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Liga BBVA | Segunda jornada

Multifútbol

Ni el virus FIFA puede con Barça y Madrid, capaces de ganar sus partidos dosificando a algunos titulares. Aguantan su ritmo el Valencia y ese Athletic que por primera vez en muchos años empieza la Liga con dos alegrías seguidas. Las cruces: el Atlético, muy crispado, y un Xerez que acusa la candidez del debutante.

Casillas

El Personaje: Casillas

Esa barba cerrada, esos hombros anchos, ese potente tren inferior, la seguridad en los ojos del maduro y la timidez en los del adolescente. De la foto de la izquierda a la de la derecha, de Cornellá a San Mamés, han pasado 10 años de Iker Casillas Fernández como portero en el Real Madrid. 349 partidos en Primera, 4 Ligas, 2 Champions, una Eurocopa con la Roja... Dicen que los metas alcanzan su madurez a los 30. Casillas aún tiene 28 y cuerda para hacer milagros durante 10 años más.

FILIPE LUIS AGUÓ LA VENGANZA A MUNÚA

Al partido gris de A Coruña le surgió un guión alternativo, líneas apasionantes escritas por protagonistas con cuentas pendientes. Por el lado malaguista, Munúa, que volvía al lugar del que le largaron malamente, tras ser apartado del equipo por Lotina. Por parte del Depor, Filipe Luis, a quien Riazor recibió con palmas a pesar de su deseo, frustrado, de irse al Camp Nou. Hasta el 81’ el portero uruguayo había desbaratado las ocasiones visitantes con esa manera tan sui generis de parar, casi sin tirarse al suelo. Un cancerbero con esmóquin. En ese minuto, Filipe aguó la venganza a Munúa y se cargó él mismo de razones: por golazos como ése le quería el Barça.

ZOKORA Y LA MANTA DE MANOLO JIMÉNEZ

En el debut de Mestalla, Jiménez dejó en el banquillo a Zokora y algunos calificaron el gesto como "ataque de entrenador". Ante el Zaragoza, el técnico le dio a su fichaje estrella la manija y Zokora cumplió, aunque no en la faceta esperada, pues el marfileño prefiere tocar a rebato que guardar el sitio, antepone la arrancada a la táctica. La gente de Nervión echa de menos a Keita y Poulsen, y aguardaba en Zokora a otro futbolista de equipo, pero se encontró con un animador. Ahora habrá que preguntarle a Jiménez por aquello de la manta, si prefiere tapar la cabeza y destapar los pies, o viceversa. Si ganar bostezando o golear con pasión, como hizo el sábado.

JURADO PIERDE LA TIMIDEZ

"Aproveché mi oportunidad", dijo Jurado tras firmar ante el Racing otro partido más que aceptable, diríamos que brillante si no fuera por el resultado mediocre de su equipo. Más que por el juego, el centrocampista andaluz sorprendió a todos por la rotundidad de sus palabras, pues no suele dar titulares. Siempre ha sido un chico acostumbrado a ponerse colorado ante la Prensa, amigo de frases de maqueta como "tengo que trabajar" o "el partido es muy importante". Un tímido crónico fuera del campo que se estaba acomplejando también dentro de él, porque no cumplía las expectativas. Pero el año pasado dispuso de minutos y mostró una notable progresión en Mallorca. Ahora, de vuelta en el Atlético, necesita continuidad para confirmar que hay un crack dentro de él. Ha crecido, sin duda. Lo demuestra que ya habla con carácter.

INIESTA: CERO GLAMOUR, PERO TODO EL FÚTBOL

Iniesta y Messi salieron de la mano para lavar la cara al Barça y darle los tres puntos en Getafe. Los focos y los titulares se fijaron en Leo, porque había sido su no-semana, la del fracaso con su selección. Junto al argentino había entrado Iniesta, recuperado ya de su lesión, y la pelota volvió a sentirse culé, se movió al ritmo de seda que impone Andrés. Las crónicas, decimos, le obviaron. Iniesta no tiene historia ni glamour. Tampoco un color atractivo, con esa piel blancuzca casi albina. No cruzó el charco para que le pagaran el tratamiento de hormonas, no nació en una isla lejana ni tuvo accidentes casi mortales en su juventud. A Iniesta le descubrieron con la cotidianeidad de la oficina cada mañana. Primero De la Morena en Brunete y luego algún tipo del Barça al que no cabe considerar iluminado: la calidad se veía a la legua. Cada partido fue un poco mejor futbolista que el anterior, así lleva desde los 14 o los 16 años, destapándose poco a poco. Y en Barcelona no hace más calor, ni hay mejor pan que en Fuentealbilla.