ruinas y de allí salió uno rejuvenecido y pimpollo. El ejemplo de Ronaldinho lo ilustra todo. Durante la primera parte pareció rodar un anuncio de natillas, fijo como un poste y sólo atento a las cabriolas. En los últimos minutos, sin embargo, le atrapó la locura de la adolescencia: golpeó a Raúl (por la espalda, pandillero) y, no satisfecho, desbordó al fiero Pepe, en la que fue su primera y única carrera de la noche, quizá del mes. En su caso, el partido le convalida como un año en Incosol.
Todo sucedió, insisto, por obra y desgracia del Madrid. El Milán se movió con una lentitud geriátrica hasta que el anfitrión, en la segunda mitad, le fue entregando campo y argumentos. Y si las fuerzas están bajo sospecha, el talento no se discute. De manera que la proximidad al área de Casillas encendió la mecha y reactivó el asilo.
Lo comprendió el Milán entero, que asumió, como los equipos domingueros y panzudos, que la única estrategia, decidido el asalto, era enviar balones al joven Pato, el único con piernas. Y así lo hizo.
El marcador, en ese instante (a media hora del final), señalaba la victoria del Madrid por 1-0, gol de Raúl. Aunque el tanto había sido una pillería (el balón fue una trucha en los guantes de Dida y el capitán se lo birló), descubrió que Raúl era el único que entendía la magnitud del partido, la necesidad de prestarle la máxima atención. Prueba de ello es que Benzema, ya girado hacia campo propio, se perdió el gol por despreciar el rechace.
Sin plan.
Pero aun antes que de un problema de actitud, el Madrid fue víctima de la ausencia de un sistema. En cuanto se apaciguó el primer ardor (jugó bien Granero en ese tramo), el equipo quedó a la deriva, apelmazado en el mediocampo y sin respiro por las bandas. Tampoco funcionó Kaká, corazón partido, ni la salida del balón, ni la estrategia, ni todo cuanto compete al entrenador invisible.
No sirve como excusa que el árbitro pasara por alto un clamoroso penalti a Benzema, porque el Madrid no puede hacer depender su felicidad de un accidente que luego quedaría ampliamente compensado. Lo cierto es que el equipo se achicó y lo hizo aún más cuando Pirlo acertó con un disparo improbable que Casillas no evitó.
Muy poco después, volvió a fallar el ángel. Iker salió del área a por un balón dividido y corrió más pendiente de no tocar con las manos que de interceptar la pelota. Pato, atónito, la empujó a placer.
La improvisación del Madrid quedó patente cuando Raúl corrió a sacar un córner ante la pasividad general. El capitán divisó a Drenthe y el holandés, extrañamente inspirado, empató de tiro raso.
Pocos hubieran salido vivos del Bernabéu con 15 minutos por delante, pero ni para eso alcanza. En el tiempo en que se debió culminar la remontada, Pato rozó el tercero y el árbitro anuló un gol legal al Milán. La conclusión fue de justicia: Seedorf asistió a Pato y el niño fusiló de volea.
Los italianos se fueron dando brincos, tan jóvenes se sentían, la vida es larga y la arruga es bella.
El detalle. Cristiano lo vio en su palco con Di Salvo
Di Salvo presenció el partido en directo. El italiano, despedido por el Real Madrid hace algo más de un mes, estuvo en el palco privado de Cristiano, con el que ya coincidió en el Manchester United.