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Macedonia - España | La contracrónica

¡Dani, va por ti!

Los macedonios estuvieron cerca de amargar el emotivo homenaje que La Roja hizo a Dani Jarque. Pandev nos puso contra las cuerdas con sus goles. Pero Del Bosque cambió su dibujo y en cinco minutos todo volvió a su cauce.

Homenaje al 21. Dani Jarque se merecía esta remontada. Alguien que fue tan ejemplar en su trayectoria, perico desde niño hasta la muerte, capitán de La Roja en versión Sub- 21, campeón de Europa Sub- 19, buen tío y, qué diantre, uno de los nuestros. El capitán del Espanyol, para mí lo sigue siendo, merecía un homenaje a la altura de su persona. Por eso me gustó el detalle de las autoridades macedonias, que hicieron repetir el minuto de silencio al haber sido roto por los aplausos sin maldad, pero frívolos, de la grada del estadio Filipo II, que habían quitado solemnidad a un momento tan emotivo. España saltó al campo con los jugadores embutidos en una camiseta roja con el número 21 y el nombre de Jarque. Luego se la quitaron y así nos fue en una primera parte infame. Pero en el descanso, mentalmente se la pusieron todos de nuevo y ello les llevó a una victoria que dignificó un día especial. Por cierto, si yo fuera Villar (¡Dios me libre!) me replantearía lo de jugar un amistoso en agosto, porque el infortunio se ceba con esta fecha. Esta vez ha sido el trágico adiós de Jarque. Hace doce meses fue el accidente de Spanair en Barajas (horas después ganamos 0-3 en Dinamarca). La vida me ha hecho creer en los malos augurios, no puedo evitarlo.

Desastre. Lo cierto es que si el partido hubiera durado sólo 45 minutos, esta página se hubiera titulado 'Macedonia y empanada'. La extraña suplencia de Casillas dio malos augurios. Ya sé que mi admirado Vicente sacó a Reina para justificar luego el justo y merecido debut de Superlópez (eres grande, Diego). Pero si Iker estaba machacado por el jet-lag y precisaba descanso, qué mejor decisión que haberle dejado en Madrid descansando y así se hubiera ahorrado un porrón de horas de vuelo. No creo que el capitán de La Roja merezca ir a Skopje sólo para hacer turismo.

Castigo. Dice el refrán que Dios castiga sin piedra ni palo, y quizás por eso Reina sucumbió ante Pandev El Magno, que ya había metido dos goles a Casillas en un Lazio-Madrid de Champions. El killer macedonio se crece ante los españoles, porque desafió la defensa adelantada de los nuestros con dos goles de asesino del área. Dos contras letales, dos al saco. España llegó a estar más perdida que Kaká en las calles de Tallín. El recuerdo de la noche infausta con Estados Unidos nos agujereaba la memoria

Bien, Vicente. Pero Del Bosque, sensato y coherente, supo rectificar en el inmerecido descanso. Se dejó de bandas estériles (definitivamente, Cazorla es una buena solución de banquillo, pero le queda grande la titularidad), recuperó la posesión de la pelota con la entrada de Cesc y dejó sólo arriba a Torres, aunque El Niño iba a estar más arropado que nunca. Además, Riera salió con sangre en el ojo, en su afán por dedicarle a su amigo Jarque una remontada que supo a gloria. El manacorí firmó en honor de Dani el golazo del verano. En cinco minutos, Macedonia pasó de manjar a papilla de frutas. 2-3 y por fin veíamos a La Roja de la que todos nos enamoramos hace catorce meses en Viena.

España unida. Una Roja que Del Bosque ha hecho más global que nunca. De los 21 convocados había 4 del Madrid, del Barça y del Valencia; 3 del Villarreal y del Liverpool; y uno del Arsenal, el Fenerbahçe y Osasuna (¡Monreal, felicidades!). La selección es de todos. Y ahora, más que nunca