LIGA DE CAMPEONES | Bayern 1 - Barcelona 1
El Barcelona se deja llevar hasta las semifinales
El 4-0 de la ida convirtió la vuelta en un trámite inservible, que el Barcelona completó con oficio y con un golazo después de una combinación espectacular de pases. En el Bayern marcó Ribéry, quien se confirmó como el único futbolista con categoría suficiente para plantar cara al Barça, que se medirá en semifinales al Chelsea.
El encuentro lo tenía casi todo para ser el centro de atención de la Europa futbolística. Un escenario espectacular, dos rivales de entidad, uno con un presente esplendoroso y otro con un pasado brillante, y algunos de los mejores futbolistas del mundo. Todos vestidos de amarillo, eso sí. Había de todo menos emoción. Y un partido sin emoción es cualquier cosa menos un partido. Esta eliminatoria se acabó en el Camp Nou, donde el Barcelona ofreció gratis una lección de fútbol a este decadente Bayern, que ya no asusta ni en la Bundesliga y está lejos de ser el que fue en la élite europea.
La única esperanza de los alemanes era marcar pronto para alimentar su sueño al tiempo que los posibles temores del Barcelona. Por eso impusieron de inicio un ritmo alto, que llegó a desconcertar durante unos instantes a un Barça más relajado de lo habitual. Es lo que tiene golear 4-0 en la ida, que la vuelta queda convertida en un trámite inservible. El Barcelona no necesitó más que dejarse llevar para alcanzar unas semifinales que ya se había merecido y ganado.
El Bayern no era más que Ribéry, que se movía entre líneas con la destreza que le faltó en el Camp Nou. Desde el centro caía hacia la izquierda y por ahí amargó la vida a Dani Alves y Puyol, a los que sacó dos tarjetas, en los primeros 20 minutos, los que únicos en los que hubo algo de partido. Cuando desapareció el francés se acabó el Bayern. Si ya es complicado que un equipo gane al Barcelona, que lo haga sólo un futbolista se antoja imposible.
El Bayern tenía el balón, dominaba, mandaba, pero no creaba peligro y se fue al descanso sin tirar entre los tres palos. Malgastaba demasiados balones en los pies de Luca Toni, especialista en perder cuantas pelotas le llegaban.
Ottl intentaba mover al equipo sin éxito, en una tarea en la que también fracasaron Sosa y los veteranos Zé Roberto y Van Bommel, que ya ha aportado todo lo que tenía que aportar a este deporte. La acción más destacada del holandés fue un manotazo que le regaló a Messi al tiempo que le daba una patada. En la segunda parte cometió un penalti sobre Iniesta que el árbitro Rossetti no pitó. El peso que en el vestuario le da la capitanía no lo tiene sobre el césped.
Cuando se quedó sin el poco fútbol que tiene, el Bayern, como era incapaz de superar al Barcelona por juego, varió la estrategia y se decidió por intentar el cuerpo a cuerpo. Recurrió al físico para combatir el fútbol. Pero ni los alemanes son ya esos monstruos de tres cabezas que atemorizaban a los equipos españoles décadas atrás, ni el Barcelona está formado por futbolistas que se asusten con facilidad.
Se llegó al descanso con el Barcelona viendo pasar el tiempo con absoluta tranquilidad y el Bayern muy apagado. Recobró la ilusión nada más salir de los vestuarios, cuando Zé Roberto conectó con Ribéry y el francés batió a Valdés con la misma facilidad que se engaña a un niño. En un mano a mano sensacional tiró al suelo a Valdés con un simple movimiento de cadera.
Las nuevas esperanzas del Bayern duraron lo que tardó el Barcelona en sacar de centro y convertirse en el dueño del balón. Sin la intensidad ni el ritmo de costumbre, pero el caso es que la pelota pasaba por los pies de Iniesta, Xavi, Keita, Touré y Messi sin que los alemanes fueran capaces de arrebatárselo. En ocasiones parecían simples espectadores que observaban para tratar de aprender.
Al Barcelona no le hizo falta forzar ni exigirse al máximo. Le bastó con controlar la posesión de la pelota para anular al Bayern. Ni amenazaban con buscar el gol ni lo necesitaban. Porque el tanto llegó por sí solo, como una consecuencia lógica de la calidad de este equipo. Iniesta, Messi, Xavi y Etoo se asociaron en una combinación maravillosa de pases hasta que el balón le llegó a Keita para que marcara desde el borde del área con un disparo tan potente como preciso. Una obra de arte que estuvo muy por encima del nivel del encuentro. Faltaban casi 20 minutos para el cierre, pero el partido, si alguna vez existió, ya se había acabado.